Rayner García Hernández

Doctor en Filosofía por la Bauhaus-Universität, en Weimar

RESUMEN

Las estrategias de innovación de los consorcios globales de Internet y el uso diario de la tecnología digital, desde finales de la década de los años 1990 y principios de los 2000, describen e ilustran la transición del Internet cultural a uno netamente comercial. En vista de la creciente digitalización y mediatización de la vida cotidiana, los consorcios de Internet no sólo diseñan y crean ofertas, infraestructuras y modelos de mercado, sino también estructuran las opciones de comunicación de los usuarios al regular el acceso a la red y centralizar el poder estableciendo prácticas de control en las plataformas digitales. Éstas se erigen como modelos de negocio en las que mediante su uso, cada aspecto de la vida social es propenso a ser expuesto, dilucidado y gestionado. Considerando algunas de las formas de comunicación y las prácticas mediáticas, el artículo propone un acercamiento al término economía de plataformas para analizar la relación fundamental entre éstas y sus usuarios. Todo acto comunicativo lleva implícito un cierto tipo de violencia que se manifiesta en la relación sociedad e individuo, así como en el vínculo que se establece entre los internautas y los hábitos que modifican su comportamiento en el entorno digital.

PALABRAS CLAVES: economía de plataformas, consorcios de Internet, usuarios, prácticas, plataformas.

ABSTRACT

The innovation strategies of the global Internet companies and the daily use of digital technology, from the late 1990s and early 2000s, describe and illustrate the transition from the cultural Internet to a purely commercial one. Due to the increasing digitalization and mediatization of daily life, Internet companies are not only designing and creating offers, infrastructures and market models, but they also structure the users’s communication options by regulating the access to the Internet. They centralize power through the control of its digital platforms and the user’s practices. Digital platforms are established as business models, where, through their use, every aspect of social life is prone to being exposed, elucidated and managed. Considering the forms of communication and media practices, this article approaches to the term platform economy to analyze the fundamental relationship between digital platforms and users. Every communicative act implies a certain type of violence that manifests itself in the relationship between society and individuals, as well as in the bond between Internet users and the habits that modify their behavior within the digital milieu.

KEYWORDS: platform economy, Internet companies, users, practices, platforms

INTRODUCCIÓN

En el mundo contemporáneo los consorcios de Internet actúan como instituciones sociales que regulan y controlan los hábitos de consumo, así como los patrones de información y comunicación. El grupo denominado como los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) crea el marco jurídico o legal para generar contextos sociales digitales, donde los usuarios establecen redes de relaciones a partir de su interacción con la tecnología y desde perfiles individualizados orientados al marketing y la publicidad. En el mercado digital actual, los usuarios interactúan, sobre todo, con productos y mercancías que tienen como objetivo regular la oferta y la demanda. En los dispositivos digitales, así como mediante el uso de algoritmos, se incorporan reglas, estándares e instrucciones que ayudan a estructurar las acciones de los usuarios en la infoesfera. La búsqueda, la adquisición y el manejo de todo tipo de información, a través de los dispositivos, redes sociales y medios digitales, tienen una influencia marcada en el comportamiento de los usuarios.

Las plataformas digitales, entendidas como modelos de negocio o empresarial y caracterizadas por proporcionar la infraestructura central para mediar entre diferentes grupos de internautas, tienen en la actualidad un rol decisivo en las tendencias y prácticas monopólicas de los consorcios de Internet que dominan el mercado de la información. Impulsadas por los efectos que producen sus prácticas y acciones en la red, estos gigantes tecnológicos desarrollan sus procesos de innovación para producir ventajas competitivas, hacer uso de subvenciones para la captación de diversos perfiles de usuarios, además de poseer una arquitectura central establecida que les permite controlar las posibilidades de interacción con ellos.

El artículo propone un análisis del término economía de plataformaspara analizarla relación fundamental entre las plataformas digitales y las prácticas de los usuarios. Las plataformas digitales traen consigo la promesa de la interacción. Ésta se produce como una especie de gadget o artilugio para atraer la atención de los internautas. El hecho de que las plataformas utilicen los datos suministrados por sus usuarios, no implica que ellos sean considerados como individuos interconectados que dependan del control, la regulación y la manipulación de las compañías, pues en su mayoría, las interacciones sociales se ven modificadas por procesos de valorización y de negociación de sentido. En las plataformas digitales se produce una lógica propia que difiere de los modelos tradicionales de comunicación, ya que ésta se diseña y reproduce como práctica a través del consumo de bienes y servicios de información, y donde se mercantiliza la práctica social de los usuarios mediante el procesamiento de datos. Así, se plantea la tesis que los usuarios con sus acciones en el entorno digital, definen desde su consumo qué elementos forman parte de sus rutinas y prácticas, ya que ellos también influyen en el modo y la frecuencia del uso de las plataformas. El artículo se enfoca en los actos y procesos comunicativos, para analizar la práctica social como elemento característico de la producción de nuevas realidades mediáticas en donde el silencio se constituye como propiedad inherente de la palabra.

1. ECONOMÍA DE PLATAFORMAS: RELACIONES Y DEPENDENCIAS

Con el término capitalismo digital[1] se describe un nuevo orden económico en el que las plataformas digitales se articulan como intermediarios para estructurar y regular la oferta y la demanda en los diversos mercados que conforman el Internet. Estos mercados se transforman en metaplataformas propietarias que controlan la distribución de la riqueza social, el acceso a los bienes y servicios, además de estructurar el trabajo y los modelos de negocio que ellas utilizan. El mercado digital puede definirse, como ese lugar que abarca un conjunto de procesos, rutinas, hábitos y estrategias de mercadotecnia que  responden a la competencia entre los grandes consorcios de Internet a escala global, en el que la adquisición y el procesamiento de datos son la materia prima para expandir los modelos de negocio y aumentar las ganancias. Los datos originados, producidos y puestos a disposición en las plataformas digitales por los usuarios, a través de redes de trabajo, consumo, ocio y entretenimiento, amistad, entre otras, se manipulan, se empaquetan y se comercializan como mercancías[2].

