Eric Rodríguez Ochoa

Maestrante en Pensamiento Crítico y Hermenéutica por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Imparte seminarios de autor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

RESUMEN

La política tiene su propio objeto de estudio: la democracia. Las formas de gobierno, leyes, etc., son parte del campo semántico de la disciplina, pero, básicamente, su objeto, es el análisis de la igualdad. En esta reflexión hablaremos respecto a la noción de policía y política en Jacques Rancière. Así, el presente ensayo analiza la cuestión política en la democracia (mexicana) y se estructura a partir de 3 ejes: 1) La consideración del desacuerdo, 2) discordancia política en donde se analiza la política, policía y 3) cómo se han configurado en una red ideológica llamada democracia y su instauración de una agenda hegemónica y “los silenciados políticos” como manifestación del estado salvaje e imperialista del control político de las tendenciosas propuestas de las denominadas izquierdas políticas.

PALABRAS CLAVE: democracia, estado, política, ficción, libertad, igualdad, desacuerdo, silencio.

ABSTRACT

Politics has its own object of study: democracy. The forms of government, laws, etc., are part of the semantic field of the discipline, but, basically, its object is the analysis of equality. In this reflection we will talk about the notion of police and politics in Jacques Rancière. Thus, this essay analyzes the political question in (Mexican) democracy and is structured around 3 axes: 1) the consideration of disagreement, 2) political disagreement where politics, police and 3) how they have been configured are analyzed. In an ideological network called democracy and its establishment of a hegemonic agenda and “the politically silenced” as a manifestation of the savage and imperialist state of political control of the tendentious proposals of the so-called political left.

KEYWORDS: democracy, state, politics, fiction, freedom, equality, disagreement, silence.

PROLEGÓMENO

El paso del sujeto trascendental como hacedor de la historia, al sujeto como hacedor (y comunicador) derealidades, puede explicarse, en lo superficial, por lo que la posmodernidad trajo consigo, a saber: “la incredulidad con respecto a los metarrelatos. Ésta es, sin duda, un efecto del progreso de las ciencias; pero ese progreso, a su vez, la presupone al desuso del dispositivo metanarrativo de legitimación que corresponde especialmente a la crisis de la metafísica y la de la institución universitaria que dependía de ella” [1].

De manera que si las filosofías políticas modernas se constituyeron a partir de la categoría de la historia, ellas recurrieron al gran relato de la emancipación del sujeto por vía de la razón: fundamento de la reflexión trascendental. Y ello funcionaba como valor de verdad porque se inscribía en el consenso.

En la perspectiva de una unanimidad posible de los espíritus razonantes: ese era el relato de las Luces, donde el héroe del saber trabaja para un buen fin épico-político, la paz universal. En este caso se ve que, al legitimar el saber por medio de un metarrelato que implica una filosofía de la historia, se está cuestionando la validez de las instituciones que rigen el lazo social: también ellas exigen ser legitimadas. De ese modo, la justicia se encuentra referida al gran relato, al mismo título que la verdad [2].

Pero todavía hay algo más. En este giro al sujeto posmoderno hacedor de realidades, hay un gran recurso teórico: el desplazamiento del historicismo por la historicidad, como categoría de análisis del espacio histórico.

Así, con la historicidad, en el campo de lo político abordado como un lenguaje, se abre la posibilidad de comprender no sólo el sujeto, sino también el poder, en referencia a la verdad. De ahí que en la segunda década del siglo XX, el enfoque analítico del discurso en las humanidades y en las ciencias sociales se haya extendido a la cognición social y ciencias políticas y sociales, donde ha alcanzado “un punto en su desarrollo en el que puede empezar a hacer aportaciones serias al análisis de estructuras, conflictos y problemas sociales complejos como por ejemplo, los del poder” [3].

Es en el campo del poder donde se inserta el gran tema de la democracia. Y si en este campo los análisis contemporáneos plantean que “las teorías democráticas necesitan ser revisadas [lo que puede] originar instrumentos conceptuales apropiados para alcanzar una mejor teoría de la democracia” [4], se entiende que es posible emplear el discurso como instrumento de análisis, para revisar la noción de sujeto en relación al (nuevo) poder político al que se aspira en esta coyuntura mundial actual: la democracia [5].

