Rayner García Hernández

Investigador independiente

La cultura es el arte de complicar las cosas.
Adolfo Colombres

RESUMEN

Los términos digitalidad y ciudadanía digital son dos acepciones que pretenden conceptualizar determinados aspectos esenciales de la transformación técnica o el cambio mediático-cultural, en el que están inmersas nuestras sociedades. El uso creciente de internet, así como de dispositivos digitales, modifica la forma en cómo se construyen hoy los sistemas técnicos con sus respectivas estructuras relacionales que tienen una influencia política marcada en aspectos particulares de la vida cultural actual. Los usuarios de las tecnologías digitales desarrollan nuevas técnicas culturales y prácticas comunicativas. El artículo pretende un acercamiento sucinto y orientativo a estos términos para esbozar la compleja relación entre el accionar de los consorcios de internet, las rutinas de uso hacia un manejo productivo de los medios digitales y el creciente rol de los teléfonos inteligentes (Smartphones) en la vida cotidiana.

Palabras claves: Digitalidad, tecnología, técnica, internet, ciudadanía.

 

ABSTRACT

The terms digitality and digital citizenship are two meanings that seek to conceptualize certain essential aspects of technical transformation or media-cultural change, in which our societies are immersed. The growing use of the internet, as well as digital devices, modifies the way in which technical systems are built today with their respective relational structures that have a marked political influence on particular aspects of current cultural life. Users of digital technologies develop new cultural techniques and communication practices. This article aims to provide a succinct and orientative approach to these terms to outline the complex relationship between the actions of internet consortiums, the routines of use towards productive management of digital media, and the growing role of smartphones (Smartphones) in daily life.

Keywords: Digitality, technology, technique, internet, citizenship

   I.        Cultura mediática y técnicas culturales

El “lugar informacional”[1] en el cual se contextualiza esta indagación, es a partir del término cultura mediática. La codificación de una cultura mediática implica un rediseño de diversos códigos sociales, políticos y económicos que revalorizan y dan un nuevo significado a la producción cultural dentro de una sociedad. Esta codificación se refiere al compromiso que asumen las instituciones sociales y políticas con la introducción, implementación y control de la producción cultural y su consumo, así como con el diseño de nuevas políticas culturales. Este reordenamiento se genera a partir de estructuras mediales que condicionan nuevas relaciones sociales entre las personas. En el desarrollo tecnológico se efectúa tal procedimiento simbólico, a través de estrategias gubernamentales o independientes, a través de las cuales se introducen las innovaciones técnicas.

Las transformaciones técnicas llevan consigo una revolución cultural y estética, pues una nueva significación de lo percibido en el imaginario social se implementa mediante novedosas prácticas mediales y culturales. Prácticas que serán instrumentalizadas y reproducidas a través de procedimientos técnicos. Con el incremento de las rutinas de uso hacia un manejo productivo de los medios digitales, los usuarios tratan de dar soluciones creativas a los problemas resultantes del uso de la tecnología. Estos procesos culturales tienen un objetivo determinando resultante de una nueva forma de obtención y tratamiento de la información. Esto implica que en el imaginario social, se represente la idea del desarrollo de una práctica mediática y cultural como el establecimiento de un nuevo tipo de conocimiento. Los usuarios deben desarrollar técnicas culturales y competencias mediáticas (know how).

El cambio mediático-cultural que nuestras sociedades hoy experimentan, se constata en el modo cómo la transformación técnica modifica la posibilidad de nuestra experiencia y cómo percibimos el uso de la tecnología en nuestro entorno. El filósofo italiano Luciano Floridi, nos plantea en su libro La cuarta revolución, que “(…) las TIC nos hacen interpretar el mundo en términos de información, y transforman ese mundo que experimentamos, en un lugar informacional”[2].El desarrollo de técnicas culturales y competencias mediáticas se contextualiza en un entorno informacional, donde la obtención y el tratamiento de la información generan un efecto en el comportamiento y consumo de los usuarios[3]. El cambio mediático-cultural en el que nuestras sociedades hoy están inmersas se refiere a:

(…) the change of (…) technological systems, which has gained a dynamic impulse by means of digitalization (…) in recent decades. Thus, we can say that the qualitative aspect of mediatization focuses also on the ‘material’ (…) character of media technological change in the sense that media technologies have a ‘materialized specificity’ that is based on communicative action/practices, and at the same time it structures communicative action/practices[4].

Esta transformación de sistemas técnicos y sus estructuras relacionales a través del uso de Internet, no solo implica una especificidad materializada, sino que modifica aspectos particulares de la vida cultural con nuevas acciones comunicativas y prácticas sociales. La vida cotidiana está cada vez más influenciada por el uso de la tecnología. La transformación técnica tiene una base material como elemento cualitativo del cambio mediático. El filósofo austríaco Frank Hartmann nos plantea que las culturas mediáticas “(…) se orientan hacia el uso de artefactos y estados o formatos sin tener una idea concisa de las tradiciones y prácticas asociadas a ellas”[5]. En este sentido, se refiere el término cultura mediática a la compleja relación entre una cultura de los medios masivos de comunicación (mensaje unilateral: comunicador y una masa de receptores) y el nuevo discurso de los medios digitales (internet, sitios web, blogs, dispositivos técnicos, etc.). La tecnología digital se comprende como parte integral e inseparable de la cultura. La mediación que la técnica digital genera debe considerarse junto a una variedad de formas de distribuir, archivar y consumir información, así como junto al incremento de una comunicación cada vez más basada en el uso medios digitales. Estos aspectos son los fundamentos de la práctica mediático-cultural que los usuarios materializan en la infoesfera.

