Francesc d’Assis Sañe Díaz-Santos (Universidad Autónoma de Barcelona)
Resumen
La experiencia de una subjetividad acelerada no fue cosa de un día para el otro, tomó cierto tiempo. Además, dependió de la conjunción de ciertas prácticas, tecnologías y dispositivos de gobierno en el ethos de un individuo arrojado a un neoliberalismo líquido global cada vez más conectado. Desde su relación con el entorno, los modos de producción de subjetividad o la dimensión ético-teleológica de las aspiraciones individuales; el sujeto ha ido confrontando el aumento de la prisa a la vez que la sensación de no ir a ninguna parte. Sabiendo lo estrictamente relacionado que está el sistema de producción capitalista con la velocidad, no nos debería extrañar que los efectos y afectos de esta vertiginosa tendencia hayan generado cada vez más alienación. ¿Cuáles han sido los agentes impulsores de la velocidad? En este artículo se intentará articular una genealogía de la velocidad con el objetivo de señalar diferentes momentos en los que se apretó el acelerador. También se propondrá una estrategia para desacelerar los ritmos malignos del capitalismo actual, rompiéndolos desde dentro de éste.
Palabras claves: Capitalismo, tiempo, velocidad, subjetividad, psicoanálisis.
The experience of an accelerated subjectivity didn’t happen from one day to the next, it took some time. In addition, it depended on the conjunction of certain practices, technologies and government devices in the ethos of an individual thrown into an increasingly connected global liquid neoliberalism. From its relationship with the environment, the modes of production of subjectivity or the ethical-teleological dimension of individual aspirations; the subject has been confronting the increase in haste along with the feeling of not going anywhere. Knowing how strictly related the capitalist production system is to speed, we should not be surprised that the effects and affects of this vertiginous trend have generated more and more alienation. What have been the driving agents of speed? This article will try to articulate a genealogy of speed with the aim of pointing out different moments in which the accelerator was pressed. A strategy will also be proposed to slow down the evil rhythms of current capitalism, breaking them down from within it.
Keywords: Capitalism, time, velocity, subjectivity, psychoanalysis.
La tinta se secaba antes de poder escribir nada. Las agujas del reloj se movían cada vez más rápido hasta el punto de perderlas con la mirada. La dentadura postiza y la ropa se desvanecía en el aire. Las obras de la Capilla Sixtina se secaban tan rápido que podían verse esfumadas con la brisa. El sol ya no salía o se ponía, aparecía como una extensa línea de fuego atravesando el cielo. Día y noche ya no tenían sentido. Era absurdo ni siquiera pensar en el concepto de fecha. El mundo aceleraba sin cesar camino a atrapar el fin del universo por la cola.
I. La tinta se secaba antes de poder escribir nada.
En el final de la sexta parte del anime Jojo’s Bizarre Adventure: Stone Ocean, lxs protagonistas se enfrentan al antagonista, Enrico Pucci, que con su stand1, Made in Heaven, es capaz de acelerar el tiempo. Esta batalla refleja perfectamente el escenario que tenemos hoy día con la experiencia subjetiva y social bajo los efectos de la aceleración.
En esta batalla se encuentra Jotaro, el padre de Joyline, con su stand, Star Platinum, el cual tiene la habilidad de detener el tiempo. Cuando Jotaro activa su poder para intentar atacar a Pucci, el cual se mueve a una velocidad aceleradamente maligna2, se da cuenta que éste va dos pasos por delante. Pucci había soltado cuchillos sobre la cabeza de Joyline, haciendo que Jotaro tenga que decidir entre salvarla o atacar a Pucci.
¿No nos recuerda esta situación límite a las medidas paliativas que como sociedad estamos tomando, de manera más o menos ingenua, desde hace años? ¿De qué sirve detener el tiempo por un momento, para hacer otra maldita cumbre u otro maldito concierto de Bono, si al reanudarlo el reloj del fin del mundo habrá avanzado aún más?
La escena da para más. En una secuencia vemos como la aceleración provocada por Made in Heaven no afecta a las cosas vivas, la naturaleza “en sí”. Observamos claramente como el ciclo vital de las flores en el campo no se ve alterado, mientras que los peces muertos de la pescadería se pudren al instante. Lo “artificial”, los “productos culturales”, son los únicos entes afectados por el poder de Pucci: dientes postizos, ropa, tinta de escribir y, principalmente, el tiempo. Sin entrar en detalles de concordancia en la serie, esta secuencia revive un debate filosófico conocido, la dicotomía naturaleza/cultura. ¿Cómo afecta la aceleración a ambas? Aunque éste no va a ser el tema del artículo, sí nos interesaría señalar algunos puntos pertinentes para el desarrollo de lo que se discutirá a continuación.
Muchos tecnócratas, capitalistas digitales y transhumanistas siliconvalleyanos parecen malinterpretar el famoso pasaje de Deleuze y Guattari, “ya no existe la distinción entre hombre-naturaleza”3, muestra de la falta de comprensión de la dimensión ética del dúo francés por parte de los high-techs. No debemos olvidar que la separación dicotómica que coloca la naturaleza como algo externo es una construcción cultural de Occidente, una ficción antropocéntrica fundada en una “ilusión metafísica que inundó la modernidad”4.Bajo este foco de la indistinción hombre-naturaleza, el poder de Pucci debería afectar a todo por igual, a lo orgánico y a lo artificial. Paradójicamente, esto le daría la razón a la ciencia ilustrada y su obsceno sueño de manipular por completo lo que existe. Como en la serie no observamos esto, parece sugerirse una aproximación a la controvertida Hipótesis Gaia de Lovelock, en la que la naturaleza ostenta leyes propias infranqueables sin consecuencia. La naturaleza como un hiperobjeto inconcebible por humanos que acontece en la duración bergsoniana, el tiempo real. También es cierto que, desde una dimensión social, se pueden señalar impactos negativos de la actividad humana en lo que llamamos naturaleza y las respuestas que esta genera5.