Así, los estudios del discurso iniciados en la década de los sesentas abarcan hoy muchas disciplinas, desde luego la lingüística como campo mayor: derecho, psicología, procesamiento computacional de información, etnografía, antropología, análisis conversacional (AC), sociología, comunicación, medios masivos de difusión, educación, semiótica, literatura, retórica, gramática del discurso, lingüística computacional, periodismo, estilística, estudio del  lenguaje con fines especiales (LFE), historia, entre otras. Por ello, “prácticamente no existe disciplina de las humanidades y las ciencias sociales que no tenga que ver con el discurso, aunque desde diferentes perspectivas” [6].

Como quiera que enfoquemos el estudio del lenguaje: gramatical, textual, sintáctico, semántico, pragmático, estructural, así como desde cualquier disciplina: estructuralismo, hermenéutica del lenguaje, retórica, etc., es un hecho que actualmente el discurso es uno de los campos que ha tomado un lugar relevante en el estudio del lenguaje.

Dichas nociones se oponen por tanto a cualquier gramática de la oración, en el sentido de que su secuencia en ésta sigue siendo lineal y, sobre todo, llevan a plantear que los textos no sólo tienen relaciones locales o microestructurales entre las oraciones subsecuentes, sino que también tienen estructuras generales que definen su coherencia y organización global [7]. En el siguiente apartado, se hablará sobre el silencio en la noción de política de Rancière.

DE LAS CONSIDERACIONES DE LA IDEA DE POLÍTICA, AL SILENCIO COMO MANIFESTACIONES POLISÉMICAS

La democracia moderna puede analizarse desde la perspectiva de una doble naturaleza. Por un lado, es un régimen institucional basado en el Estado de derecho, que garantiza derechos y libertades a todos sus ciudadanos. De otra parte, la democracia es un movimiento continuo de igualación y empoderamiento de los individuos que componen la sociedad. En lo último, es decir, la democracia, nunca es un hecho. Así, más allá instituciones modernas de gobierno representativo, los ideales democráticos siempre reafirmados son llevados por una fuerza política, a menudo conferido a ésta, una función eminentemente crítica frente a la democracia.

Un trato hipotético y, en el nivel general de las ideas, la política surge como una herramienta que intenta justificar el orden de los ciudadanos y la desigualdad. La política surge como la voz de quienes tienen privilegios y quienes no la tienen. Para unos, preserva su sistema-mundo, para otros, es seguir leyes, instituciones como formas de proceder y en reclamo de lo que no se tiene. Es la ficción de (tener) y no ser (no tener) [8]. “La democracia es gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo…no es asunto de un solo hombre o grupo de gobernantes, es asunto de todos” mencionó el 23 de noviembre del 2019 en Chilapa de Álvarez, en Guerrero, el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

La finalidad de la política es el supuesto de lo que se ha considerado como “igual”. Por ejemplo, en la democracia de Pericles, en palabras de Tucídides: “Todos los hombres son iguales” [9] (menos los esclavos y las mujeres) pero ¿qué es “igualdad”?. Si la entendemos desde la lógica aristotélica, lo igual es el predicado de otras relaciones que son simétricas, reflexivas y transitivas. Sin embargo, Rancière entiende que aún hay igualdad en lo desigual, porque si partimos de que lo igual no existe, damos por entendido que sí hay desigualdad, diferencia. Pero desde la teoría del autor, donde se sitúa su reflexión, considera que la estructura de lo desigual parte de una base igualitaria.

En otras palabras, en la relación amo-esclavo (una relación hegeliana que da cuenta del otro, el otro es el que me permite existir y que después adoptará Lacan) la base igualitaria es una base prioritaria donde se sitúan las relaciones desiguales. Rancière considera en su libro: el desacuerdo, que en una sociedad el mandato es acatado por alguien inferior, he allí la igualdad, esta no cambia porque quien manda, manda a un subordinado [10].

