Thelma Itzel Ramírez Cuervo
Doctora en Educación en la Universidad Tolteca de México. Profesora titular de la facultad de Artes Plásticas y Audiovisuales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Revisando fotos pienso: No estaba tan mal… no era fea. Las fotos son ese producto para el que posé un buen día pretendiendo una “inmortalización” con la que, a pesar de la familiaridad, ya no me identifico. Las cosas cambian, las creencias mudan. Hace tiempo no era posible reconocer mi voz en una grabación. Mi registro sonaba ajeno. Con el tiempo, mensajes sonoros en celulares o chats, hubo que acostumbrarse, encontrarle la facilidad y el gusto.
Mi voz dejó de sonar extraña, mi imagen dejó de buscar un gesto y simplemente me dediqué a dar la clase; en la honestidad de mi pared de fondo que a veces es la recámara, la sala o hasta el auto estacionado donde hace más calor y agarra mejor el internet. Al otro lado, no espero una reciprocidad que ha de entenderse como el ejercicio de una democracia donde se privilegia la equidad y el derecho a no ser visto.
No ser visto es un fenómeno que bien podría explicarse como un instinto de supervivencia, Iki Yos Piña [1] menciona que, ante el régimen de la visualidad y nuestra adoración por las imágenes; la decisión por la supervivencia implica muchas veces, el ocultamiento, al modo del cristiano entre las catacumbas, el sótano para los judíos o la montaña del indígena perseguido. Soy la profesora, no tengo ese privilegio. Debo estar siempre visible y cuando apago la cámara, me da la sensación de culpa, apuro las idas al baño, la toma de agua, la sacada de un moco, lo que sea. Soy de esa generación pretendidamente corpórea y peor aún, soy actriz… con lo cual se entendería que me gusta el contacto. Resultado de eso, soy presa de al menos dos fenómenos:
- Sucede que algunos extraños, jóvenes con cubrebocas, me saludan en la calle o en algún evento. ¿Quién me saluda?
Caigo en cuenta de que ellos me conocen, que son los alumnos a los que nunca he visto porque mantienen apagadas sus cámaras y no habrá nunca un modo amable para solicitar que las enciendan: “no da la señal, no sirve, es más cómodo, no tiene sentido, son muchas horas, ando en el trabajo, padezco de ansiedad social”, y un largo etcétera de justificaciones.
Durante mis primeros años como actriz me sucedía algo semejante; en la calle era saludada por quién sabe quiénes hasta que un buen día alguien me dijo: “perdone, me gusta mucho su actuación, la he visto en el teatro varias veces, pensé: es una sangrona, pero ya me di cuenta de que yo sí le he visto, pero usted no me conoce”.
Bendita cuarta pared que nos hará un público invisible. Así que el otro fenómeno es justo ese.
- Por absurdo que parezca, doy una clase en línea, para dirección de actores en cine y otra de actuación para los animadores. Ámbitos donde la presencia es un concepto fantasmal, una suerte de cuarta pared congénita, suministrada por una esencia tecnológica donde habrá de todo, menos carne.
Así que parto, entre otras cosas, de lo siguiente: diferenciar muy bien entre el teatro y la actuación y reivindicar el verbo; acto supremo de supervivencia, como inherente a la humanidad. Uno se salva haciendo, mejor aún, estando. Por ello, un actor es el que actúa y ese que acciona (haciendo-estando), deriva en ser, para el presente. Solo se Está y se Es en el presente…
Allá, mientras ladra un perro, el michi sube a tus piernas, mamá atraviesa, llega un cliente, tocan el timbre, pasa una moto. Hemos aprendido que hay un grado de distracción consciente a la que incluso nos da gusto manejar. No es lo mismo responder a un meme, que escuchar el timbre, ni contestar un mensaje que implica tus dedos, pero no compromete la emoción de una despedida: “voy al banco” -mijo- dice la madre, y hay que voltear, escuchar y responder… son tantas cosas…
La presencia no está ligada al cuerpo, sino a una suerte de atención donde yo le doy un lugar a eso que existe. La inmanencia. Frente a mis ojos puedo ver nacer a una abuela, al hermanito, la mascota… justo ahí, donde decido voltear y hacer que existan y dejo de encarnar la ausencia (Oisín Monaghan, lo aplica en danza [2]). Mi mirada entonces no “atraviesa” cuerpos a los que no observa, pensando aún en responder al chat y dejando salir una voz en automático…
Elegimos atender mientras transitamos o lavamos trastes o mejor aún, vemos al mismo tiempo una película. La gente piensa que en lo presencial eso no existe, pero ha existido siempre, solo que ahora es más obvio. Nuestra presencia no está ligada al cuerpo y su encarnación es un proceso duro, acto de fe y entrega, por eso para mí, enseñar actuación y enseñar teatro, son cosas distintas y comunicables desde cualquier plataforma, pero que solo se harán posibles mediante el prodigio.