Para el sociológo Philipp Staab[3] los cambios que trae consigo el capitalismo digital están marcados por cuatro estrategias fundamentales. En primer lugar, el control de la información con el objetivo de la recepción exclusiva de datos de mercado. En segundo, el poder que implica la adquisición de la información permite el control efectivo del acceso al propio mercado, donde no sólo se abre una nueva área de negocios diferenciada, sino que, en tercer lugar, es una estrategia atractiva y eficaz para controlar los precios. En cuarto lugar, se desarrolla un sistema de control para las operaciones e indicadores de desempeño para los productores y operadores dentro del mercado de datos con el fin de dictar las condiciones, en forma detallada, para la prestación de los más diversos servicios. La interfaz de usuario, los sistemas de seguimiento (tracking) y de calificaciones (ratings) serían algunos de los nuevos métodos o herramientas para el control de la gestión de la información con los que se supervisa, vigila y regula todo el flujo de trabajo. A estos procesos se vinculan también sanciones, por ejemplo, si los usuarios-consumidores no cumplen con las reglas y normas de uso de alguna plataforma, los operadores pueden bloquear el acceso o cancelar el servicio prestado.

Con el proceso de digitalización de la economía desde principios de la década de los años 2000, las empresas tecnológicas han experimentado un desarrollo significativo y, mediante sus estrategias de innovación en términos de poder y capital, han adquirido un rol determinante en la mediación de todo tipo de relaciones sociales en el entorno digital. En el contexto del auge de la digitalizacion y automatización en el sector industrial[4], el uso de algoritmos[5] y la cibernetización de la vida cotidiana[6], surge la denominada economía de plataformas que demanda, dentro de los procesos de innovación de las empresas de Internet, un cambio tecnológico constante. Estas transformaciones socio-técnicas implican estrategias para reducir costos, eliminar la competencia, controlar a los trabajadores, reducir los tiempos muertos, ganar participación en los mercados, rediseñar continuamente los procesos productivos y los flujos de trabajo[7]. Para el profesor de economía digital Nick Srnicek estos procesos fueron siempre una

(…) fuente del inmenso dinamismo del capitalismo, dado que los capitalistas tienden a incrementar constantemente la productividad laboral y a superarse unos a otros en la manera de generar ganancias de modo eficiente. Pero la tecnología tambien es central (…) porque con frecuencia ha sido utilizada para despojar de calificaciones a los trabajadores y socavar el poder los trabajadores calificados [8].

La economía de plataformas estaría caracterizada por “(…) aquellos negocios que dependen cada vez más de la tecnología de información, datos e Internet para sus modelos de negocios”[9]. Así, las plataformas digitales se constituyen como actores clave en la transformación digital y son impulsoras del crecimiento económico, en tanto promueven una forma de desarrollo social al convertirse en intermediarios digitales en diversos sectores de la sociedad. El cambio socio-técnico que experimentamos a través de esta sociedad de plataformas[10] incluye no sólo sectores tradicionales como el manufacturero, el de servicios y transporte o el de las telecomunicaciones, sino que comienza a abarcar infraestructuras de servicios de asistencia social. En este sentido, el profesor de derecho privado y comercial en el contexto alemán y europeo, Christoph Busch, nos plantea que:

Las grandes plataformas digitales no sólo controlan los mercados, sino también infraestructuras económicas y sociales centrales, en tanto penetran cada vez más en el ámbito de la atención primaria con la prestación de servicios fundamentales como la movilidad, la salud y la educación. A través del avance rápido de la “plataformatización” en las áreas que forman parte de la prestación de servicios básicos para los ciudadanos en la sociedad digital, se pueden divisar amenazas que perturban el ámbito de los servicios de interés general. Los proveedores estatales y municipales de servicios de asistencia social dependen cada vez más de las plataformas digitales. Las instituciones legitimadas democráticamente van perdiendo el control de la prestación de servicios de asistencia social garantizados por el Estado. A esto se le suma, que algunas prestaciones de servicios digitales mediadas por las plataformas se han vuelto tan indispensables desde el punto de vista social, que estos mismos podrían considerarse parte de la provisión de servicios digitales de asistencia social [11].

Las plataformas son infraestructuras digitales que permiten la interacción entre pares, es decir entre dos o más grupos de usuarios. De esta manera, la comunicación tiene como objetivo establecer conexiones entre individuos, dispositivos y artefactos, entre programas informáticos y usuarios finales para el intercambio de datos e información, ideas, emociones, puntos de vista u opiniones mediante códigos compartidos en espacios comunes. Las plataformas digitales “(…) se posicionan como intermediarias que reúnen a diferentes usuarios: clientes, anunciantes, proveedores de servicios, productores, distribuidores e incluso a objetos fisicos”[12] para mediar todas las relaciones sociales que se establecen en la infoesfera. Su funcionamiento se basa en un

(…) concepto amplio, y de carácter social, de infraestructura que incluye tanto fundamentos materiales como inmateriales para las interacciones sociales. El término infraestructura (…) no se limita sólo a aquellos fundamentos materiales como el tráfico, las comunicaciones o el suministro de energía y de agua, que forman el núcleo interdisciplinario de este concepto (…). Más bien, la atención debe centrarse en la importancia cada vez mayor de las llamadas “plataformas de infraestructura” (…), que constituyen, en la sociedad digital, los requisitos previos para satisfacer las necesidades básicas y para conformar la participación social [13].

Desde el punto de vista del debate actual en los países europeos sobre el tema de la regulación gubernamental de las plataformas digitales, nos continúa planteando el profesor Christoph Busch que: 

La regulación de las plataformas no es sólo una cuestión de la política de competencia, sino también una que le atañe a la política de infraestructuras y a la del suministro de servicios públicos. Por lo tanto, una regulación adecuada de las plataformas digitales no debe considerarlas sólo como actores/agentes del mercado ni orientarse sólo a entender las consecuencias económicas de una competencia limitada, sino debe tener en cuenta, además, su papel como infraestructuras centrales en la sociedad digital. De igual forma, se hace necesario examinar críticamente la creciente influencia de las plataformas digitales en el ámbito de la prestación de servicios públicos básicos. Ésto debe garantizar que las instituciones legitimadas democráticamente no transfieran [o entreguen] el control de las prestaciones esenciales de estos servicios de interés general a la economía de las plataformas [14].