El autor considera que en la cuestión política y social, no es el consenso una característica de las políticas sino el desacuerdo. En sus investigaciones, separa dos conceptos, a saber: policía/vigilante y política/ desacuerdo. Lo que trata la ciencia política como política o lo político para Rancière, no es más que vigilante. No refiere, el autor, solamente a la policía uniformada que patrulla la zona vigilando el cumplimiento social de las leyes, sino a una policía entendida como un orden sistemático que legitima una dominación, en donde se les hace creer a quienes están fuera de este sistema que son incluidos en igualdad de condiciones.

En las elecciones, parafraseando al autor, la sociedad juega un papel paupérrimo en el juego discursivo y las relaciones de poder. Las fuerzas políticas se ajustan y reajustan, pero dentro del discurso político hegemónico dominante se les hace creer a los votantes que son actores fundamentales para una democracia. Si pensamos en la democracia mexicana, no es “el triunfo del pueblo” lo que hizo posible el cambio de gobierno, sino el reacomodo discursivo de dominación que se justifica y justificó con los actores sociales. El pueblo no quita y el pueblo no pone, sólo ocupa un lugar marginal en las posiciones de un sistema policial que valida la conformación de su gobierno. Los silenciados, no son más que la historia del reacomodo policial, vigilante, quienes hacen ruido.

Rancière se percata de que diversas posturas existen por la propia naturaleza de la política. Por una parte existen las teorías marxistas que hablan de la política como organización de los recursos de un estado y por la otra, las teorías del liberalismo económico y la apertura al mercado. Sin embargo, la esencia de la política debiera ser el trasfondo para que los recursos que una sociedad produce se distribuyan de forma más justa. En este sentido, la política pasa a ser una administración que determina la distribución de los bienes que la misma sociedad produce. Quizá algo no alejado a lo que pretendía Foucault, al mencionar que la esencia de la vida consiste después de todo, en el funcionamiento político de la sociedad en que nos encontramos [11]. 

En esta perspectiva, la política podría confundirse con una cuestión más administrativa, pero Rancière no dirige su pensamiento a la administración, sino más bien a repartir a cada quien lo que le toca desde lo que produce con el ejercicio de libertades. Los recursos se distribuyen en proporción a las propiedades o en relación con las fuerzas o las capacidades productivas que tiene cada quien. Desde esta perspectiva, si alguien dedica determinado tiempo de trabajo a la producción de ciertos bienes, se considera que ellos le pertenecen naturalmente (Locke) [12]. La distribución de los recursos se hace de forma natural por el trabajo, la producción y el régimen de propiedad. El problema de la política sería entonces, pensar cuáles son los derechos o libertades que todos debieran respetar y hasta dónde puede ir un poder con su fuerza en contra o a favor de esos derechos y de esas libertades.

Cuando surge un sector en la sociedad que no es reconocido como parte silenciada, actúa y habla para demandar reconocimiento, entonces, se instaura la política como un desacuerdo [13]. Ésta, en consecuencia, surge siempre como una especie de fractura en el orden social establecido. Dada una división de las partes que ya está instaurada, reconocida e incluso consensuada, la política siempre viene a romper con esta estructura dada, a poner de manifiesto una fractura y a plantear una reestructuración.

Dice Rancière que la política es la actividad que tiene por principio la igualdad, y el principio de la igualdad se transforma en distribución de las partes de la comunidad en el modo de un aprieto [aporía]: ¿de qué cosas hay y no hay igualdad entre cuáles y cuáles? ¿Qué son esas ‘qué’, quiénes son esas ‘cuáles’? ¿Cómo es que la igualdad consiste en igualdad y desigualdad? Tal es el aprieto propio de la política por el cual ésta se convierte en un aprieto [aporía] para la filosofía, un objeto de la misma [14].