Aparece un problema de base: aquello que consideramos “natural” responde a la definición que demos de “naturaleza”. Una mirada culturalmente mediada que tiende a naturalizarse. Desde la lógica del antropocentrismo industrial capitalista, las representaciones que hacemos de los fenómenos no reflejan ni de lejos su naturaleza en sí. Los problemas, pero, siguen existiendo objetivamente aunque no los percibamos. Estamos, como diría Stacy Alaimo, faltos de un nuevo materialismo transcorporal que nos ofrezca un verdadero conocimiento de las sustancias con las que nos relacionamos6.
Actualmente, el a priori histórico7 que condiciona y forma nuestra estructura del common knowledge acerca de la naturaleza, el humano y sus relaciones, obedece a una mirada necrófila8 del mundo. Una mirada que le da al hombre el derecho/privilegio de usar, ordenar y gozar del entorno natural y sus recursos9. Ésta mirada se extiende también al otro subalterno: lx migrante, lx racializade, lx disca, la mujer, la persona trans, etc. Quizás, Pucci sólo estaría manipulando aquello que está hegelianamente negado, es decir: no afecta al pez vivo, que disfruta su propia ley vital, pero si al pez muerto, convertido (negado) en mercancía. Pucci afectaría a la representación, la mediación cultural, que hacemos de las cosas10. ¿No es demasiada casualidad que Pucci sea un sacerdote al servicio de Dio(s) y su stand se llame Made in Heaven? Pucci viene a representar el idealismo colonizador que tiene sus raíces en el dualismo cristiano, una actualización del dualismo platónico.
Las representaciones que hacemos del entorno están estrechamente relacionadas con la forma en la que lo habitamos y lo usamos. Pensemos en la noción de oikonomía descrita por Aristóteles en la Política11. El modo con el cual habitamos nuestro entorno no es oikonómico, cuidar y conservar la casa, es chrematistike: el mecanismo de comprar o adquirir. Aquello que Marx luego diferenció entre valor de uso y valor de cambio12. Aristóteles dejaba bien claro que el segundo debe estar supeditado al primero, subordinada a la politiké13. Contrariamente, hoy todo es desterritorializado y reterritorializado bajo el socius del capital, el dinero. Las representaciones, entre las cuales podemos incluir las deidades o divinidades, son tan variadas, complejas y ambiguas como modos de relación con el entorno existan14. Estos artefactos culturales, como los stands, literalmente “representaciones del alma del usuario”, o los memes, son expresiones del espíritu, el Geist hegeliano, individual y/o colectivo.
¿Podría ser un aliado en la lucha contra Made in Heaven el Aya Uma, el espíritu de la cosmovisión Andina? Éste representa la dualidad y complementariedad de los opuestos, ejerciendo una continuidad dinámica, barroca y heracliteana, de la naturaleza. Los opuestos no están separados, son dos caras de la misma moneda. Con su axial mantiene el orden cósmico y al tener dos caras, nunca le da la espalda a nada, yendo cuatro pasos por delante de Pucci. También representa el silencio como otra expresión de la celebración de la vida15.
Nuestro avatar contra el aceleracionismo, el silencio espiritual del Aya Uma, sigue siendo al fin y al cabo una máscara. Nos ayudaría a cambiar el modo de percibir el afuera, pero, ¿cambiaría el afuera ya afectado? Evidentemente, no, los problemas persisten objetivamente más allá de las máscaras. Pero, aunque necesitemos algo más que máscaras, ¿podemos prescindir de ellas?
La sentencia lacaniana, “la verdad tiene la estructura de la ficción”, se vuelve hiperbólica bajo un ethos neoliberal hiperrealista donde la hiperficción ha dado rienda suelta a la mascarada de la tontería de la izquierda y la canallada de la derecha16. La cuestión de las máscaras en el psicoanálisis se resume en la idea de la indecibilidad del lugar donde reside mi instancia verdadera17, es decir, la no-existencia de un yo pre-máscara. El sujeto es, entonces, un vacío auto-referencial. El famoso pasaje de Malebranche sobre el loco18 ejemplifica la fórmula freudiana donde “lo patológico” es la clave para comprender “lo normal”. La máscara pone el terreno donde “múltiples yoes” exteriorizan ciertos anhelos. Que el hombre diga de la naturaleza es igual de inoportuno que el hombre diga del hombre. En el dicho se abre un espacio para el juego y el análisis de lo que consideramos “normal”.