La premisa de un progreso técnico acelerado, es uno de los requisito para definir el aporte inmediato que el uso de la tecnología debe ofrecer para una solución creativa a los problemas cotidianos. El uso de la tecnología digital permite ciertamente otras formas no tradicionales de tratar con la información, pero los usuarios no aprovechan todas las posibilidades técnicas que los medios digitales ofrecen. Por ejemplo, los usuarios no tienen acceso a internet o no conocen cómo navegar en la red o los consorcios de Internet determinan que aplicaciones usar y qué información se consume. Un cambio mediático-cultural implica también una revolución de y en los medios. Esta es la base práctica y teórica en la creación de conocimiento para la integración de campos de experiencia[6], estados psicológicos[7] y procesos de aprendizaje[8] en la construcción de entornos técnicamente codificados[9].

Una cultura mediática se refiere a una cultura del uso. La transformación técnica se orienta a través de procesos cognitivos en la evolución del hombre[10] y define la construcción de esferas de medios[11]. En su trato con la técnica, pues es el hombre el que despliega sus capacidades cognitivas para participar de forma activa en los procesos de producción, recepción, selección, procesamiento y almacenamiento de la información. La variación de las operaciones y aplicaciones que nuestros dispositivos realizan, produce un paradigma que modifica nuestra percepción del mundo. En la pantalla (interfaz de usuario) de nuestros Smartphones se genera una realidad informática a partir del tratamiento de una gran cantidad de datos[12]. Este proceso denota un nuevo nivel de la experiencia humana de una sensualidad apenas perceptible. En su manejo de la tecnología digital, los usuarios son cada vez más menos capaces de percibir los procesos técnicos y las evaluaciones algorítmicas (mediante chips, interfaces y microprocesadores) internamente en los dispositivos digitales. El funcionamiento interno de los dispositivos digitales escapa, o está más allá, de la percepción humana. Sin embargo, la información y los datos generados en la interfaz tienen una influencia marcada en el comportamiento y consumo de los usuarios. Las rutinas de uso de los usuarios homogeneizan sus prácticas en la producción de íconos culturales que son generados por el creciente poder de cómputo de los dispositivos digitales.

La mediación de estos procesos sociales se basa en la creciente interdepedencia de los medios digitales con prácticas comunicativas y culturales. Así,se crean nuevas estructuras sociales y espacios interconectados que posibilitan la adquisición de conocimiento y el desarrollo de una visión cosmovisiva en una esfera individual y colectiva. Los usuarios estructuran espacios culturales con cualidades heterogéneas cambiantes. Estos espacios culturales tienen su correlación en el concepto de infoesfera. El filósofo italiano Luciano Floridi la define como aquella que:

(…) abarca todo el entorno informacional, ya que está formado por todas las entidades informacionales, sus propiedades, interacciones, procesos e interrelaciones. Este es un entorno que permite una comparación con el ciberespacio, pero se diferencia de él en que es solo una de sus subáreas, ya que la infoesfera también abarca el espacio de información offline y analógico. En sentido amplio, la infoesfera es un término que puede usarse como sinónimo de realidad, si entendemos a esta última de manera informacional[13].

La definición del término infoesfera lleva implícita una dimensión social. Para moverse dentro de ella y dirigir sus acciones hacia un fin determinado, los usuarios deben desarrollar sus competencias mediáticas. Al hacerlo, se forman a sí mismos como hombre tipográfico[14] por medio de una nueva alfabetización gráfica y tipográfica. Con la expresión competencia mediática se denota la capacidad y habilidad de los usuarios de adaptar los medios y su contenido a los objetivos y necesidades propias. No se trata solo de poseer medios digitales, sino de apropiarse de su fuerza productiva para crear productos, mercancías, servicios y procesos comunicativos y culturales. Los usuarios usan la tecnología consciente e inconscientemente, quizás de manera apropiada, a veces autodeterminada y socialmente responsable, para tratar la información de forma crítica y no crítica. La práctica mediático-cultural que desarrollan, permite a los ciudadanos – entendidos como actores sociales con control sobre sus acciones– crear hábitos y ejercer su influencia en el entorno digital. Visto de esta manera, los usuarios establecen un uso productivo de la tecnología digital que no se limita al mandato de los consorcios de Internet en el manejo de los dispositivos digitales, sino que abarca una esfera social en la que ellos también influyen en la comunicación digital.