La política, así definida, produce una disolución desde el abordaje social. El conflicto político, para Rancière, ¿en qué consiste? Es la rigidez entre un cuerpo (social) desde una estructura la que tiene el reconocimiento (policía) y la parte que no la tiene, silenciada (política- desacuerdo). Desde este sentido, la fundamentación es: ¿desde dónde se parte la igualdad, los hombres iguales ante la ley? No sólo es un proceso histórico que comenzó en Francia, de hecho, podemos pensar que es una antigua dialéctica que ha trascendido desde lo que se ha conocido como el trono y el altar, la lucha que se convirtió en la asamblea francesa, siglos después, como “derecha e izquierda”. En el país donde nace los derechos humanos y la igualdad, no tiene nada o poco de igual y si es igual es igual, a una estructura: el reconocimiento del régimen de aquellos a los que se quiere reconocer no a los que se puede, la igualdad de principio de todos los hombres en tanto seres que se valen de la palabra.

EL ESPACIO DEL SILENCIO POLÍTICO

El silencio se define generalmente por lo opuesto al habla (hecho de no hablar, quedarse sin hablar; no expresar su opinión, no responder, no devolver la palabra.) o ruido (ausencia de ruido, agitación; interrupción del sonido, que se prolonga, un momento en donde hay ausencia de silencio). El silencio no es necesariamente sin sentido. Se percibe de manera diferente según los tiempos y culturas.

Entonces se puede interpretar de manera diferente: la respuesta por el silencio no tiene el mismo significado en todas partes. Sin embargo, hay un consenso: una carencia de un ruido o de un acto del habla como lo planteó, Searle [15]. El silencio finalmente se valora o deprecia según las circunstancias: precisamente donde conviene hablar, y otras donde conviene guardar silencio. Hay silencios que son protestas, el silencio como protesta es la manifestación de un ruido incesante a la insensibilidad, la falta de transparencia, cultura del secreto, ocultando información a quienes deberían hablar, para apoyar a quienes “sufren en silencio”, para denunciar el crimen, el genocidio, la dictadura, la injusticia o censura, cuando la sociedad es “silenciada”[16].

Estas diferentes expresiones, que orientan la palabra silencio en direcciones opuestas, también son utilizadas en el campo político: los estudios sobre el corpus posiblemente podrían destacar las características específicas del silencio en la política. Si los silencios son multifacéticos y polisémicos, el silencio y el habla siguen siendo inseparables. Ciertamente, es necesario romper la regla del silencio, de sometimiento por un discurso. Se impone un “ruido político” “por otro ruido político” pero, ¿en qué momento se nos ha permitido estar en silencio? [17]. Las propagandas de las transformaciones políticas, el discurso a los que menos tienen, los anuncios de que ya no hay impunidad, no hay corrupción, el adoctrinamiento de que existe un “algo” denominado “la cuarta transformación”, la ideología dominante de derecha e izquierda que impera en los medios masivos, etc., no hay espacio al silencio político.

Pensamos en el análisis de silencios en duelos, debates y conversaciones políticas. Pausas silenciosas, símbolos de poder para el hablante dominante. El silencio político es el de un hombre prudente, que se cuida, se comporta con circunspección, que no se abre siempre, quien no dice todo lo que piensa, quien no siempre explica su comportamiento y sus designios; que sin traicionar los derechos de la verdad, no siempre responde con claridad para no dejar descubrir, es lo que se ha dicho, observamos allí al silencio como prudencia.

La comunicación, la acción y la evaluación de los sujetos sociales, cómo se determinan los derechos de cada quien en la situación de desacuerdo, se pone en litigio tanto el objeto de la discusión como la calidad de quienes están en condiciones de litigar. El desacuerdo es también sobre ejercer una voz en un ruido que se ha establecido como hegemónico, ante un silencio con diferentes polisemias: un silencio que, como se observó anteriormente, de protesta, de prudencia, de complicidad, o como Rancière sugiere, de quiénes pueden y tienen derecho a hablar porque han sido silenciados, he aquí el silencio como una manifestación del desacuerdo [18] al ejercicio de la vigilancia política (bulla).