La aceleración nos hace igual de tontos19, pero más rápido. La experiencia del sujeto actual es la de un Deleuze sin Spinoza, es decir, una ética sin ética20. Pero no debería ser siempre así. La naturaleza viva sabe muy bien que Pucci, al igual que el neoliberalismo/aceleracionismo de derechas, confunde la velocidad con la aceleración21. El sujeto cree moverse rápidamente hacia el futuro, hacía el mundo del mañana, cuando en realidad está atrapado en “una serie estrictamente definida de parámetros capitalistas que, por su parte, no vacilan nunca”22. Llevamos tiempo atrapadxs en un presente cultural que cancela el futuro para vivir en el horror de la inmediatez, corriendo hacia una planície cultural poblada por discursos políticos y artísticos atrofiados que rechazan el cambio, el verdadero motor de la aceleración. El sujeto recae en las mismas trampas y encantos del capitalismo neoliberal de plataformas, y nos domina con su espectáculo a ritmos cada vez más cortos y rápidos. Mutando, cambiando, avanzando. Siguiendo una tendencia tal que: TR = (Ttv – Ttt) / (At – Av).23 Estas recaídas y frustraciones se repiten cada vez más rápido en círculos exponencialmente más cortos. El tiempo corre, literalmente, en nuestra contra.
Es necesario, pues, surfear el tiempo para descubrir cómo diferentes stands han configurado ciertas subjetividades y representaciones. En el universo de Jojo’s, no solo los efectos (o afectos) de los stands se perciben a distancia, también sus usuarios. Así pues, no debería ser difícil seguir el rastro de los afectos de la velocidad. Quizás, hasta podamos encontrar el stand que debemos despertar para combatir las altas velocidades malignas.
II. Genealogía de los afectos de la velocidad
Desde Bauman, o incluso antes con McLuhan, hasta Avanessian, algunos autores han señalado signos de estos afectos. Si bien es verdad que en el Anti-Edipo encontramos tanto el orígen del aceleracionismo como filosofía y teoría política, así como el primer afecto de la velocidad, el capital en su operación de desterritorialización y reterritorialización frenética, lo que no vamos a hacer a continuación es una genealogía del aceleracionismo. Más bien, nos fijaremos en el estudio de los ethos que conforman las subjetividades de alta velocidad, analizando las consecuencias de los movimientos desterritorializantes y reterritorializantes en el individuo, la sociedad y su psique.
Al hablar de la producción de subjetividad resultante de la aceleración en el capitalismo, Franco “Bifo” Berardi recupera el tropo deleuziano de la esquizofrenia para representar el ethos contemporáneo. La esquizofrenia, en tanto que metáfora del capitalismo y metodología de la acción revolucionaria24, describe al sujeto capitalista como un frenesí constante de cambio de códigos y adaptación de nuevos acorde a la mutación acelerada de los ritmos, procesos y formas de producción tecnocapitalista. Esto se transcribe, en palabras de “Bifo”, en una carrera de velocidad del “universo circundante en relación con la velocidad de interpretación mental”25.
¿Cuándo empezó esta carrera contra el tiempo? Bauman, el pensador de la modernidad líquida, ofreció un muy buen análisis del sujeto a la carrera contra un tiempo que empezaba a contraerse. Al señalar que la rigidez del compromiso fue sustituida por la flexibilidad, los atajos y las excusas26, el autor empezaba a bosquejar los principales efectos del neoliberalismo sobre el sujeto posmoderno. Un sujeto que pondría el propio interés como la máxima expresión de la racionalidad instrumental27. Moldeando el camino del héroe líquido que afronta el caótico nuevo mundo que nacía. En su concepción del tiempo encontramos subrayado otro afecto de la velocidad. La modernidad trajo consigo la división entre el espacio y el tiempo, integrando en el tiempo una historicidad y haciendo de la velocidad una cuestión de recursos humanos. La aceleración se produciría, pues, al quebrantar los límites de la velocidad de movimiento, conquistando el espacio en función de la producción humana y la mejora de ésta. El espacio, inerte y sólido, sucumbió pasivamente a la fuerza invasora del tiempo28.
Con el fin del territorio, la fluidez de las continuas oposiciones binarias del mercado y la persistente reelaboración de los vínculos sociales, la etapa post-panóptica enunciaba el fin de la disciplina rígida, dando paso a una fluidez etérea de las relaciones de poder. El síndrome de la impaciencia29 se apoderaba del sujeto fluido, que equipararía el progreso con los atajos que evitaran tareas “aburridas”, “tediosas” y que le “hicieran perder el tiempo”. El tiempo se volvió el bien más preciado, el tiempo del capital claro está. La responsabilidad, prudencia, esfuerzo, trabajo y tiempo necesarios para el desarrollo de tareas, actividades, hobbies o hábitos fueron sustituidos por el imperativo del placer hedonista inmediato.
Antes de saltar a conclusiones incorrectas, no quisiera estar sugiriendo aquí una apología al trabajo duro de tiempos pasados como lo hace la derecha rancia hoy día. Simplemente intento señalar la pérdida de cierta soberanía, necesaria para desarrollar éticas y cuidados de sí, causada por los nuevos regímenes de gubernamentalidad que obturan la capacidad de obrar con alegrías compensatorias varias.