Desde una perspectiva macrocultural, define la acepción de un hombre tipográfico la salida de la Galaxia-Gutenberg (predominio de la cultura del libro) hacia la nueva formación de un campo de tensión entre tradición y modernidad. Con el uso creciente de Internet y de los dispositivos digitales, se desplaza esta tensión particularmente hacia aquellos requisitos psíquicos y sociales que el uso de una técnica cultural (como Internet) y su contenido implica. Con el desarrollo de una alfabetización gráfica, los usuarios reconocen que la vida se experimenta cada vez más como comunicación y medios en las pantallas de sus dispositivos (por ejemplo en los Smartphones). Ellos son capaces de interpretar este material y sienten la necesidad de hacer alguna contribución dentro del entorno digital. Los usuarios saben cómo participar en las conversaciones digitales y producen, de forma independiente, nuevos contenidos digitales. Estas competencias requieren de un comportamiento en la red, que muy a menudo se representa gráficamente[15]. Los usuarios se ven a sí mismos como individuos interconectados, que desarrollan habilidades y capacidades para la navegación online. Para adquirir y consumir contenidos digitales, los usuarios maniobran a través de diversos canales y formatos de información en Internet. Ellos comprenden la transformación de los formatos de información lineales como los medios impresos y la radio, en realidades no-lineales como las de los hiperenlaces y la información en red. No solo conocen, cómo se navega, sino que utilizan su comunicación y sus contribuciones para ayudar a otros usuarios en la navegación online. A menudo recomiendan enlaces en su comunicación digital o crean sus propias contribuciones para mostrar a otros lo que han aprendido[16].

Con el creciente uso de la tecnología, delegamos tareas en los dispositivos digitales. Los efectos que esto produce conllevan a una transición hacia una etapa más avanzada del desarrollo técnico de la cultura digital que habitamos, en la que la conformación de una alfabetización secundaria (Ong 1987) debe considerarse como técnica cultural. Esta concierne a:

(…) las formas de comunicación escrita que se han hecho posibles a través de las computadoras e Internet. Por un lado, difieren de la oralidad primaria de las sociedades pre-alfabetizadas por su base en la escritura, por otro lado, hay similitudes referidas tanto al misticismo de la participación como a la idea de promover el sentido de comunidad, su concentración en el presente y el uso de fórmulas[17].

Lo que se pretende resaltar con la definición de competencia mediática y una nueva forma de alfabetzación, es que el uso de la tecnología digital, de las redes sociales, de los dispositivos técnicos, etc, está muy marcada por el uso del texto, representaciones gráficas e íconos. En nuestra época delegamos nuestra percepción en los aparatos, la lógica se implementa en la técnica (por ejemplo la cibernética y los algorítmos) y en las pantallas de nuestros dispositivos digitales se manifiesta esta nueva oralidad y forma de escritura, principalmente, mediante elementos gráficos y tipográficos.

En la actualidad, los formatos digitales y el contenido multimedia se crean y procesan a través de la escritura, de gráficos y de cálculos matemáticos (algoritmos). Nuestra vida cotidiana contiene más tipografía que nunca. Los textos se proporcionan a través de SMS, correos electrónicos, comentarios, emojis, emoticones, smileys, etc. Las experiencias colectivas en las redes sociales como Twitter, Whatsapp, Facebook, Instagram y Skype se basan principalmente en la transmisión de textos y representaciones gráficas. Estas informaciones se representan y producen a partir del procesamiento de una gran cantidad de datos. Los textos en forma de mensajes agregados y las representaciones gráficas son el contenido de la publicidad televisiva, los programas de noticias por cable y los portales en línea. Los ciudadanos de la aldea global[18] en los países industrializados han estructurado Internet como un negocio indispensable de la vida actual. En la red, el contenido de los medios digitales se coloca y comparte libremente en plataformas independientes, en vez de incorporar las propiedades específicas de una de ellas como medio principal. El antropólogo Daniel Miller resalta que las prácticas de los usuarios generan:

(…) dynamics of mediation to ‘disaggregate’ the Internet: not to look at a monolithic medium called ‘Internet’, but rather at a range of practices, software and hardware technologies, modes of representation and interaction which may or may not be interrelated by participants, machines or programs (indeed they may not all take place at a computer)[19].

Los usuarios reúnen y tratan de aprovechar todas las posibilidades técnicas que ofrecen las tecnologías digitales para añadirlas a su internet, debido a que todos los componentes que comprenden esta técnica cultural cambian a un ritmo frenético. La creciente interdependencia entre los dispositivos (Internet de las cosas) por medio de un denominador común (la información), se va transformando en el objetivo principal de la interconexión de redes. Estos elementos contrastan, por ejemplo, con una cultura del diseño e impresión de libros. El uso de la tipografía en nuestros dispositivos digitales se basa hoy en el uso de fuentes estandarizadas y repetibles. La alfabetización informacional se realiza en los marcos del aprovechamiento que los usuarios hacen de las posibilidades técnicas de la tecnología digital. La palabra escrita se utiliza en el contexto de perfiles personalizados. En vez de ejecutar y tratar textos en sí, se emplean diversas fuentes de texto como elemento constitutivo de títulos, logotipos, carteles, titulares, etc. La coincidencia entre caracteres escritos basados en procesos de cómputo (los Smartphones son pequeñas computadoras que llevamos a todas partes) y una recombinación de diversas formas de uso de los softwares y hardwares, conforman nuestra alfabetización gráfica y tipográfica.