Rancière analiza dos conceptos lógicos como política y policía que forman acciones heterogéneas. Por un lado, la policía (la que toma de referencia de los análisis de Foucault) separa el discurso de lo que se ha considerado como ruido, escándalo, lo innombrable. La política hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como ruido. Desde la construcción discursiva de la política de Rancière, esta es un movimiento que pretende deshacer el orden establecido de la policía. Para ello es necesario que aparezca el desacuerdo, y junto con él lo que he denominado: el espacio de la política a partir de un acto litigioso, en cual se lleve a cabo una ruptura que conduzca a una nueva representación del espacio donde se definen y reparten los reacomodos del funcionamiento estatal.

La interpretación de los silencios [19] depende, por tanto, de datos contextuales que puedan comunicarles un significado complejo. Si pensamos en lo que menciona Rancière, el silencio es entonces político en al menos un par de instancias, a saber: da contenido a la protesta anunciada de los “incontables”, pero también dramatización, por su condición de silenciados que han sido objeto de estudio de las cópulas intelectuales. 

Así, la política aparece cuando el orden de la dominación es interrumpido. Los “excluidos” e “invisibles/silenciados” hacen público “la parte de los sin parte” en el corazón de ese orden policial. Es esta revelación la que subvierte el orden y nos ubica ante la política, bajo el argumento o principio de igualdad: somos todos iguales. Hasta que esos excluidos no hacen público ese argumento no representa una amenaza para el orden policial.

Rancière recurre a la noción de desacuerdo como el encuentro de dos lógicas incompatibles que entran en conflicto. El desacuerdo es una situación, un proceso de argumentación, en el que está en pugna la significación y que no se reduce al acto del habla, sino a todo tipo de acto público. Lo que Laclau sintetiza en la dislocación, Rancière en el descuerdo: es límite y posibilidad al mismo tiempo, sostiene el autor: “Hay política porque quienes no tienen derecho a ser contados como seres parlantes (ruido) se hacen contar entre estos e instituyen una comunidad por el hecho de poner en común la distorsión, que no es otra cosa que el enfrentamiento mismo” [20].

Así mismo, al igual que Castoriadis y Laclau, la política tiene un carácter único, puede aparecer en cualquier rincón de lo social y los sujetos políticos son “desclasificados”. El surgimiento de los sujetos políticos requiere una identidad negativa junto con la fundación de un sujeto a partir de un daño (un sujeto negado u olvidado por la comunidad) que sostiene un argumento de igualdad. “No hay política solamente porque los pobres se opongan a los ricos” [21]. Antes bien, hay que decir sin duda que es la política –esto es, la interrupción de los meros efectos de la dominación de los ricos– la que hace existir a los pobres como entidad en un espacio donde el ruido del discurso político emerge como una doctrina, la cual ha sido y es.

Es importante señalar que para Rancière la igualdad es una idea universal que configura la política, y en este sentido, la política sólo comprende a las luchas democráticas-populares que giran en torno a la igualdad y la búsqueda de la emancipación. Esto puede ser considerado una limitación de su análisis. Este autor identifica lo político con las prácticas emancipadoras y reduce la política a un tipo específico de luchas que son aquellas que se basan en el principio de la igualdad –que se podrían denominar luchas “democrático-populares”– y la idea de política como hemos observado es una lucha entre silencio y ruido: hablar vs. callar.

SILENCIO VS. RUIDO: LA POLÍTICA IMPRUDENTE

Ahora bien, como la alternativa o respuesta que se contrapone al orden policial, surge la política, la cual es entendida por Rancière como una fisura en el orden policial de la dominación que se manifiesta en un desacuerdo. La política no es pues, votar o esperar a ser consultados, sino hacerlo cuando no se tenga el llamado. Si es votar, dejar de hacerlo, modificar el rumbo del sistema policial. Es romper el silencio cuando se ha querido mantener el mismo. Callar cuando no se tenga que callar. Hablar, cuando no se tenga que hacer, ¿es imprudente? La política mexicana es imprudencia, en este país, en este gobierno actual, como los anteriores, la lógica de gobernar es: “Educar a un pueblo en la austeridad desde el discurso. Sin praxis, se convierte en religión” [22].