El neoliberalismo líquido provocó la condena del tiempo, configurando cierta biopolítica y control sobre los afectos. Me refiero a las afecciones del capitalismo tardío. Un ejemplo es la ya mencionada hedonía depresiva, es decir, “la incapacidad para hacer cualquier cosa que no sea buscar placer”30. De esta última podemos decir que, como diría Leonor Silvestri, en realidad se trata de la incapacidad de buscar cualquier cosa que no sea una alegría compensatoria. La fluidez neoliberal colonizó la indústria y el posfordismo abrió la puerta a la explotación del rendimiento mental, la resiliencia, la flexibilidad y la autoexplotación31. El sujeto no solo se autoexplotaría “felizmente” sino que éste devendría una mónada capaz de aumentar la velocidad del cuerpo social general. Pensemos en cómo las figuras de Steve Jobs o Bill Gates apretaron el acelerador global. Esa subjetividad se configuró a partir de la racionalidad importada desde la escuela económica de Chicago de Milton y Friedman, o desde la teoría del capital humano de Becker. A partir de ese paradigma, el sujeto sopesaría a contrarreloj sus actividades: ¿hago un curso de informática o estudio francés? ¿Voy al gimnasio o me apunto a un ciclo de coaching? El poder mutó de algo coercitivo a un poder seductor e inteligente. Se reterritorializaron las relaciones humanas, sociales, corporales y personales en el socius mercantilista: maximizar el capital financiero o humano todo lo posible, privatizarlo todo, desde la salud a la educación, eliminar el espacio e instituciones públicas y sociales, etc.
Para esto fue necesario, según expone Nikolas Rose32, un séquito de expertos: relaciones públicas, consultores, coaches, gurús, juristas y expertos en márketin. Nacieron los valores del «nuevo» ciudadano: promover la competencia entre individuos y la emprendeduría individualista, aplicar el cálculo económico a todas las decisiones de la vida o convertir a la clase trabajadora en motivados empleados. El trabajador ya no crearía resistencia sindical junto a sus compañerxs, sino que competiría sanamente contra ellxs33. En este punto, los afectos de la velocidad se somatizaron masivamente. El burn-out, la depresión, el agotamiento, la auto-culpa, la ansiedad y el extremado narcisismo. El sobresfuerzo provocado por el cambio instantáneo de costumbres, de objetos de consumo y de identidades líquidas. Los ya mencionados afectos del capitalismo tardío: hiperactividad, poslexia34, impotencia reflexiva, déficit de atención o trastorno bipolar a causa de los ciclos ininterrumpidos de auge y depresión. La enterprise subjetiva, desde aquel momento, implicaba un constante ejercicio de estrés por la contínua demanda de positividad. Un colosal Otro perseguiría al sujeto para que cumpliera con los ritmos y los mitos de la realidad opresora-capitalista. Susurrándole al oído, “si quieres, puedes” o “si no lo haces, eres un vago”. El «tú debes» coactivo se suavizaba con el «tú puedes» motivacional. Mártires que soñaban con el reino de la meritocracia individualista y depresiva.
La incesante y creciente velocidad de los ritmos de producción y de explotación capitalista, al no incorporar la consecuente reducción del tiempo de trabajo, ha socavado cada vez más al sujeto, incapaz de seguir el ritmo de recomposición subjetiva de la aceleración. El capitalismo se mueve por la aceleración como pez en el agua ya que no solo fluye a través de su propia inestabilidad, provocando crisis cada vez más rápidas, también se beneficia del shock y la catástrofe kleiniana. El individuo colapsa ante el ritmo creciente de desterritorialización acelerada de la máquina capitalista sobre el cuerpo deseante. Sin pausa, solo hay dolor. Con una experiencia subjetiva marcada únicamente por las múltiples crisis, económicas y de sentido, aumentó velozmente la ansiedad. Una ansiedad que torcería aún más el tiempo ya alterado.
III. (Malas) visiones del futuro
El tiempo, afectado por una lógica del capital humano que calcula acciones futuras en base a la economía y la mercadotecnia. La contínua repetición sintomática de crisis sociopolíticas en las democracias liberales, de intervalos de tiempo cada vez menores. Todos estos afectos han movido en el tiempo la obsesión por el control. La aceleración ha producido un control freak ya no del presente sino del futuro, un obsesivo hipersticional.
Un artículo reciente35 del filósofo austríaco Armen Avanessian explica cómo, al vivir en sociedades complejas gobernadas por algoritmos que calculan a velocidades incapaces de ser asumidas por el cerebro humano, el tiempo se experimenta como algo perpetuamente nuevo a la vez que no-lineal. Esto es, cuando el futuro tiene lugar antes del presente. La famosa cita shakesperiana de que el tiempo está fuera de quicio se extrema al ver como los algoritmos han colonizado nuestros deseos, vendiéndonos productos que creemos que vamos a querer. Exportándolos desde el futuro.
Esta ontología de lo preventivo36, eleva la potencia de la lógica del capital humano de Becker al infinito, haciendo que cualquier decisión sea calculada ya no en aras del futuro sino ontológicamente configurada desde el futuro. Ejemplos como la guerra preventiva o las alarmas del hogar, para protegerte de los «okupas» que viven en un futuro donde no has contratado un seguro del hogar, sitúa la ansiedad y la obsesión por el control en una (falsa) línea temporal donde el sujeto no tiene poder alguno. La consecuencia es la cada vez mayor colonización del yo por automatismos, informáticos o cognitivos. El sujeto necesita no solamente protegerse de un futuro que no existe, sino que, y este es el punto importante, necesita que este futuro sea creado para no colapsar psíquicamente. Para eso, construye una multiplicidad de escenarios -excusas, fake news, proyecciones, mentiras- donde el futuro-que-debía-ser-y-no-ha-sido, fue. El individuo, hipergámico y orgulloso, no debe/puede sentirse engañado o equivocado. Esto termina configurando un ethos prometeico-masculino-narcisista de manipulación transtemporal. El macho siempre tendrá la razón o cambiará el tiempo.