En este aspecto se hace necesario señalar que las estrategias de innovación, la digitalización de los procesos productivos y las prácticas de mercadotecnia de los consorcios de Internet conllevan a la simplificación de tareas y brindan, hasta cierto punto, facilidades a los usuarios. Por ejemplo, realizar un trabajo desde un espacio físico distinto al de la oficina, o sea, en el hogar (teletrabajo) o en el espacio público a través de plataformas como Uber o de entrega de productos a domicilio. Estas prácticas implican, además, una dependencia a tecnologías cada vez más complejas que se almacenan en dispositivos técnicos como los smartphones. Los teléfonos inteligentes ocupan un lugar central en la vida contemporánea, pues son un elemento esencial tanto para el consumo cultural, el ocio, el entretenimiento y la comunicación social, así como para la búsqueda de información y de trabajo, para estructurar y organizar la jornada laboral de muchos empleados a tiempo parcial. Esta situación permite un nuevo tipo de explotación de la fuerza de trabajo, debido a que el proceso laboral se hace cada vez más inmaterial y se orienta hacia el uso y la manipulación de símbolos, las emociones y las perspectivas de futuro de los usuarios. Por ejemplo, la precarización de las relaciones laborales viene acompañada de la falsa idea del empredimiento o de ser tu propio jefecomo actividad autónoma[15].El proceso de desindustrialización “de las economías de altos ingresos implica que el producto del trabajo se vuelve inmaterial: contenido cultural, conocimientos, afectos y servicios” [16]. El cambio constante que las tecnologías digitales experimentan y su implementación en la actual economía de plataformas implica potencialidades para la creación de puestos de trabajo, pero también los abole, debido a que se generan problemas e incertidumbres en la relación entre individuo y sociedad, empleador y empleado, productores y consumidores, proveedores y usuarios.

Las plataformas digitales son el lugar para la producción de ganancias como valor agregado de los datos que los usuarios producen sin costo alguno. Ellas regulan y controlan, a través del uso de algoritmos, los motores de búsqueda, la información de los perfiles, las fotos, los videos, la actualización de estados y el contenido de las publicaciones de millones de usuarios. Google, por ejemplo, controla el acceso de miles de millones de personas al conocimiento, lo que lo ha convertido en un factor indispensable para la formación de opiniones públicas o en un elemento que influencia la voluntad política en las democracias occidentales modernas. El carácter indispensable de este servicio de búsqueda de información, tan esencial para la sociedad, justifica el derecho del Estado a imponer al prestador de servicios determinadas obligaciones de interés general. Otro ejemplo aquí serían plataformas como Facebook, Twitter, Instagram y Tik Tok en su función de agenda setting, es decir en la conformación, el tratamiento y la difusión de temas específicos, tendencias, puntos de vista, opiniones y modos de hacer que modifican el consumo y las acciones de los usuarios. Éstas han alcanzado una relevancia en la producción de la opinión pública dentro de las redes sociales, debido a que estructuran no sólo los espacios de acción social en el entorno digital, sino que transforman esos espacios virtuales en infraestructuras esenciales para la participación política y cultural de la sociedad civil, en tanto permiten la inclusión social, pero también la discriminación, la exclusión, la intolerancia, entre otros aspectos. De esta forma, las plataformas digitales generan “los fundamentos de una sociabilidad constituida desde el sector privado de la economía en Internet.”[17]

1.1 REGULACIÓN E INTEROPERABILIDAD

Los consorcios de Internet poseen la propiedad sobre el activo más importante en la red, es decir la plataforma de software y el análisis de datos. Este derecho económico de propiedad, además de presuponer la posesión de los activos financieros en términos de liquidez, rentabilidad e inversiones de riesgo, implica la transición del paradigma de la industria al de la prestación de servicios. Para Srnicek[18], éste proceso se agudiza con la burbuja puntocom entre los años 1997 y 2001, durante los cuales se produjo un crecimiento acelerado de los valores económicos de muchas empresas en los países industrializados vinculadas principalmente al sector de Internet y su nueva economía.

La novedad del uso de los medios digitales en la economía plataformas reside en varios aspectos. Para los fines de este artículo se describen sólo dos. En primer lugar, se considera que las plataformas digitales potencian la idea o el paradigma del emprendimiento como elemento regulador de las relaciones e interacciones entre las empresas y sus usuarios, por ejemplo, las plataformas digitales Airbnb, Uber y las de entrega de productos a domicilio. Con este modelo, las empresas generan un tipo de contratación tercerizada, donde se oculta la relación entre trabajo y capital, además de que se publicitan a ellas mismas como meros puntos de encuentro de los actores o agentes que interactúan entre sí[19]. Es decir, una persona que rente un apartamento con fines vacacionales no necesita, necesariamente, entrar en contacto con la directiva de la plataforma Airbnb, más allá de los espacios establecidos para ello. Sin embargo, los usuarios/arrendadores establecen conexiones entre sí para dialogar, regular y establecer ofertas de precio y de prestación de servicios. En segundo lugar, las plataformas digitales trastocan la idea de la relación entre iguales, en tanto las informaciones y los datos se adquieren, se almacenan y se analizan mediante el empleo de algoritmos. En referencia al consumo, los algoritmos reproducen determinados patrones de conducta, rutinas y hábitos, propios de la vida cotidiana o en todo caso del mundo analógico, en el entorno digital. Los algoritmos no son entes neutrales capaces de eliminar del entorno digital fenómenos tales como el sexismo, el racismo, la homofobia, entre otros, sino que reproducen los roles de género, regulan la conducta a la hora de expresar opiniones y potencian la falsa idea del anonimato en el uso de la redes sociales. Los algoritmos, además, procesan los datos desde los perfiles de usuario para promocionar y vender productos, supervisar, monitoriar y evaluar las actividades de los internautas y seleccionar aquellas informaciones útiles para las empresas dentro de los sectores donde se desarrolle su actividad económica.

Las plataformas digitales, así como las redes sociales son financiadas, en su mayoría, con productos publicitarios. El uso de los algoritmos aquí tiene como objetivo extraen la mayor cantidad posible de datos sobre el comportamiento de consumo de los usuarios para generar perfiles detallados y personalizados para nuevos espacios publicitarios[20]. Empresas como Facebook, Twitter, Instagram y Tik Tok, con sus tendencias y su gestión de los discursos, intentan aumentar el tiempo que los usuarios pasan frente a la pantalla de sus dispositivos para modificar su consumo. De esta manera, se apoyan en la difusión de publicaciones periódicas como los blogs, en la divulgación de fake news, en la elaboración de anuncios publicitarios emocionalmente atractivos para los internautas y en el uso de la publicidad como estrategia para fomentar la competencia. La centralización de los datos en unas pocas plataformas representa un riesgo de seguridad creciente, en tanto las empresas que dominan el mercado, venden, comercializan y transfieren los datos de los usuarios.