El requisito previo para el desarrollo de una técnica cultural es el dominio de la lectura, la escritura y, en menor medida, de la aritmética (por ejemplo los informáticos). Los usuarios desplegan sus capacidades y habilidades para la comprensión, el tratamiento y la producción de imágenes y textos. Estas habilidades técnicas se utilizan sobre la base de un conocimiento histórico-cultural a través de diversos métodos para hacer el entorno digital y sus componentes más atractivo y accesible. La industria tecnológica avanza a un ritmo vertiginoso, donde la producción de softwares, hardwares, aplicaciones, etc, es cada vez más rápida, simple y eficiente. En este sentido, se hace necesario cuestionar, si la industria tecnológica requiere de alguna teoría científica para el desarrollo de sus servicios. Los usuarios no necesitan un conocimiento específico de la informática para operar sus dispositivos. El uso y el manejo de estos, está predeterminado. Las técnicas culturales:

(…) se desarrollan a través del tratamiento, la observación, la descripción, la escritura y el cómputo. Surgen mundos codificados o esferas de medios diferenciadas. Con cada paso del progreso/desarrollo, se le suprime al mundo una dimensión (como dimensión de la experiencia). Es decir, la posibilidad de la experiencia sensorial mediática de la apropiación del mundo se reduce a través del cuadro antropológico de espacio, área, línea y punto; la revolución mediática evidentemente corresponde a una abstracción corporal continua[20].

Para una indagación de las técnicas culturales en los marcos de la interacción y participación social en una cultura mediática, no solo se requiere investigar el desempeño de individuos aislados, sino el accionar de grupos sociales en un contexto sociocultural. Pues, un análisis de las técnicas culturales abarca la comprensión y la descripción de prácticas y procedimientos de la producción de cultura, para investigar aquellas relaciones que se producen y establecen entre el uso de artefactos y el rendimiento de estos grupos sociales, en este caso los usuarios. La pregunta sobre el desarrollo de técnicas culturales, se fundamenta en la descripción y el análisis de la correlación entre operaciones de medios y usos de la tecnología, a través de las cuales se producen actores sociales y artefactos culturales.

 II.        Ciudadanía digital y digitalidad

La disponibilidad de dispositivos digitales en la actualidad, condiciona en cierto sentido la materialidad del consumo cultural, cuando se piensa este desde su acceso. El consumo se articula a través de canales comunicativos técnicos y digitales. La disponibilidad del contenido multimedia en las plataformas digitales transforma el modo en el que se obtiene y se consume la información, ya sea en espacios públicos o privados. Así se desarrollan y expanden otras dinámicas que son comunes a una gran cantidad de usuarios, pues estos establecen nuevas relaciones. La circulación de información, contenidos y productos culturales de todo tipo, se realiza y organiza técnicamente de forma diferente a las tradicionales. Desde este punto de partida, se entiende el término ciudadanía digital como la forma en la que los usuarios ejercen sus acciones, negociaciones, rutinas de uso y hábitos en el entorno digital. Terry Heick la define como “(…) the quality of habits, actions, and consumption patterns that impact the ecology of digital content and communities“[21].

Los usuarios son aquellos individuos ávidos por el consumo de cualquier tipo información. Con su práctica mediático-cultural, transforman los procesos comunicativos en la infoesfera y saben cómo dirigir sus acciones hacia un fin determinado. Aquellos individuos que son incapaces de competir en la red con ideas innovadoras o de producir contenido digital, serán excluídos de una participación plena en la aldea global o se reducen al mero hecho de ser consumidores pasivos de la tecnología. Existe además otro tipo de usuario que se contenta con ser un simple usuario por poseer el acceso a Internet. El profesor Martin Emmer de la Universidad Libre de Berlin expresa que la ciudadanía digital, se refiere a cómo “(…) people in a society with access to digital and networked media can exert their citizen role using digital technologies”[22].

Al ejercer su rol ciudadano, los usuarios desarrollan sus imaginaciones info-técnicas, en tanto exigen el acceso digital a internet con sus servicios de información correspondientes. Con sus acciones en la red y sus competencias mediáticas pretenden ejercer sus derechos y responsabilidades digitales (como en la blogosfera) al requerir el acceso universal a todos los servicios relacionados con las telecomunicaciones. Muchos de los usuarios no cuestionan qué significa estar conectado (online) con algo y consumen con una actitud irreflexiva y acrítica todo tipo de información. De forma general, los usarios se ven a sí mismos como individuos interconectados que mediante el mero uso de la tecnología pueden expandir sus capacidades y habilidades técnicas. Pues, el objetivo evidente es difundir una forma de comunicación digital basada en el uso de las tecnologías digitales. En los diversos contextos sociales, los usuarios conducen además una lucha cultural por la conectividad como bien público y le asignan elementos cualitativos al Internet, con la idea de que sus servicios pueden mejorar sus condiciones de vida. Por último, se hace necesario señalar que el uso de Internet responde a estrategias de mercado, donde la deseada revolución cultural que él implicaba con su expansión en los años 90, se ha visto reducida a la superación de retos éticos, pedagógicos, políticos e ideológicos. Por ejemplo, en el sector formal e informal de la economía en red el incremento en el uso aplicaciones, gadgets, modelos de negocios, etc, cumple un rol decisivo.