Si Baudrillard nos explicaba que la guerra del Golfo nunca ocurrió, Grusin nos explicaría que la guerra se importa des del futuro37. La ansiedad, carente de objeto, necesita de un exorcismo alquímico para materializarse en objetos concretos soportables. La humillación e incapacidad para afrontar un angustiante mundo crono-caótico-cambiante nos hace dependientes de objetos soportables. En un mundo gobernado por algoritmos, máquinas e hipersticiones; la incapacidad de culpar al sistema que crea los problemas transubstancia la ansiedad en un objeto-otro: el gobierno traidor, la feminista, lx homosexual, lx migrantx, etc. El deseo de control, producto de la ansiedad futura, crea los objetos de miedo que precisamente se quieren evitar.
Si vaciamos el futuro, ¿qué nos encontraremos cuando lleguemos allí? ¿De qué sirven los “Ministerios del Futuro” si los cisnes negros son, por definición, impredecibles? Las velocidades malignas se apoderan del individuo, dando paso a un cierto tipo de subjetividad. Un sujeto hastiado, humillado y resentido. El individuo tirano, el Joker, el «nuevo» varón blanco cabreado, el sujeto del populismo autoritario post-neoliberal. O como a mí me gusta llamarlo, la plaga de canallas.
IV. Plaga de canallas
Haciendo acopio de una frase que Avanessian suelta en el artículo anteriormente mencionado, discutamos ahora cómo se vive la falocracia neurótica en la cual vivimos.
¿Cuál podría ser el origen de este extendido contagio de berrinches narcisistas e individualistas? Los residuos del ethos neoliberal, tan dedicado a la competitividad, la autoafirmación y el deber de narrar tu propia vida, nos pueden ayudar. Previamente dediqué un artículo38 a discutir como la concentración del capital genera un malestar que se extiende poco a poco al grueso de la sociedad. Estos afectos manipulables ideológicamente configuran el sujeto-masa post-neoliberal, populista, derechista y autoritario: el canalla. El ethos del canalla es construido desde el descontento del varón blanco acrítico incapaz de gestionar la ansiedad, el cual sintiéndose traicionado e ignorado busca un chivo expiatorio. Esto ha posibilitado el surgimiento de los movimientos populistas autoritarios que vemos en Trump, Bolsonaro, Milei, Vox o Le Pen, en el escenario post 2008. Estos líderes transubstancian la angustia en objetos-otros a medida.
Seguridad y control son dos de las proclamas más usadas en las campañas de los populismos de extrema derecha. La ansiedad futura se sublima en la regresión hacia los viejos tiempos donde «supuestamente» había dinero seguro y las mujeres estaban controladas en la cocina. La ansiedad paranoica masculina invoca constantemente enemigos imaginarios que quieren robar lo poco que se tiene. En el fondo, lo que se percibe es el temor a la castración freudiana en el machista, la impotencia/vergüenza de encontrarse siendo menos. Esta amenaza de castración ha proliferado obscenamente por el fracaso de la ley39, la caida del principio de autoridad40. Creando la demanda superyoica de culpables, castigo y compensación.
La competitividad neoliberal y la desaparición de «lo social» como entidad política impulsó una nueva forma de darwinismo social sin límites. La necesidad estética de hacerse valer genera una dependencia a la dopamina de los likes e interacciones en la red cuando la falsa sensación de descarga tensional es sublimada al postear todo el rato, todo lo que piensas. La percepción de la realidad mediada por dispositivos digitales hace que no podamos experimentarla como real si no se hace pública digitalmente41. La caída de los grandes Otros entra en tensión con la incapacidad de reconocer los propios intereses. Ni interés, ni solidaridad. El síndrome de la impaciencia al que referíamos moldea una psique incapaz de aceptar otra cosa que no sea lo que uno quiera cuando uno quiera, a consecuencia de que otros no tengan. Somatizándose en la arrogancia manifiesta en lxs hijxs del neoliberalismo.
Los recientes movimientos reivindicativos por los derechos de la mujer, del colectivo LGTBI+ o los movimientos sociales como el #MeToo han supuesto una amenaza al poder patriarcal, alimentando la sed de revancha y venganza. Hemos observado la explosión de esta represión psicótico-vengativa en los asaltos al parlamento de EU y Brasil a cargo de una amalgama de neoconservadores, nacionalistas y alt-rights. Todos ejemplos del retorno de la mitología supremacista blanca reprimida42. Como apuntaba McLuhan, a falta de identidad colectiva, buena es la nostalgia. Percibimos cierta aversión al cambio producida y/o reproducida por el fetiche de la nostalgia en la cultura de masas y en la sociopolítica. Este efecto-Netflix explota el goce que se obtiene al recrear un pasado idílico que ya fue. Tanto goce como ansiedad carecen del objeto que intentan recrear. Goce es también para el sujeto una máscara de lo que no es: el “experto” de Twitter, el acosador que se cree Don Juan, el niñato burgués que se cree gangster o el treintañero que aún piensa que es adolescente. El goce de poder seguir disfrutando de aquello que ya no puede ser, si es que alguna vez fue. El goce de no pasar por la castración. El miedo atroz al presente nos ha hecho regresar, como Ofelia, a nuestro jardín de infancia.