Ante estos desafíos, ha comenzado un debate en el contexto europeo sobre la regulación de la actividad comercial de las plataformas digitales[21]. A finales de 2020 se materializó un nuevo Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo de la Unión Europea en referencia a la regulación de un mercado único a través de la propuesta de Ley de Servicios Digitales (Digital Services Act) que modifica la anterior Directiva 2000/31/CE[22]. Estas disposiciones legales han sido reformadas en concordancia con el progreso tecnológico. El objetivo de este reglamento es refrendar un nuevo marco legal con pautas y directrices establecidas para el funcionamiento del mercado digital, incluidas las plataformas digitales, y para garantizar un entorno digital más seguro para los usuarios y las empresas en toda la Unión Europea. Uno de los modelos que se proponen para regular la actividad de las aplicaciones de servicios de mensajería instantánea, es el de la interoperabilidad. Según Katharina Barley, Ministra Federal de Justicia y Protección al Consumidor de Alemania entre los años 2018 y 2019, con este modelo, se pretende obligar por ley a plataformas como Facebook, WhatsApp y otras más, a comunicarse con los usuarios de otros proveedores[23].

El término interoperabilidad se refiere a que los usuarios de servicios de mensajería instantánea y llamadas, o sea, aplicaciones que utilizan software libres de código abierto que hacen énfasis en la seguridad y la protección de la privacidad como Signal, podrían comunicarse con otros usuarios en Whatsapp. Los internautas tendrían la opción de elegir un proveedor como plataforma de acceso desde la cual pueden comunicarse con los usuarios de todas las demás plataformas. Para el sociólogo Dominik Piétron[24], las ventajas de este modelo serían las siguientes: primero, las plataformas de redes sociales se transforman en puntos de acceso a una infraestructura de comunicación descentralizada en la que se limitan los efectos típicos de la red (manipulación del consumidor, aumento de la competencia, especulación, publicidad no deseada, etc.), así como de las plataformas digitales dominantes y las tendencias al monopolio de la información.

De esta manera, se reducirían las barreras para el acceso al mercado de los proveedores nuevos más pequeños y se establecería una competencia menor en el sistema de gestión de la información y las comunicaciones. Las interfaces de usuario serían más fáciles de usar en tanto garanticen la protección y seguridad de los datos, y la transparencia podría representarse como ventaja competitiva. La interoperabilidad permitiría, en segundo lugar, que los usuarios de las redes sociales pueden seleccionar un proveedor de plataforma en el que confíen o que se base en el uso de softwares de código abierto. De este modo, podrían generar sus propios puntos de acceso a través del cual puedan administrar, controlar y proteger el flujo de datos dentro del sistema de información en el que se encuentren. En tercer lugar, al cambiar y usar otras plataformas, los usuarios pueden defenderse de manera más eficaz contra la vigilancia, el control y la supervisión masiva de los datos que ingresa en la red; efectos que se producen desde el rastreo del historial del navegador, el uso de cookies, el acceso a los contactos de los smartphones y el compartir los datos de la ubicación (geolocalización). Esto dificultaría la microfocalización, el tracking y la manipulación de la información y los datos que los consorcios de Internet adquieren de los usuarios. Por último, la descentralización en la adquisición, el almacenamiento y la distribución de la información que el modelo de la interoperabilidad propone, podría reducir el riesgo de ataques informáticos y de las filtraciones de datos.

La interoperabilidad representa un modelo idealizado de una sistema de información más amigable para los usuarios en el uso, el tratamiento, el almacenamiento y el manejo de sus datos. Los cambios disruptivos que experimenta Internet en los últimos años posibilitan que los consorcios de Internet, como agentes que regulan la competencia y los procesos de innovación e imponen tendencias en el manejo de los datos, generen nuevos modelos de negocio que hacen imposible una regulación de su mercado. Esta situación se acentúa con el proceso de fragmentación técnica, gubernamental y comercial que transforma las condiciones en la infraestructura subyacente de los sistemas de información, lo que impide la capacidad de éstos para interoperar y intercambiar paquetes de datos entre sí[25].

El Internet no funciona de forma coherente en todos sus puntos y consumidores finales, debido a que existen políticas, acciones gubernamentales y prácticas comerciales que limitan o evitan ciertos usos de la red para crear, distribuir o acceder a los diversos recursos de información[26]. El uso cotidiano de los usuarios de las redes sociales describe esta disrupción en el consumo de contenido multimedia. Los usuarios se mueven y construyen sus hábitos diarios dentro de las plataformas que le son más afines a sus demandas, modos de consumo, deseos y gustos. Muchas de las prácticas de consumo se reducen a determinadas plataformas digitales que ofrecen los productos y servicios que se buscan, por ejemplo, Youtube para ver videos musicales, clips de películas, programas de televisión y como plataformas para los Youtubers; iTunes, Spotify o Deezer para escuchar música; Instagram para compartir fotos, videos cortos e historias; Messenger, WhatsApp o Telegram para mensajería instantánea; Tik Tok también para compartir videos que establecen tendencias a nivel mundial. Es decir, de esta forma los usuarios construyen su propio Internet, no con las características propias de un sistema completo de información que interopera con otros, sino desde la interconexión del consumo, de los hábitos, de las tendencias en el tratamiento de temas específicos, entre otros aspectos.

Otro modelo que permite descentralizar el monopolio de la información, es la denominada cadena de bloques o Blockchain[27]. La cadena de bloques permite el uso de soluciones en la que los datos almacenados en un único servidor se comparten entre todos los actores, agentes y usuarios que forman parte de una misma red. El objetivo es obtener una copia actualizada de toda la información y los datos que se generan y se distribuyen. No obstante, la cadena de bloques implica riesgos debido a que tienen la capacidad de transformar el funcionamiento de múltiples sectores, como el bancario, el de la industria 4.0 y el financiero, dando pie a la aparición de nuevos modelos de negocios a partir de redes privadas que tampoco son amigables con la seguridad y protección de la privacidad. Según Carlos Kuchkovsky[28], en el sector bancario ya no se trata de crear redes, sino de utilizar la propiedad de los softwares para producir alianzas entre la comunidad Open Source, las startups y las grandes corporaciones, lo que implica otro desafíos para contrarrestar la extracción de datos personales.

“La interoperabilidad de las redes sociales sólo pueden ser un componente de la regulación integral de las plataformas” [29]. Los grandes consorcios de Internet, así como las plataformas digitales dominantes desarrollan constantemente mecanismos con nuevas funcionalidades que le permiten reestructurar su posición en el mercado digital. Esto se debe a su posición privilegiada en el acceso a los datos de los usuarios, además de que disponen de capital financiero suficiente para retener a los consumidores y aumentar los costos de los servicios de marketing en términos de publicidad. La distorsión del mercado que éste fenómeno provoca puede controlarse quizás sólo desde la política y la adopción de medidas, regulaciones y leyes restrictivas que limiten el poder de las corporaciones, principalmente porque las plataformas digitales influyen y modifican cada vez más la infraestructura social[30].