Las transformaciones técnico-culturales en cada época siempre se han llevado a cabo mediante procedimientos innovadores. Estos procedimientos sientan las bases necesarias para la sostenibilidad a largo plazo de cualquier tipo de innovación técnica. Así se van estableciendo nuevas prácticas mediáticas relacionadas con experiencias de vida que determinan, desde dentro, el funcionamiento y la operabilidad que los usuarios hacen de las tecnologías. Estas prácticas dependen además de decisiones políticas y del diseño de políticas culturales que regulen, controlen y hagan posible su implementación. La práctica mediático-cultural de los usuarios se compone de la recepción, adaptación, percepción y traducción de las posibilidades técnicas de las tecnologías digitales. Estos elementos constituyen los principios básicos para un cambio mediático-cultural en una época, pues los usuarios reconocen el valor de la producción de las innovaciones técnicas y sus contenidos culturales como experiencias que pueden ser extensibles y aplicables en otros contextos sociales.

En este punto, se requiere problematizar el rol que los usuarios, las instituciones, los consorcios de internet (como Amazon, Facebook, Apple, Google) y la política cultural desempeñan dentro de la conformación de ciudadanos digitales. Los procesos y fenómenos antes descritos responden a la apropiación de normas de comportamiento para la apropiación comunicativa[23] de operaciones de medios en relación con el uso de dispositivos técnicos[24]. Los usuarios se entienden aquí como diseñadores, desarrolladores y coproductores de información, así como de procesos comunicativos. Vistos desde la dimensión del consumo, se puede afirmar que los usuarios además pueden ser creadores de una forma de política cultural a través del uso de la tecnología en la esfera pública, ya que consumen de manera crítica/no crítica, pero de forma creativa bienes culturales y servicios en el sector formal e informal de la economía. Con respecto a la relación entre cultura y política cultural, resalta Felix Stalder que:

(…) Si la cultura se entiende como negociación de un sentido social compartido, entonces es tarea de la política cultural organizar estos procesos. Ella debe proporcionar espacios, estructuras y medios para hacer tangible ese sentido social, renovarlo y negociarlo. Esto va desde la cultura tradicional de representación hasta las nuevas formas de participación cultural. Una tarea importante más allá de esta cuestión, será organizar espacios de encuentro en los que diversas comunidades culturales, con sus horizontes y orientaciones cada vez más diferenciados, puedan encontrarse y redefinir lo común en su diversidad”[25].

Ciertamente una política cultural democrática proporciona espacios, estructuras y medios para hacer tangible el sentido social que los diversos individuos y grupos sociales en una sociedad comparten, pero esta debe legitimarse en su realización para relacionarse con las demandas de los ciudadanos. En su implementación la política cultural debe superar aquellas formulaciones políticas e ideológicas que inhiben el desarrollo pleno de los individuos en la sociedad y conectarse con las demandas de una diversidad de segmentos de la población en un contexto supraregional. La diversidad de plataformas digitales, medios, redes y mercados que confluyen en Internet, lo constituyen como un espacio supraregional; y las relaciones mercantiles que se establecen en la red están dominados por los consorcios de Internet.

Estos argumentos responden a una “ecología tecno-social”[26] que determina cuáles son los factores que conforman hoy la base de nuestra cultura digital. Con el uso de la tecnología digital se genera un ecosistema socio-técnico donde una gran cantidad de servicios, programas y dispositivos están interconectados. Los consorcios de Internet persiguen con gran prioridad esta dinámica para elevar los costos para los usuarios y los proveedores. Con sus ofertas y servicios, estos ecosistemas digitales no son solo infraestructuras técnicas que abarcan varios sectores, sino también espacios sociales en los que los usuarios se orientan, organizan y construyen patrones de búsqueda, de comunicación y de consumo para desplegar sus rutinas de uso y normas de comportamiento. Estos factores conducen a una relación de interdependencia o de compromiso entre los usuarios y las diversas ofertas de un consorcio (proveedor). Los usuarios tienen la posibilidad de elegir un cambio de sistema, pero este depende de una reorganización de las experiencias individuales o una nueva constitución de los fundamentos de los movimientos y de las comunidades en la red.

El uso del Smartphone enfatiza esta idea en tres aspectos: 1) Todos los recursos que estos dispositivos activan o utilizan como elementos valiosos, no se encuentran en él mismo, sino en el sistema que lo rodea. Por ejemplo, las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram y los servicios internacionales como los GPS, los motores de búsqueda, los programas de navegación, etc. 2) El entorno digital donde funciona el Smartphone caracteriza una doble lógica del compartir (por ejemplo Facebook con sus likes y amigos). El compartir es un proceso de segundo orden, pues se comparten todos los datos e informaciones a través del propietario de un Sandbox-Container en la página web de un Back-Ends (Google, Apple, Facebook, etc.) para desarrollar perfiles publicitarios óptimos. 3) Los Smartphones y el entorno digital que le rodea, es decir el Internet, se diseñan y construyen de forma complementaria[27]. El desarrollo y uso del software debe corresponderse con el diseño del hardware para una complementación óptima de las aplicaciones predeterminadas y los dispositivos que la utilizan.