Estas dos fuerzas (policía y política) se contraponen: desde otra lectura a los conceptos del autor; la policía que pretende pasar como política se distribuye en legitimaciones. Rancière define a la policía como “…conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares, funciones, y los sistemas de legitimaciones de esta distribución” [23].

Si pensamos en la distribución de la política como se concibe, la democracia, no es ni será un asunto de iguales, pero la ideología “igualitaria” ha hecho creer que es así. No hay, lo he mencionado, igualdad. ¿Qué es igualdad?, ¿qué dice? es puramente, generalidad. La democracia tiene parte de esta abstracción desde el entendimiento de Pericles: “Todos los hombres son iguales, menos los esclavos” [24], pero los primeros críticos de la democracia, fueron Platón y Aristóteles [25]. En la República, Platón considera que la democracia es, de todas las formas perfectas de gobierno, la imperfecta, y de las peores formas de gobierno, la mejor. La democracia es la voluntad del pueblo, pero, ¿cuál voluntad? ¿qué es voluntad del pueblo? No dice nada, la masa es amorfa, la voluntad no se sabe, no podríamos pensar siquiera que haya una voluntad. Pero, el sistema policial del que habla Rancière se impone sobre una posible voluntad, haciendo pensar y creer que el pueblo ha hablado, ha mandado, ha dicho, dirige, etc., lo que se ha considerado como: “los pobres”, “primero los pobres” [26]   son un botín político, porque quien vive en condiciones paupérrimas, se identifica pensando en que es un gobierno en donde se les da prioridad. La mayoría de los gobiernos políticos utilizan en menor o mayor medida la pobreza. No se puede acabar con la pobreza, es tautológico pensar que ya no habrá pobres combatiendo a la misma pobreza.

Hay política porque quienes no tienen derecho a ser contados como seres parlantes; se hacen contar entre estos e instituyen una comunidad por el hecho de poner en común el desacuerdo, que no es otra cosa que el enfrentamiento mismo, la contradicción de dos mundos alojados en uno solo: el mundo en que son y aquél en que no son, el mundo donde hay algo entre ellos y quienes no los conocen como seres parlantes y contables, el mundo donde no hay nada.

Para Rancière, reducir la democracia a una forma de sociedad –y además identificar esta forma de sociedad con el reinado de deseos ilimitados encarnados en un tipo de hombre– es de hecho una retórica contra la democracia, contra este lugar vacío de poder que permite que todos tengan el derecho. Esta incómoda situación hará que el nacimiento de la filosofía política, quiera recuperar la unidad de poder, de la ley y el conocimiento en la ciudad. Este patetismo político no es exclusivo de la modernidad, ya que es a la experiencia de la democracia ateniense a la que debemos las primeras expresiones, más precisamente por la experiencia y el juicio que Platón hará de ella. Según Rancière, éste se transmitirá entonces a la modernidad y tomará forma en el análisis de Tocqueville, que es parte de la continuidad del gesto teórico que anula la singularidad estructural, la democracia como un fenómeno social y colectivo de las propiedades de un tipo de hombre.

Jacques Rancière, considera que la política aparece con la afirmación de la naturaleza “antinatural” de la igualdad, que daña fundamentalmente el orden (en forma de empresa) basada en valores gubernamentales. El esquema de esta afirmación es democracia, que, como hemos visto, es la división de la naturaleza, el vínculo roto entre propiedades naturales y formas de gobierno. La política hace que se enfrenten procesos heterogéneos, que juntos forman lo político: el proceso (policía) y el proceso (igualdad). La policía luego hace la división entre modos de ver, decir y hacer: “es un orden de lo visible, lo que se dice, lo que significa que tal o cual actividad es visible y qué otra no lo es, que tal y tal palabrase escuche como discurso y tal otra como ruido” [27]. La política, por tanto, no es igualdad en sí misma, sino más bien la verificación de la igualdad. En este sentido, la política es inseparable de la policía/vigilante, ya que es la impugnación del intercambio de lo sensible por un discurso que verifica a la igualdad mediante un logos cuya naturaleza es eminentemente crítica del orden circundante.