2. SENSORIUM: PERCEPCIONES Y PRÁCTICAS

Desde la teoría de domesticación[31] se enfatiza el rol de la subjetividad de los usuarios frente a la posibilidad de producir, diseñar y transformar objetos, significados y valoraciones culturales precisamente a través de su consumo, apropiación de contenidos y el uso cotidiano de los dispositivos técnicos. Este sensorium[32] (Martín Barbero, 2010) que encarnan los usuarios por medio del uso de la tecnología se refiere a esa percepción, apropiación e interpretación de la información que utilizan y la influencia de ésta en sus experiencias en el entorno digital. La forma en cómo se producen y construyen las infraestructuras técnicas para el consumo de contenidos digitales, además de la manera en cómo se traduce su uso en los diversos contextos, generan realidades alternas o realidades mediadas por los medios digitales, con significados compartidos por una gran cantidad de usuarios. Para Jesús Martín Barbero[33] se hace necesario comprender esta densidad de las transformaciones de estas realidades alternas y de los modos de comunicar que ellas implican, como la aparición de una experiencia cultural nueva, pues así se modifican, en su esencia, las maneras de percibir y sentir, de escuchar y de ver. Las transformaciones constantes en los procesos de innovación de los consorcios de Internet constituyen elementos fundamentales para el desarrollo de una sensibilidad colectiva cambiante. Un efecto de la tecnología que hoy podemos ver enfatizado en el uso de las redes sociales.

No obstante, lo digital no puede desligarse de la noción de los entornos sociales en los que la práctica de los usuarios tiene lugar en un contexto histórico, comunal y de un sentido cultural específico. Estos entornos abarcan no sólo los fenómenos mediáticos y sus procesos de apropiación, sino también los modos de hacer, discutir, representar y comunicar tendencias sociales, normas sociales y patrones de comportamiento. Las nociones y construcciones sociales también ocupan un lugar esencial en las redes sociales, pues al ser compartidas por una gran cantidad de internautas, sus significados se aceptan como una forma de decidir lo que se debe y no se debe hacer. En este sentido, el sociólogo alemán Hilmar Schäfer [34] enfatiza el concepto de repetición para tomar en cuenta lo cambios graduales y las diferencias que ocurren dentro de los entornos sociales. Desde un punto de vista praxeológico, Schäfer reafirma la comprensión de la práctica como repetición que modifica aspectos esenciales de la vida social en términos de relaciones de poder, transformaciones históricas y diferenciación social. Por su parte, Theodore R. Schatzki [35] plantea que los individuos y sus actividades, así como las estructuras y las instituciones, deben entenderse como productos, elementos o aspectos resultantes de la práctica o como un conjunto de acuerdos prácticos. Es decir, la relación entre prácticas y conjunto de acuerdos prácticos se analiza en términos de grosor, claridad y cohesión, de modo que los órdenes sociales no se entiendan como formaciones absolutamente cerradas, sino como dinámicas estables.

En las redes sociales se generan otros espacios para la participación cultural, política y comunicativa. Éstos se basan en prácticas aprendidas que se materializan desde y en el manejo de dispositivos y artefactos que traducen el comportamiento social a nuevos contextos, generando así procesos de formación de identidad. O sea, los usuarios se definen a través de la manera en cómo se perciben a sí mismos en la red y el modo en cómo se integran a esos espacios sociales. Sus prácticas se enfocan en el registro y la descripción de procesos sociales que generan significados y espacios culturales con el fin de realizar operaciones básicas –desde el manejo de los smartphones hasta la producción de contenido multimedia– en la producción y reproducción de abstracciones culturales. Quizás estas posibilidades técnicas lleven implícita la noción de que mediante su uso, muchos de los usuarios pueden desarrollar sus cualidades artísticas (fotografía, filmografía, danza, emprendimiento, obras de arte, entre otras), comunicativas (periodismo, blogs) y sociales (movimientos políticos, lucha por los derechos humanos, protestas).

A diferencia de la concepción de Martín Barbero, el sociólogo Andreas Reckwitz [36], argumenta que la práctica consiste en ciertos movimientos y actividades rutinarias que no se limitan a la lectura, la escritura, el habla y, en todo caso, a navegar por Internet. La materialidad de la práctica implica la adquisición de conocimientos y la performatividad de la acción. Básicamente, se trata de la capacidad de los usuarios para asumir una responsabilidad en el entorno digital, en el desarrollo de sus habilidades mediáticas y la comprensión práctica de sus acciones en los espacios públicos y privados. De esta manera, se define la práctica como un tipo de comportamiento que consiste en la interconexión de diversos elementos entre sí, desde las formas de actividades corporales y mentales, los artefactos y las cosas en sus diversos usos, hasta un conocimiento previo en forma de comprensión, know-how (saber hacer), estados emocionales y puntos de vista.

Para los objetivos de este artículo, se entienden las prácticas mediáticas en la economía de plataformas como esa transformación que influye en la incorporación del conocimiento a la vida social en el tiempo y espacio de su realización. Los entornos digitales aquí se comprenden como aquellas áreas relativamente limitadas pero nunca homogéneas de la vida social [37] en los que se expresa la diversidad sociocultural en el uso de los medios digitales. Los procesos de mediatización de la vida cotidiana posibilitan una variedad de opciones para la participación, en tanto los consorcios de Internet estructuran el acceso, la oferta y la demanda, y los usuarios diseñan espacios sociales compartidos con nuevos significados.

3. DE LOS ACTOS A LAS PRÁCTICAS SOCIALES

A partir de la socialidad que establecemos a través de las plataformas digitales, se puede discutir que los mecanismos usados por los consorcios de Internet se centran en la organización y regulación de los mercados mediante el sector privado. Los operadores de plataforma coordinan los procesos y estrategias de mercado, determinando las condiciones competitivas. Las tecnologías cada vez más complejas que se utilizan estructuran, además, las condiciones materiales y sociales, en tanto el comportamiento de los usuarios se regula mediante funciones de orden social e institucional. La soberanía y autonomía de los usuarios en el uso de las plataformas se ve comprometida por técnicas regulatorias que desde la economía y la política inhiben sus acciones independientes fuera de los marcos de las empresas. Por ejemplo, empresas como Uber, Airbnb, Amazon, las plataformas de entrega de productos a domicilio, Spotify o Netfix se han asegurado, en todo caso privatizado, una parte del mercado en línea influyendo de forma negativa en las actividades de plataformas más pequeñas, así como en la de actores estatales y de la sociedad civil que no pueden desarrollar capacidades competitivas en la estructuración y el diseño de Internet. En este sentido, asegura Ulrich Dolata [38], que no sólo la mayoría de las actividades económicas, sino también gran parte del intercambio privado y público en red hoy se desarrolla en espacios organizados y diseñados de forma privada y, por tanto, dentro de los marcos técnicos y socioeconómicos establecidos por las empresas que ofrecen las ofertas correspondientes.