Estos factores tienen una repercusión social y política, además de producir un campo de tensión entre los diversos actores que conforman ese ecosistema tecno-social. Por una lado, los usuarios diseñan a partir de sus experiencias con la tecnología espacios sociales, proyectos de vida y de trabajo a partir de sus iniciativas individuales y colectivas. Por otro, podría decirse que los consorcios de internet utilizan softwares de base común con una función mercantil e ideológica. Estos sofwares son utilizados para el monitoreo, la vigilancia, el control social, etc. En este aspecto plantean los investigadores Ulrich Dolata y Jan-Felix Schrappe que los consorcios de internet hoy están actuando como instituciones sociales, pues regulan el mercado y establecen nuevas formas de acción individual y colectiva. Esto lo realizan mediante especificaciones técnicas, funciones y operaciones digitales, así como a través del uso de algorítmos que organizan y estructuran el comportamiento de los usuarios[28].

El desarrollo de habilidades individuales y competencias mediáticas es un factor esencial en la conformación de una ciudadanía digital. La práctica cultural de lo usuarios puede verse como una estrategia desde de la cual los consumidores adaptan el uso de la tecnología a la dinámica de la vida cotidiana. En la esfera pública y en la privada, el consumo se constituye en un espacio común en el que diferentes clases sociales y grupos etarios compiten por la apropiación de un producto social. Siempre y cuando, el consumo de bienes y mercancías se corresponda con las demandas crecientes de varios sectores de la sociedad. El sociólogo español Manuel Castells plantea que “(…) el consumo es un sitio donde los conflictos entre clases, originados por la desigual participación en la estructura productiva, se continúan a propósito de la distribución y apropiación de los bienes”[29].  Por su parte, Néstor García Canclini nos dice que “(…) consumir es participar en un escenario de disputas por aquello que la sociedad produce y por las maneras de usarlo”[30]. Parafraseando a García Canclini (1992), el consumo tampoco es un canal para imponer condiciones o restricciones políticas previamente determinadas, sino un espacio en el que los actores sociales se pelean por los productos generados socialmente y cómo se usan. De esta manera, el consumo abre un espacio social donde el uso de la tecnología y de medios digitales interactivos permiten la participación cultural. La importancia del consumo reside en que a través de él, los individuos incorporan demandas socialmente compartidas a su vida cotidiana. Demandas que se modifican por la recepción y apropiación de bienes, así como mediante la constitución de estrategias de vida y autogestión de la información. La participación cultural “(…) es un proceso formativo de respeto a la pluralidad, sin discriminación de culturas, implica reconocer diversas identidades culturales a partir de rasgos, prácticas y cosmovisiones comunes de grupos en contextos de democracia cultural. Donde los sujetos implicados, desde su diversidad, deben asumir roles protagónicos en procesos de creación, gestión y consumo de los bienes culturales que se producen en la sociedad”[31].

Un término muy discutido hoy en las ciencias de la comunicación, que pretende abarcar la diversidad de formas de distribuir, archivar y consumir información, así como el diseño de una comunicación digital basada en el uso de los medios en la infoesfera, es el de digitalidad. El término se deriva de los estudios sobre Digital Humanities[32], que desde hace algunos años, vienen realizando investigaciones interdisciplinarias en el análisis de la correlación entre las ciencias sociales y las humanidades con la informática. Antes de definir el concepto de digitalidad, resalto nuevamente la idea de Luciano Floridi, de la comprensión del mundo que habitamos y experimentamos como un lugar informacional.

Digitalidad denota la condición de vivir en una cultura digital[33], desde la cual se generan procesos de conexión en red entre lo analógico y lo digital[34]. Esta condición intenta resaltar la importancia de la plasticidad de los formatos digitales y la manera en la que expresan nuevas formas de tratar con la representación y el consumo de información. La mediación de estos procesos se da dentro de la cultura mediática que habitamos, en la ambivalencia de lo digital al estructurar la memoria y el archivo (software) desde una base material (hardware). Esta organización permite un acercamiento radicalmente nuevo a la cultura. Para Felix Stalder el término expresa

(…) el conjunto de relaciones que hoy constituyen la base de la infraestructura de las redes digitales en la producción, el uso y la transformación de bienes materiales e inmateriales, así como en la constitución y coordinación de las acciones individuales y colectivas. El objetivo aquí no es tanto centrarse en el dominio de una clase particular de artefactos tecnológicos, como las computadoras, sino más bien distinguir lo »digital« de lo »analógico«, lo »inmaterial« de lo »material«[35].

El cambio mediático-cultural que nuestras sociedades hoy experimentan se realizan sobre la base de la digitalización. Los procesos de digitalización se refieren a la transformación de la vida económica, política, social, laboral, pública y privada mediante el uso de formatos digitales y analógicos. Estos formatos son estructurados en sistemas técnico-digitales, mientras que el procesamiento de la información se realiza en función del uso de dispositivos técnicos. Esta idea no es quizás un elemento novedoso, ya que el papiro y el libro pueden entenderse también como dispositivos técnicos. La novedad de nuestra cultura mediática es que se produce una transición de una comunicación asistida por computadora hacia una comunicación técnica digitalizada e interconectada en la red. Los usuarios deben apropiarse de esta forma de comunicación desarrollando sus competencias mediáticas. La codificación de  nuestra cultura mediática se genera por la digitalización y las crecientes mediaciones de los procedimientos tecnológicos que penetran de manera rápida y profunda los procesos políticos, culturales y sociales. Principalmente porque un uso productivo de la tecnología requiere no solo una perspectiva técnica, sino también una antropológica, que enfatice el lugar y la relación entre la técnica y el hombre.