V. Sed de Real
¿Cómo afrontamos el resurgir de un fascismo posmoderno capitalista? ¿Qué estrategias deberíamos seguir para combatir la masa berrincheante o la parálisis nostálgica? ¿Detenemos el tiempo o lo aceleramos? Desde luego, algunas medidas se nos pueden ocurrir para prevenir el malestar. Acabar con los bancos, abolir el trabajo, abolir la policía, crear instituciones públicas, instaurar un ingreso básico universal, acabar con la especulación, limitar y redistribuir la riqueza, dejar de explotar a personas y a entornos naturales, dejar de co(d/s)ificar toda acción humana en términos económico-acumulativos…
Pero, ¿y si hay una cruda realidad libidinal que obtura cualquier propuesta, por coherente que sea? ¿Y si, quizás, la masa no quiere ser salvada? Quizás el perverso goce masoquista del varón blanco capitalista es insoslayable. Puede que, hasta la formación de una nueva subjetividad, la plaga tienda al goce que genera ver la destrucción física de su cuerpo e identidad43. Quizás nos encontramos en una adicción a la queja, un goce insaciable, que perpetra una “ingobernabilidad permanente”44.
La cultura post y meta irónica nos enseña que la masa solo quiere este regreso al pasado en forma de goce, de vacaciones psíquicas momentáneas. La masa no quiere perder el obsceno hiperconsumo del capitalismo digital. Sí, los cassettes tienen una aesthetic analógica, pero gozamos al pasar 50 canciones en Spotify antes de escuchar, en una repetición sintomática, la misma canción. Todos los boomers nos dirán que nos falta servicio militar o que la mano dura de antes moldeaba la virtud, pero ninguno de estos querría desprenderse de la subjetividad medio-burguesa del capitalismo tardío. Dirán que las mujeres deberían volver a la cocina, pero ninguno aceptaría volver a la mina.
¿Qué hacer? Quizás sea muy temprano para decir algo acerca de estrategias estructurales si a nivel molecular el sujeto aún tiene que enfrentarse a sí mismo. Podemos, sin embargo, observar detenidamente para protegernos del pastiche, la repetición y el individualismo. La impotencia reflexiva se alimenta del miedo a liberarse de las lógicas que nos mantienen atados y acomodados. A la subjetividad alienada le da más ansiedad que la cultura siga adelante que no que se mantenga paralizada. Lo peor, recurriendo al viejo dicho del psicoanálisis, no es no obtener lo que quieres sino obtenerlo -pensemos en los recientes ejemplos de la IA. Pues la subjetividad del capitalismo neoliberal no es creadora/productora sino dependiente de alegrías compensatorias repetitivas: porno, alcohol, criticar, quejarse, culpar, odiar o resentirse. Debemos localizar las repeticiones sintomáticas. Lo que una vez sucedió como tragedia, por ejemplo el esquema Ponzi en los años veinte, se repite en forma de comedia: las estafas cripto-piramidales. Lo que se ha repetido va a volver a repetirse: gurús, vendehúmos, populistas, misóginos, conspiracionistas, etc. Pues el goce toma forma de repetición.
Hay goces no-sintomáticos. Existen sublimaciones político-artísticas que abren líneas de fuga, repeticiones de otro tipo. Permiten tomar de nuevo la inmediatez del evento que había sido perdida por la objetivación de las lógicas del capitalismo y el fascismo. Un gesto existencial estético-político que recupera lo real para perderlo en el mismo instante, una reconciliación con lo real que huye de lo general45. En suma, una sublimación estética del sujeto-artista, una producción de significado descentralizado donde se reapropian los medios de producción del discurso opresor. Un sujeto que sabe que no habrá un libro final, una canción final, un poema final. Que se acerca al real de la cosa, lo innombrable, y lo bordea para enfrentar la mirada del abismo cuando todas las máscaras caen.
Una estrategia nómada-de-guerra de (des)aceleración es la cultivación -manifiesta en el espacio liso de Internet- de la sed de Real. El Real lacaniano tiene un papel revolucionario en tanto que su invocación hace tambalear los cimientos de toda realidad «lógicamente construida», descubriendo el carácter aparente y contingente del lenguaje. Permite un deslizamiento hacía lógicas otras. Pone en suspensión la norma social. La fascinación contemporánea por la estética liminal, paisajes inhumanamente desprovistos de humanos, desgarra lo “normal”, invocando un afuera que nos perturba y fascina a la vez.
Pensemos en los memes deepfried o el traumacore. Tras cada intento del neoliberalismo de infiltrarse en una cultura que no era la suya (la de Internet), se respondió destruyendo todo aquello que lo representaba, llegando así a la apreciación de aquello que ha sido destruido más allá de cualquier significación. Valoramos lo que no puede ser entendido ya que es lo unico que esta por fuera de los tentaculos de las lógicas capitalistas o heteropatriarcales. Nos gustan las faltas ortográficas y gramaticales, las letras comic sans o lo caótico, no por un sentido estético positivo o sentido alguno siquiera, sino al contrario: son feos y sin sentido, inútiles. Roto, sucio, impropio y carente de sentido, todo reunido para representar aquello que realmente es online: un devenir que abraza la inmanencia, la diferencia y la multiplicidad. Un lugar donde empezar a construir de nuevo.