Un aspecto paradójico aquí es que estas empresas no se encuentran fuera de la sociedad como entes externos que sólo supervisan, vigilan y controlan, sino que son partícipes en las intervenciones políticas y estatales, en los intereses de otros actores y agentes económicos, en las protestas de la sociedad civil y el comportamiento de los usuarios hacia la conformación de gustos, deseos, tendencias y del consumo. De esta manera, estas plataformas se constituyen a sí mismas como actores decisivos y proactivos no sólo en el diseño y la estructuración de un marco normativo para el funcionamiento de Internet, sino también en los procesos de toma de decisiones políticas.

Uno de los elementos técnicos que posibilita la estructuración de los espacios de acción social, que habilitan y canalizan las actividades de los usuarios, es el uso de la interfaz de usuario. Éstas se personalizan y configuran en correspondencia con los estándares de las plataformas con el fin de influir en las acciones de los usuarios, al permitir ciertas actividades y excluir otras. Los clickbait (ciberanzuelo), las reacciones y las historias en Facebook, las tendencias en Twitter o Tik Tok, los blogs temáticos, entre otros, son características integradas a las plataformas que pueden entenderse como aspectos normativos y estructuradores de acciones sociales, y como inhibidores de la palabra en tanto determinan qué se escribe o qué se publica.

A través de la interfaz de programación de aplicaciones (Application Programming Interface – API, por sus siglas en inglés), muchos sitios web de terceros se han integrado a las acciones de las plataformas digitales. Así se establecen amplios enlaces entre éstas y los sitios web externos, para permitir la comunicación entre dos sistemas diferentes y extender el rango de acción en términos de función, adquisición de datos y el uso de aplicaciones. Por este motivo, se habla hoy sobre una plataformatización de la sociedad, en tanto se delimitan en sectores determinados, y de forma significativa, las arquitecturas técnicas provocando que el alcance de las plataformas y su importancia social vayan en ascenso. El control y la regulación de la interfaz de usuario posibilitan que su influencia se extienda mucho más allá del dominio original de una plataforma, abarcando otros sitios web e influyendo en otros campos de acción de otros actores en la red. La integración de terceros permite a los operadores de las plataformas desviar sistemáticamente la información y los datos, dando como resultado que éstos se acumulen, utilicen, recopilen y se analicen para cumplir sus propios fines. En este aspecto, los algoritmos tienen una función específica, debido a que

(…) implementan las reglas y normas sociales que se aplican en las plataformas como instrucciones técnicas, en tanto monitorean y sancionan las actividades de los participantes y deciden, con base en los criterios de relevancia social escritos en ellos, sobre lo que es importante y lo que no lo es. [De esta forma], seleccionan, agregan y clasifican la información, las noticias, los videos o fotos, y estructuran los procesos de información y comunicación privada, así como las posibilidades de discurso público, contribuyendo a la constitución de públicos y comunidades que no existirían sin ellos – convirtiéndose así en el núcleo de un marco mediado técnicamente hacia el control y la curaduría de la acción social [39].

Con sus innumerables servicios y ofertas, las plataformas filtran los procesos de información y comunicación, diseñan el comportamiento individual, la acción organizacional y estructuran las relaciones sociales y los públicos, incluso de una manera mucho más completa de lo que los medios tradicionales de comunicación masiva lo hicieron posible [40]. Es decir, mientras las corporaciones mediáticas – como la radio y la televisión, sean privados o públicos – permanecen todavía integradas al tejido social como instituciones y actores formadores de opinión con un alcance más o menos limitado, los consorcios de Internet con su conjunto propio de reglas, estructuras, selección, seguimiento, control y regulación de las ofertas y los servicios, se van constituyendo como los cimientos institucionales de un sector privado. Sector que ha surgido, paulatinamente desde finales de los años 1990, desacoplado de los marcos institucionales, de la influencia del Estado y, en todo caso, de la democracia. La base de estas transformaciones se encuentra en las reglas sociales obligatorias y sancionables que se encuentran en los términos y condiciones de uso, en los estándares comunitarios, en los lineamientos y normas a cumplir. Desde el punto de vista político, estos elementos determinan: 1) qué es lo aceptable y lo que no lo es, 2) qué grado de libertad o autonomía para decir, escribir y hacer tienen los usuarios en las diversas plataformas, 3) qué contenidos – desde el entretenimiento, el erotismo y la publicidad hasta la violencia, la obscenidad o la pornografía – son adecuados para el consumo del público. Para el desarrollo de estas directrices que establecen marcos legales y normativos en el conjunto de las actividades en las plataformas digitales, los consorcios de Internet deben ir preparándose para reaccionar frente a las intervenciones políticas, como la regulación en el contexto europeo, y mantener su soberanía, monopolio y control sobre sus negocios.

3.1 DEL SILENCIO Y SUS PRÁCTICAS

Desde una perspectiva cultural y política, los elementos analizados en este artículo se orientan a considerar el silencio como una forma de la palabra que se expresa en las plataformas digitales, condicionada por muchos aspectos que inhiben la autonomía de los usuarios. En este sentido, se argumenta que la comunicación digital se erige como una transacción entre operadores, agentes, empresas y sus usuarios que no sólo determinan quien habla, escribe, publica fotos y videos, sino que aumenta la brecha entre el control y la autonomía.

Las prácticas que se realizan en las plataformas digitales implican un acto de poder, en tanto las relaciones políticas, económicas y culturales se modifican mediante modelos de negocio. Al propio tiempo que los usuarios se valen de sus competencias mediáticas, se hacen partícipes de todas las formas de control, regulación y formación de discursos u opiniones que conforman las relaciones de poder en el entorno digital. El sentido aceptado por las diversas manifestaciones escritas u orales en las plataformas digitales también se transforma mediante la concepción aparente de que los usuarios pueden ejercer sus libertades, autonomía e independencia. Es decir, en referencia a lo que se escribe y se publica, así como a los signos culturales socialmente compartidos por una gran cantidad de usuarios, se argumenta que éstos se establecen como una cierta imposición sociocultural. En las plataformas digitales el lenguaje depende de su uso y se estructura como imposición desde la fuerza de los hechos, por ejemplo, a través del uso de nuevas variantes (palabras que sustituyen las letras Q o la C por la K), de los emoticones como elementos psicoanalíticos que expresan estados de ánimo, entre otros muchos elementos.