Los argumentos descritos y analizados en el artículo pretenden enfatizar que para la conformación de una ciudadanía digital, los usuarios deben expandir y moldear sus competencias mediáticas para llevar a cabo su práctica cultural en la infoesfera. Mediante el consumo y la participación cultural ellos mismos conforman las condiciones que le permiten habitar una cultura digital, incluso cuando el accionar de los consorcios de Internet determinen sus hábitos y comportamientos de consumo. Si bien el término digitalidad aquí define esta condición, pues de lo que se trata es de comprender que lo digital no excluye a lo analógico, sino que ambos son parte esencial y no separable de nuestra cultura mediática. Los procesos comunicativos en la infoesfera llevan implícito la complementariedad del significado en el uso de medios digitales interactivos y el medio en sí mismo como una experiencia vivida, no como mensaje.

En este sentido, incluye el término digitalidad como condición de vivir en una cultura digital, aquellas formas diversas de mezclar, recombinar y penetrar procesos políticos y fenómenos sociales en el momento del intercambio cultural que establecen los usuarios en su accionar en la red. No solo entre ellos mismos, sino también con las políticas culturales y los consorcios de Internet. Estos elementos generan un campo de tensión entre tradición y modernidad, donde no solo la mezcla, sino la confrontación de intereses personales y grupales con las decisiones de las instituciones políticas y sociales, cuestionan si es posible la constitución de una ciudadanía digital a partir de factores culturales heterogéneos.

CONCLUSIONES

En relación con el tema del mal y sus potencialidades en la conformación de una ciudadanía digital, se puede concluir que la recepción y adaptación de nuevos valores culturales que los usuarios realizan en el entorno digital, tiene lugar de manera violenta. Los consorcios de internet imponen ciertas formas de actuar, de consumir y de participar a través de gadgets, cookies, algoritmos y programas que vigilan, monitorean y condicionan la actividad de los usuarios en la red. Los mismos usuarios de las tecnologías digitales delegan la toma de decisiones en los dispositivos electrónicos y digitales, por ejemplo a través del uso de diversas aplicaciones (alarmas, calendarios, block de notas, smileys y emoticones que expresan emociones falsas, foros temáticos, etc.). La noción de digitalidad, como la condición de vivir en una cultura digital, implica cierta intencionalidad en la individuación de los procesos comunicacionales que tienen lugar principalmente en las redes sociales; pues las corporaciones, los consorcios de internet, las instituciones y los estados transforman aquellos fenómenos y procesos culturales que pretenden implementar nuevas formas de participación ciudadana –sean éstas sociales, políticas o económicas– en meros negocios. Quizás las diversas prácticas mediáticas de los usuarios puedan entenderse aquí como otra forma de resistencia cultural dentro de la pragmática de la vida cotidiana. Una cultura mediática lleva consigo una pérdida cultural, debido a que en el entorno digital se desaprenden conductas sociales establecidas para reproducir valores adquiridos, así como prácticas heterogéneas y cambiantes, que homogenizan el uso que hacemos de los medios digitales.

El acercamiento sucinto y explicativo del artículo a los términos ciudadanía digital y digitalidad en los marcos de una cultura mediática, pretende resaltar hasta qué punto los procesos y fenómenos en la infoesfera tienen una influencia política y cultural marcada en la transformación técnica de nuestras sociedades. Los elementos descritos ejemplifican la relevancia de la acción humana y su relación con la tecnología. Un cambio mediático-cultural implica una modificación radical de todas las áreas de la convivencia social y cultural. Desde un punto de vista político, conlleva el diseño de una ciudadanía digital un movimiento hacia nuevos hábitos, creencias, formas de pensar, así como hacia la implementación de acciones públicas y privadas en el momento de la interacción entre las personas. La comunicación se realiza aquí como una práctica cultural que se define a través de las mediaciones entre el uso de la tecnología y los diversos factores que condicionan el acceso, el consumo y el comportamiento de los usuarios. La noción de digitalidad como condición y construcción cultural, viene a reorganizar nuestra percepción del entorno digital en su relación con el mundo analógico. El contexto en el que las tecnologías digitales dan forma a una cultura del uso, no depende solo del actuar de los usuarios en el entorno digital, sino de un conglomerado de bits de información con una dimensión existencial (algorítmos) y estética (percepción de una realidad informática a través del display del Smartphone). Estos elementos influyen y configuran la relación básica entre hombre y técnica, y en última instancia problematizan aquellos procesos y aspectos culturales que nos llevan a cuestionarnos ¿a qué cultura mediática se hace referencia?


Notas

[1] Véase Luciano Floridi, Die 4. Revolution. Wie die Infosphäre unser leben verändert (Berlin: Suhrkamp, 2015), 63.