La fascinación por el exterior exorciza la cultura de masas idiotizante y los mitos patriarcales. La sed de Real es aquel asesino que viene a destruir los iconos de la historia pasada. Lo inhumano viene a sacar al humano del centro epistemológico. Nos impulsa a devenir otredad. A simpatizar con la alteridad. Si de lo que se trata es de (des)acelerar más allá de las limitaciones que el capitalismo le pone a la fuerza productiva inmanente del cuerpo social maquínico. Si queremos experimentar una verdadera aceleración y no un simple aumento de la velocidad dentro de los parámetros capitalistas. Una potente herramienta que considerar es el glitch. La propuesta transdisciplinar de Legacy Russell46 ilumina un camino de agenciamiento maquínico que desata las potencialidades del continuum online-AFK: queer, fantástico, colectivo y disidente. El glitch rechaza, se niega a encajar. Resbala. Ocupa el espacio desde la indecidibilidad. Deviene cósmico. Hace ghosting al cuerpo y a la norma social. Es una máquina de guerra. Es un error incodificable que desterritorializa sin dar oportunidad al socius del capital para reterritorializar. Altamente encriptado, no se deja capturar por dispositivos homogeneizadores. Corrompe datos.
Y, sobre todo, el glitch es remix. Crea nuevos mundos de los viejos estratos. Podemos pensar este remix, el arte del sampleado, como un pensamiento salvaje o bricolaje de un Lévi-Strauss cyberpunk. El sampleado y el remix son formas de exorcismo, despojan de contexto y referencia antiguos símbolos, problematizan la idea de autor o de licencia. El bricolaje en los memes es una fuente de creación de significantes DIY: discretos, diferenciales y múltiples. En un gesto de poiesis artística, recogemos los materiales ya-usados (símbolos, frases, ídolos, imágenes, samples) y creamos un agenciamiento posthumano, post-identitario. El remix pasa de un agenciamiento individual a un agenciamiento colectivo de narraciones múltiples, cuerpos diferentes y lenguas mil. Crea nuevos mundos habitables.
¿Cómo escaparon de Pucci los protagonistas? Huyeron. Huyeron lejos. Emporio, el niño del futuro, escapa agarrándose a un delfín que surfea las olas hacía un nuevo mundo. Este cabalgar las olas expresa de manera similar las propuestas musicales que regresan como el DnB, el phonk, el hyperpop o el breakcore. Surfeando hacía el futuro, explorando y creando nuevos mundos desde las ruinas ¿Son estos ejemplos repeticiones sintomáticas de una cultura que no se quiere abandonar o un détournement/pastiche revolucionario que se aprovecha del tiempo complejo para ir al pasado a rescatar las promesas de los futuros perdidos y acelerarlos hasta traer el futuro prometido al presente? ¿Podremos superar algún día la retromanía, recuperando las energías perdidas y ensamblando “algo nuevo a partir de fragmentos prematuramente descartados”?47
Solo el tiempo lo dirá. Mientras, bailemos.
Notas
1 Los Stands se pueden definir rápidamente como la manifestación física del alma de su usuario, con ello un Stand también puede representar la manifestación del «espíritu de lucha» o la psique del individuo, hasta cierto punto. Resumiendo, son el “poder” o “habilidad” fantástica de los personajes de la serie.
2 Benjamin Noys, Velocidades malignas: aceleracionismo y capitalismo (Segovia: Materia Oscura Editorial, 2023). Rescato el concepto de Noys, quien lo usa para representar la asfixiante sensación de presión en el pecho provocada por la prisa de nuestros tiempos de velocidades aceleradas. El nudo en la garganta que somatiza la creencia de estar llegando tarde, mientras le hacemos luces al de delante para huir quien nos las hace a nosotrxs.
3 Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti-edipo: capitalismo y esquizofrenia (Barcelona: Paidós, 2020), 14.
4 Víctor Toledo y Manuel González de Molina, «El metabolismo social: las relaciones entre la sociedad y la naturaleza», en El paradigma ecológico en las ciencias sociales (Barcelona: Icaria, 2007), 85.
5 No vamos en ningún caso negar el problema con los micro plásticos en el agua, el calentamiento global, la contaminación, deforestación, la pérdida de la biodiversidad o la contaminación provocada por el mercurio. Igualar al hombre con la naturaleza desde el cinismo nos dirige de cabeza a la destrucción mutua, tal como manifiestan los problemas descritos al principio de este párrafo.
6 Su pensamiento rescata lo señalado en la Sociedad del Riesgo de Ulrich Beck. Ambos autores concuerdan en que había un tiempo donde el humano podía evaluar el peligro de lo que le rodeaba, habilidad que hemos perdido. Este hecho hace imposible que entendamos la manera cómo hemos afectado al mundo y, de rebote, cómo nos afectan las consecuencias de la imprudencia del antropoceno.
7 Michel Foucault, La arqueología del saber (México: Siglo XXI, 1997). 8 Paulo Freire, La pedagogía del oprimido (Madrid: Siglo XXI, 2020).
9 María Cristina Zeballos de Sisto, Sociedades humanas y equilibrio ecológico (Buenos Aires: Letra Buena, 1992), 144.
10 Que después imprimirán un afecto en los cuerpos. Es decir, desde la teoría de Judith Butler, las palabras y el lenguaje afectan a los cuerpos.
11 Aristóteles, Política (Madrid: Gredos, 1988), 256a.
12 Karl Marx, El capital, libro primero (Barcelona: Grijalbo, 1976), 43-44. 13 Aristóteles, Política, 1257bl9, 20; 1258al6, 20, 38; 1258b20.