Quizás de este modo, se establece el silencio como hecho social no solamente aplicable a las relaciones de poder, sino como una forma de poder público que determina los enlaces asimétricos entre dos entidades: las empresas que son dueñas de las plataformas y los usuarios que las utilizan de acuerdo a las condiciones de uso. Las prácticas mediáticas se establecen, además, desde una cierta situación de poder latente donde los usuarios – consumidores de todo tipo de información –, se encuentran expuestos a una serie de micropoderes que modifican las formas de la comunicación y sus relaciones sociales: sean éstas familiares, grupales, laborales, de negocio o emprendimiento. A cualquier nivel, las relaciones sociales en las plataformas digitales están regidas por normas y reglas tácitas, es decir que no se oyen ni se dicen, pero presuponen que una gran cantidad de usuarios las conocen. En tanto poder público, los grandes consorcios de Internet tienen la capacidad de obligar a los usuarios a cumplir con determinadas normas y actos que transforman sus relaciones y generan una lógica propia con/dentro del entorno digital. Considerando las diversas maneras en las que se manifiesta el silencio [41], se puede afirmar que en las plataformas digitales se experimenta un silencio de ocultación y administrativo, donde por una parte se manipulan las informaciones y los datos mientras se enmascara el objetivo con el que las empresas los utilizan, y por la otra, se ejerce cierta arbitrariedad poniendo de manifiesto quién o quiénes gobiernan en las plataformas y a través de qué mecanismos se legitiman las acciones sociales. Al utilizar las informaciones y los datos que los usuarios ingresan en la red de forma gratuita, las empresas generan perfiles publicitarios personalizados, lo que implica un cierto silencio cómplice, ya que los usuarios al aceptar los términos, expresan su conformidad activa con el uso de su información personal con fines comerciales y de acuerdo a los intereses de las plataformas.

Desde la perspectiva de los usuarios, se entiende que en las diversas comunidades digitales, en los blogs y los espacios de diálogo, así como en las redes sociales, se estructuran estrategias comunicativas para expresar lo necesario y contestar lo que conviene desde patrones de conducta programados. Uno de los fenómenos que más caracteriza el uso de las plataformas digitales es la búsqueda de alguna comunidad o grupo a fin con los deseos, las ideas, las opiniones o puntos de vista propios. De este modo, se manifiesta la intención de hablar, escribir y expresar lo necesario dentro de un marco de entendimiento mutuo para legitimar y validar las opiniones personales. La opción de comentar mediante el uso de emoticones posibilita también un cierto silencio sistemático, en tanto éstos pueden expresar estados de ánimo que, quizás en el momento de comprometerse y decidirse a manifestar una opinión o una idea, sustituyen la palabra escrita.

Otro aspecto importante es el movimiento en la ambigüedad que posibilitan las plataformas. De acuerdo al comportamiento de los usuarios, nos servimos de ella para dar a entender al otro que estamos comprometidos con lo que se dice o hace, aunque nuestra intención sea otra y nuestras palabras o expresiones se interpreten de diferentes maneras. Estos elementos incluyen un silencio cortés que nos permite callar lo que pueda molestar, ofender o discriminar al otro, aunque estos principios no se cumplen al pie de la letra en las discusiones online sobre los más diversos temas. Un último ejemplo, podría ser el uso del botón “me gusta” que nos ayuda a legitimar una acción determinada sin expresar una palabra. Presionar este botón, podría significar tal vez una forma de respetar al otro como diferente y evitar la confrontación, sin embargo, su uso implica el deseo constante de reconocimiento social como señal inequívoca de realización personal.

CONCLUSIONES

En términos culturales, políticos e ideológicos, se puede resumir que, a través de las plataformas digitales se crean, diseñan y reproducen nuevas experiencias en un entorno cambiante que de acuerdo a las dinámicas del desarrollo económico, influyen en el modo de percibir las realidades o los modos de realidades que ellas generan. En estos espacios compartidos, se estructuran modelos de negocio, actividades laborales, formas de la comunicación y relaciones de poder, donde cada aspecto de la vida social tiende a ser gestionado mediante actores y agentes económicos con una marcada influencia política[42]. Considerando que toda forma de la comunicación verbal y no verbal, escrita, gráfica y grupal es susceptible de establecerse como práctica mediática en las redes digitales, se afirma que el uso de las plataformas describe un nuevo tipo de sociabilidad como cualidad específica para las interacciones entre proveedores y usuarios. Así, se establece un vínculo estrecho entre motivos, intereses e intenciones como relaciones sociales que modifican los procesos comunicativos, las actividades individuales y grupales, y se mezclan con otras formas de su posibilidad, mediación y estructuración técnica.

La influencia política y económica decisiva de los consorcios de Internet en la actual economía de plataformas se materializa desde factores que formalizan, pero a la vez resquebrajan, la relación sociedad–individuo en tanto se erigen desde dicotomías que establecen poderes fácticos. Si bien las plataformas digitales pertenecen a un sector de la sociedad al margen de las instituciones políticas, pero que cada vez más se constituyen como instituciones sociales, su influencia en las diversas esferas de la vida social van en aumento. Su capacidad de ejercer presión, de dominar los mercados y establecer prácticas monopólicas se concretan en los hechos e independientemente de las causas formales de una organización social y de las regulaciones del Estado, funcionan con una lógica propia. Por medio de su autoridad y su capacidad de innovación, las empresas tecnológicas globales determinan, en el mundo contemporáneo, las condiciones económicas, las estructuras legales y regulatorias que conforman el Internet comercial. Su poder fáctico se ejerce y legitima desde su mera existencia y desde las prácticas de los usuarios que legalizan y materializan sus diversos usos. Más allá de los métodos y herramientas que definen lo que es la comunicación digital, se puede concluir que cada vez que usamos las redes sociales y las plataformas digitales estamos implicados en un acto de poder.


NOTAS

[1] cf. Dan Schiller, Digital Capitalism: Networking the Global Market System (Cambridge: MIT Press, 1999) 1-294.

[2] cf. Nick Srnicek, Capitalismo de plataformas (Buenos Aires: Caja Negra, 2018) 1-127.

[3] cf. Philipp Stabb, Digitaler Kapitalismus: Markt und Herrschaft in der Ökonomie der Unknappheit (Berlin: Suhrkamp, 2019) 233.