[2] Véase Floridi, Die 4. Revolution, 63.

[3] Véase Luciano Floridi, Information. A very short introduction (New York: Oxford University Press, 2010).

[4] Véase Andreas Hepp, “Differentiation, Mediatization and Cultural Change,” en Mediatization Concepts, Changes, Consequences, coord. Knut Lundby (New York: Peter Lang, 2009), 135-154.

[5] Véase Frank Hartmann, Medienmoderne. Philosophie und Ästhetik (Wiesbaden: Springer, 2018), 147.  

[6] Véase Geert Lovink, Zero Comments. Elemente einer kritischen Internetkultur (Bielefeld: Transcript Verlag, 2008). Michel Serres, Erfindet euch neu! Eine Liebeserklärung an die vernetzte Generation (Berlin: Suhrkamp, 2013).

[7] Véase Bert te Wildt, Medialisation. Von der Medienabhängigkeit des Menschen (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 2012). Sherry Turkle, Alone Together: Why We Expect More From Technology And Less From Each Other (New York: Basic Books, 2012). 

[8] Véase Manuel Castells, La Galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresa y sociedad (Madrid: Areté, 2001). Heather Horst y Daniel Miller, The Cell Phone: An Anthropology of Communication (Oxford: Berg Publishers, 2016). Mirca Madianou y Daniel Miller, Migration and New Media: Transnational Families and Polymedia (London: Routledge, 2012). Daniel Miller y otros, How the World Changed Social Media (Why We Post) (London: UCL Press, 2016).

[9] Véase Vilém Flusser, Medienkultur (Frankfurt am Main: Fischer, 2008).

[10] Vilém Flusser, Kommunikologie weiter denken. Die Bochumer Vorlesungen (Frankfurt am Main: Fischer, 2009).

[11] Régis Debray, Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente (Barcelona: Paidós,1994).

[12] Hartmann, Medienmoderne.

[13] Floridi, 64.

[14] Véase Marshall McLuhan, The Gutenberg Galaxy. The Making of Typographic Man (Toronto: University of Toronto Press, 1962).

[15] Véase Lee Rainie y Barry Wellman, Networked. The New Social Operating System (Massachusetts: MIT Press, 2012).

[16] Rainie y Wellman, Networked.

[17] Walter J. Ong, Oralität und Literalität. Die Technologisierung des Wortes (Opladen: Westdeutscher, 1987), 136.

[18] Véase Marshall McLuhan y Bruce R. Powers, La aldea global (Barcelona: Gedisa, 1995).

[19] Daniel Miller y Don Slater, The Internet: An Ethnographic Approach (Oxford: Berg, 2000), 14.  

[20] Hartmann, 144.

[21] Terry Heick, “The Definition Of Digital Citizenship,” Teachthought. https://www.teachthought.com/the-future-of-learning/the-definition-of-digital-citzenship/ (consultada el 16 de marzo de 2020).

[22] Martin Emmer y Marlene Kunst, “Digital Citizenship Revisited: The Impact of ICTs on Citizens’ Political Communication Beyond the Western State,” International Journal of Communication 12 (2018): 2193.

[23] Véase Andreas Hepp, “Kommunikative Aneignung,” en Handbuch qualitative Medienforschung Mikos, coords. Lothar Mikos y Claudia Wegener (Konstanz: UTB, 2005), 67-79.

[24] Véase Mike Ribble y Gerald Bailey, Digital Citizenship in Schools (Washington D.C.: International Society for Technology in Education, 2007).

[25] Felix Stalder, “Die Kultur der Digitalität und die Kulturpolitik,” Kulturpolitische Mitteilungen 160 (2018), 44.  

[26] Véase Ulrich Dolata y Jan-Felix Schrape, Kollektivität und Macht im Internet. Soziale Bewegung-Open Source Communities-Internetkonzerne (Wiesbaden: Springer, 2018).
Wolfgang Hagen, “Anästhetische Ästhetiken. Über Smartphone-Bilder und ihre Ökologie,” en Smartphone Ästhetik. Zur Philosophie und Gestaltung mobiler Medien, coord. Oliver Ruf (Bielefeld: Transcript, 2018), 75-104.

[27] Hagen, “Anästhetische Ästhetiken,” 83.  

[28] Dolata y Schrape, Kollektivität und Macht im Internet.

[29] Manuel Castells, La cuestión urbana (Madrid: Siglo XXI, 1974), 44.

[30] Néstor García Canclini, “El consumo sirve para pensar,” en Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización (México: Grijalbo, 1995), 43. 

[31] Pedro Emilio Moras Puig, “Consumos culturales, medios de comunicación y nuevas tecnologías en Cuba,” http://alas2017.easyplanners.info/opc/tl/1184_pedro_emilio_moras_puig.pdf  

[32] Véase David M. Berry, Understanding Digital Humanities (London: Palgrave Macmillan, 2012).

[33] Véase Nicholas Negroponte, Being digital (Great Britain: Hodder & Stoughton, 1995).

[34] Véase Felix Stalder, Kultur der Digitalität (Berlin: Suhrkamp, 2016).

[35] Stalder, Kultur der Digitalität.


Referencias

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