APUNTES FINALES

Las diferencias entre política y policía que ha hecho Rancière, han incitado esta distinción entre política y policía, haciendo creer que actúan juntas y que la policía configura una especie de orden positivo que se ve interrumpido por la política, el cual adquiere en consecuencia, un carácter de acontecimiento, de exterioridad. Žižek llegará a mencionar que hay un abismo entre el orden (policial) y la intervención política que altera la función policial. Una de las cuestiones más interesantes del libro el desacuerdo de Rancière, es la posibilidad de encontrar una revolución que conecte de nuevo con la política, encontrando nuevas interpretaciones. Intentar liberar a la política, romper con el silencio de aquéllos que cuentan solo para fines. La política que hace ruido desde el silencio. Rescatar a los “invisibles” [28] a través del desacuerdo-político, del silencio-ruido, de lo que se ha llamado sistema de gobierno.


NOTAS

[1] Jean-François Lyotard, The Postmodern Explained Correspondence. Trad. Julian Pefanis y Morgan Thomas. (Minnesota: North American Editions, 1993) 23. El despliegue del sujeto se da en la historia desde el siglo XVIII; cuando se empezó a categorizar al hombre para entender su contexto desde la visión del metarrelato.

[2] Lyotard, The Postmodern Explained Correspondence, 123.

[3] Teun van Dijk, Hanbook of Discourse Analysis. Massachusetts: Blackwell Publishers, 2001) 182-184.

[4] Guillermo A. O’Donnell, Democracia, Agencia y Estado: Teoría con Intención Comparativa (Buenos Aires: Prometeo, 2010)15.

[5] Refiero a la democracia como un forma política que comenzó con Pericles en la edad de oro en Grecia. “Este sistema político se sustenta sobre una base igualitaria en la que todos toman decisiones en un gobierno para cumplir así con una finalidad: el bien común”. Claude Mossé, Historia de una democracia: Atenas (Desde sus orígenes hasta la conquista de Macedonia (Madrid: Ediciones Akal, 1987) 30.

[6] Van Dijk, Hanbook of Discourse Analysis, 43.

[7] cf. Van Dijk, Hanbook of Discourse Analysis, 60.

[8] Estas ideas son mías, y se encuentran en un nivel de generalización. A lo que refiero en la premisa: la ficción de (tener) y no ser (no tener), es la idea de que los ciudadanos tienen la libertad para ir a votar y son libres, en cuanto a la acción refiere. Pero cuando sólo es votar, para legitimar un proyecto de dominación, están siendo solo objetos de un Estado, para auto-referenciarse así mismo. ¿Acaso no mencionaba Salinas de Gortari “la política ficción”?

[9] Tucídides,  La guerra del Peloponeso (Barcelona: Gredos, 2000) 223.

[10] cf. Jacques Rancière, El desacuerdo. Trad. Horacio Pons (Argentina, Ediciones Nueva Visión: 1996) 229.  

[11] Armando Pereira, La Herencia de Foucault, pensar la diferencia (México: Ediciones el Caballito, 1987) 51.   

[12] José A. Robles. Correspondencia de (y sobre) John Locke. Trad. Carmen Silva (México: UAM, 1991) 113.

[13] cf. Rancière, El desacuerdo, 23.

[14] cf. Rancière, El desacuerdo, 23.

[15] cf. Gustavo Faigenbaum, Conversaciones con John Searle (Madrid: Libros en Red Ediciones, 2003) 49.

[16] cf. Eni Orlandi, Análisis de Discurso: principios y procedimientos. Trad. Elba Soto (Chile, LOM Ediciones, 2012) 61.

[17] Slavoj Žižek, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política. Trad. Jorge Piatigosky (Barcelona: Paidós, 2005) 126.

[18] cf. Jacques Rancière, El odio a la democracia. Trad. Irene Agoff (Argentina: Amorrortu, 2006) 254. Es pertinente saber que Rancière no “odia” al sistema democrático, sino que es una crítica a la aristocracia moderna que está en contra del régimen democrático.

[19] cf. Jacques Rancière, La democracia es el poder de cualquiera. Trad. Irene Agoff (Argentina: Amorrortu, 2007)101.