14 Kay Milton, “Ecologías: antropología, cultura y entorno”, en Red temática de medio ambiente Universidad de la República Uruguay, 1995, https://udelar.edu.uy/retema/wp- content/uploads/sites/30/2013/10/Antropologia_Cultura_Entonno_Milton_K.pd f.
15 Hardt, La generación de esperanza cierta (La Habana: Casa de las Américas, 2002).
16 En cuanto al concepto que manejamos de tonto o de canalla, me sirvo del magistral capítulo Paradojas del consumo: tontos, cínicos y canallas (Sinatra 1996). Resumidamente, los tontos creen en el Otro (la máscara), que el Otro sabe de ellos y los orienta de una manera irremediable, las multitudes, la psyche de masas freudiana; el cínico no cree en el Otro (solo en su propia satisfacción) y los canallas saben hacer uso muy puntualmente de la tontería, sabiendo que el Otro no existe -Otro del Otro, el legislador universal del bien. El canalla cree que está solo, que está exento de la relación con los otros, sus iguales. El canalla quiere convertirse en el Otro. El canalla, en este artículo, vendrá a representar el sujeto de derechas, el tirano, el hombre blanco cabreado, que ha emergido recientemente desde las crisis de 2008 o la Covid-19.
17 Cfr. Slavoj Žižek, Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018): 232.
18 “Un loco no es solo un mendigo que se cree rey, sino también un rey que se cree rey”
19 Canallas, cínicos, neuróticos, envidiosos, irresponsables, ingenuos, anti-intuitivos, narcisistas, cegados por el ego… En definitiva, humanos.
20 Esto me recuerda a un curioso ensayo de Žižek llamado Un yuppie leyendo a Deleuze (2012).
21 Armen Avanessian y Mauro Reis (comps.), Aceleracionismo (Buenos Aires: Caja Negra Editora, 2017), 35-79.
22 Avanessian y Reis, Aceleracionismo, 37.
23 TR (tiempo de resistencia) es igual a Ttv (duración total de los vídeos de Vine) menos el Ttt (duración total de los vídeos de Tik Tok) dividido por At (año de la creación de Tik Tok) menos Av (año de la creación de Vine). (130-60) / (2012 – 2018) = 70/6 = 11,666667 segundos de paciencia que perdemos cada año. Esta es una imagen especulativa en forma de función que se me ocurrió al intentar relacionar la aceleración con las plataformas y su arquitectura basada en las tecnologías tipo casino-tragaperras.
24 Avanessian y Reis, 70. 25 Avanessian y Reis, 70.
26 Cfr. Zygmunt Bauman, Los retos de la educación en la modernidad líquida (México: Gedisa Mexicana, 2017), 22.
27 Zygmunt Bauman, Legislators and Interpreters. On modernity, post-modernity and intellectuals (Cambridge: Polity, 1987).
28 Zygmunt Bauman, Reflexiones sobre un mundo líquido (Barcelona: Paidós, 2017). 29 Bauman, Reflexiones, 21.
30 Mark Fisher, Realismo Capitalista: ¿No hay alternativa? (Buenos Aires: Caja Negra Editora, 2018), 36.
31 Byun-Chul Han, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder (Barcelona: Herder, 2014).
32 Nikolas Rose, “Still ‘like birds on the wire’? Freedom after neoliberalism”, Economy and Society 46, (2017): 303-323, doi: https://doi.org/10.1080/03085147.2017.1377947.
33 Cfr. Gilles Deleuze, Post-scriptum sobre las sociedades de control, trad. José Luis Pardo (Valencia: Pre-textos, 1996), 6.
34 Fisher, Realismo Capitalista, 13. “[…] la capacidad para procesar la densidad de imagen del capital es infinitamente superior a la necesidad de leer.”
35 Armen Avanessian y Anke Hennig, “Ansiedad del complejo temporal”, trad. Federica Matelli y Federico Fernández Giordano, Holobionte Ediciones, 9 de marzo de 2023, https://edicionesholobionte.com/ansiedad-del-complejo-temporal/.
36 Avanessian y Henning, Ansiedad.
37 Richard Grusin, Premeditation: Affect and Mediality After 9/11 (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2010).
38 La gubernamentalidad neoliberal, post-neoliberal y el gobierno de la sustancia gozante (Sañé, 2023) es un artículo que se está editando al tiempo que se redacta éste. En él, trato la cuestión de la gubernamentalidad en un escenario post-neoliberal según la noción de Nicholas Rose de populismo autoritario.
39 Fisher, 109.
40 Éric Sadin, La era del individuo tirano (Buenos Aires: Caja Negra, 2022), 217. 41 Sadin, La era, 31.
42 Cfr. Franco Bifo Berardi, La segunda venida (Buenos Aires: Caja Negra, 2021).
43 Jean-François Lyotard, «Every Political Economy is a Libidinal Economy», en #Accelerate: The accelerationist Reader, ed. Armen Avanessian y Robin Mackay (UK: Urbanomic, 2014), 212.
44 Sadin, La era, 114.
45 Darío González, Laura Llevadot y Bengonya Sáez Tajafuerce (eds.), Kierkegaard y las
artes: Pensar la creación (Barcelona: UOC, 2015), 33.
46 Legacy Russell, Feminismo Glitch (Un Manifiesto) (Barcelona: Holobionte, 2022).
47 Mark Fisher, “Unpicking the Codes of Ghettoville”, Dazed, 28 de enero de 2014, https://www.dazeddigital.com/music/article/18667/1/the-codes-of-ghettoville.
Referencias
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