[4] Veáse la entrevista con uno de los fundadores del término “Industria 4.0”, el profesor Wolfgang Whastler en: Deutsches Forschungszentrum für Künstliche Intelligenz, “Prof. Wolfgang Wahlster on Industrie 4.0”, recuperado de: https://ricaip.eu/prof-wolfgang-wahlster-on-industrie-4-0/. Para la publicación original en idioma alemán ver: VDI Nachrichten, “Industrie 4.0: Mit dem Internet der Dinge auf dem Weg zur 4. Industriellen Revolution”, recuperado de: https://www.dfki.de/fileadmin/user_upload/DFKI/Medien/News_Media/Presse/Presse-Highlights/vdinach2011a13-ind4.0-Internet-Dinge.pdf 

[5] cf. Dominique Cardon, Con qué sueñan los algoritmos. Nuestras vidas en el tiempo de los Big Data (Madrid: Dado Ediciones, 2018) 1-134.

[6] cf. Timo Kaerlein, Smartphones als digitale Nahkörpertechnologien. Zur Kybernetisierung des Alltags (Bielefeld: Transcript, 2018) 11-33.

[7] cf. Sofía Pérez Martirena, “Hacia una comprensión del capitalismo plataformas: un análisis de caso acerca de Glovo”, Economía de plataformas:problemas,debates y casos de estudio, comp. Mariano Féliz y Leandro Bona (La Plata: Universidad Nacional de la Plata, 2020) 20-34; además Néstor García Canclini, Ciudadanos reemplazados por algoritmos (Bielefeld: Calas, 2020) 58-79.

[8] Srnicek, Capitalismo de plataformas (2018) 17–18.

[9] Srnicek (2018) 12.

[10] Van Dijck et al., The Platform Society: Public Values in a Connective World (Oxford: Oxford University Press, 2018) 1-240.

[11] Busch, Regulierung digitaler Plattformen als Infrastrukturen der Daseinsvorsorge, 2021, p. 6–7.

[12] Srnicek, Capitalismo de plataformas, 45.

 [13] Busch, Regulierung digitaler Plattformen als Infrastrukturen der Daseinsvorsorge (2021) 8.

[14] Busch, Regulierung (2021) 7.

[15]cf. Féliz y Bona, Economía de Plataformas. Problemas, debates y casos de estudio, (Argentina: Universidad de la Plata, 2020) 1-6.

[16] Srnicek, Capitalismo de plataformas, 40–41.

[17] Dolata, Plattform-Regulierung. Koordination von Märkten und Kuratierung von Sozialität im Internet, Berlin: Berliner Journale für Soziologie, 2020)  17.

[18] Srnicek, Capitalismo de plataformas, 82.

[19] Scasserra, Las plataformas web (y que demandar desde el sindicalismo latinoamericano), 2016.

[20] Piétron, Digitale Souveränität durch Interoperabilität. Zur Möglichkeit dezentraler sozialer Netzwerke in der Plattformökonomie, 2019, 1-4.

[21] Gorjón, Plataformas digitales: avances en su regulación y retos en el ámbito financiero, 2020, 1-14; además ver Vilalta Nicuesa, La regulación europea de las plataformas de intermediarios digitales en la era de la economía colaborativa, 2018, 275-330.

[22] Para más información sobre la Ley de Servicios Digitales ver el sitio web https://ec.europa.eu/info/strategy/priorities-2019-2024/europe-fit-digital-age/digital-services-act-ensuring-safe-and-accountable-online-environment_es. La Directiva 2000/31/CE puede descargarse en idioma español en el siguiente sitio web http://www.informatica-juridica.com/anexos/directiva-2000-31-ce-del-parlamento-europeo-y-del-consejo-de-8-de-junio-de-2000-relativa-a-determinados-aspectos-juridicos-de-los-servicios-de-la-sociedad-de-la-informacion-en-particular-el-comercio-e/.

[23] Zeit Online,  Katarina Barley fordert Öffnung von WhatsApp für andere Dienste, 2018.

[24] Piétron, Digitale Souveränität durch Interoperabilität. Zur Möglichkeit dezentraler sozialer Netzwerke in der Plattformökonomie, 2019.

[25] Drake et al., Internet Fragmentation: An Overview. Davos: World Economic Forum, 2016, 1-80.

[26] Drake et al., Internet Fragmentation: An Overview. Davos: World Economic Forum, 2016, 1-80.

[27] Libro Blockchain, “Carlos Kuchkovsky explica el impacto de Blockchain en la banca”. 25 de noviembre de 2021. Video, 10m06s. https://www.youtube.com/watch?v=vLBG-lhnRJo.

[28] Libro Blockchain, “Carlos Kuchkovsky explica el impacto de Blockchain en la banca”. 25 de noviembre de 2021. Video, 10m06s. https://www.youtube.com/watch?v=vLBG-lhnRJo.

[29] Piétron, Digitale Souveränität durch Interoperabilität. Zur Möglichkeit dezentraler sozialer Netzwerke in der Plattformökonomie, 2019, 3.

[30] Dolata, Plattform-Regulierung, 2020, 1-28.

[31] Silverstone y Hirsch, Consuming Technologies: Media and Information in Domestic Spaces. (London/NewYork: Routledge) 1992, 9-17.

[32] Martín Barbero, Jóvenes: entre la ciudad letrada y el mundo digital (Barcelona: Anthropos, 2010) 39-58.

[33] Martín Barbero, Jóvenes, 2010, 39–58.

[34] Schäfer, Praxis als Wiederholung. Das Denken der Iterabilität und seine Konsequenzen für die Methodologie praxeologischer Forschung (Bielefeld: Transcript, 2016) 137-159.

[35] Schatzki, Praxistheorie als flache Ontologie (Bielefeld: Transcript, 2016) 29-34.

[36] Reckwitz, “Grundelemente einer Theorie sozialer Praktiken”. Zeitschrift für Soziologie 32 (4), 2003, 282–301.

 [37] Pink et al.,  Digital Ethnography: Principles and Practice (London: Sage, 2016) 101-122.

[38] Dolata, Plattform-Regulierung. Koordination von Märkten und Kuratierung von Sozialität im Internet, 2020.

[39] Dolata, Plattform-Regulierung, 19–20.

[40] Couldry y Hepp, The Mediated Construction of Reality (Cambridge, Polity, 2016) 1-256.

[41] Casco, Los 10 tipos de silencio y su poder. Una mirada desde la filosofía del lenguaje, 2021.

[42] Fernández, Plataformas Mediáticas. Elementos de análisis y diseño de nuevas experiencias (Buenos Aires: La Crujía, 2018) 15.


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