[20] Rancière, El odio a la democracia, 121.

[21] Rancière, El desacuerdo, 76.

[22] El subrayado es mío. Subrayo mis propias ideas en este párrafo para hacer énfasis en las prácticas políticas y el ruido como acto de rebeldía ante el silencio. Desde Grecia, Sócrates, hacía referencia al “joven rebelde” como un acto de no callar ante una inquietud del alma. La política de hoy no enseña dicha virtud, sino que adoctrina ideológicamente, desde el discurso imperante: la austeridad. Pero toda teoría sin praxis se convierte en una religión, a la espera de…, (No por nada la figura de un mesías). Theodor Adorno, Dialéctica Negativa (Madrid: Taurus, 1975) 75-80.

[23] Rancière, El desacuerdo, 43.

[24] Refiere un dilema silogístico tal concepto, pues, si admitimos que la democracia griega es que todas las opiniones valen por igualdad entre los hombres, menos la de los esclavos y mujeres; entonces no valen igual formando desigualdad. Giovanni Sartori, La política, Lógica y Método en las Ciencias sociales (México: FCE,2002) 107.         

[25] cf. Aristóteles, Política.Trad. Manuela García Valdés (Madrid: Gredos, 1993) VI,5,1279b.

[26] Aquí, refiero las palabras del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, quien hace referencia a que en la democracia, el pueblo manda y los pobres son primero, de hecho, en varios discursos (véase las redes sociales oficiales del gobierno) él menciona que ya no hay corrupción, y sí una “real democracia”.

[27] Rancière, El odio a la democracia,78.

[28] Exclusión, los incontables que cuentan sólo para legitimar algún proyecto que beneficie a unas minorías. Sí y sólo sí, se hacen escuchar los “invisibles” en ese momento, adquieren identidad. Ejemplo: existía una identidad no visible de la violencia hacia periodistas mexicanos, sólo cuando alzaron la voz y sus peticiones de protección porque los estaban asesinando, es cuando dejaron de ser invisibles y las miradas se centraron en su ente y los otros verifican, dan cuenta de su presencia y su existencia, la palabra enuncia la realidad.


REFERENCIAS

Aristóteles.Política. Traducido por Manuela García Valdés. Madrid: Gredos, 1993.

Faigenbaum, G. Conversaciones con John Searle. Madrid: Libros en Red Ediciones, 2003.

Lyotard, Jean-François. The Postmodern Explained Correspondence. Traducido por Julian Pefanis y Morgan Thomas. Minnesota: North American Editions, 1993.

Mossé, Claude. Historia de una democracia: Atenas (Desde sus orígenes hasta la conquista de Macedonia. Madrid: Ediciones Akal, 1987.

O’Donnell. G. Democracia, Agencia y Estado: Teoría con Intención Comparativa. Buenos Aires: Prometeo, 2010.

Orlandi. E. Análisis de Discurso: principios y procedimientos. Traducido por Elba Soto. Chile: LOM Ediciones, 2012.

Pereira, A. La Herencia de Foucault, pensar la diferencia. México: Ediciones el Caballito, 1987.

Rancière, J.  El desacuerdo. Traducido por Horacio Pons. Argentina: Ediciones Nueva Visión: 1996.   

Rancière. J. El odio a la democracia. Traducido por Irene Agoff. Argentina: Amorrortu, 2006.

Rancière. J. La democracia es el poder de cualquiera. Traducido por Irene Agoff. Argentina: Amorrortu, 2007.

Robles. J. A. Correspondencia de (y sobre) John Locke. Traducido por Carmen Silva. México: UAM, 1991.

Sartori. G. La política, Lógica y Método en las Ciencias sociales. México: FCE, 2002

Adorno. T.  Dialéctica Negativa. Madrid: Taurus, 1975

Van Dijk, T. Hanbook of Discourse Analysis. Massachusetts: Blackwell Publishers, 2001.

Žižek, S. El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política. Traducido por Jorge Piatigosky. Barcelona: Paidós, 2005.