En el prodigio no necesito tomar tu mano, ni prender la cámara, ni observarme en el brillo de tus ojos, ya que tampoco… nunca he visto a Dios y, sin embargo, creo. Sintiendo además que su calor me arropa.
¿Pero cómo ha de enseñarse eso? Tal vez esa es mi única pasión.
Si, como Serrano[3] refuta, en el mal llamado método de las acciones físicas –no es posible pedirle a un actor, a partir de entender racionalmente un texto– que, con tan solo decidirlo, sienta algo específico en una escena determinada.
El acto de voluntad y de conciencia sería entonces un recurso humano al alcance de todos dentro y fuera de los escenarios. Podría, con tan solo pensarlo y decidir, “hoy quiero ganar más, elegir mi horario, dejar de querer a X o enamorarme de Y”. Pero así no funciona; pues en ese caso, tampoco existirían el deseo, la frustración o la culpa.
El sistema para mis jóvenes estudiantes sigue siendo a la vieja usanza: primero el guion y sus tratamientos, el director y el equipo, la infraestructura, la locación o el espacio, la gestión, la producción y los permisos. Sí claro, olvidaba… la audición, la selección de actores, la grabación, postproducción y… créanme, en todo lo que he mencionado, es imposible distinguir ese prodigio… “devenir en actor (actriz) en acto y por el acto mismo de hacerse a través de un personaje”. Visto así, el personaje es una especie de canal de parto y el director, si de verdad existe, tendrá las manos a espera de ese ser que es nuevo. Su entrada al mundo. De no existir un director, el nacimiento aún es inminente. Dice el dicho, “la vida se abre paso…” y nacerá, cargado tal vez de algún rencor, como la mayoría de nosotros, por no haber tenido el mejor recibimiento a la existencia.
Boal [4] salta mi memoria en este instante. En uno de sus cuentos, que habla sobre la creación del mundo, relata que el hombre y la mujer son lo único en la creación que es reciclado. Formados de tierra, agua, luz y un hálito o ánima que convenientemente ya existían.
Siguiendo esa lógica se explica que el hombre sea la creación de Dios. Creación entendida como el arte de organizar los materiales que, sustentándose a sí mismos, volviéndose autónomos, habrán de procurar la trascendencia y mediante ella asegurar que existen.
El hombre entonces es un artificio. Tener hijos nos compara a Dios, pero nos iguala nunca; hijos mortales, defectuosos siempre.
La creación, en cambio, el arte que nos excede y ese sí, trasciende los tiempos, podría inmortalizarnos. El ejercicio del arte es el fomento de una esperanza, la de convertirme en Dios. El hombre, no quiere poder o jerarquía. Simplemente, ser un digno hijo de su padre al hacer lo mismo que él: Una obra de arte tan meritoria como un humano.
Pero tenemos una extraña idea sobre la mímesis, no como habilidad, sino como técnica, perpetuada entre cánones. Mi molestia con los estudiantes radica en eso: un joven director le explica a un actor generalmente joven también, lo que se cuenta, lo que espera, lo que imagina, lo que debería sentir, en la buena intención de imitar o reproducir la realidad. Sin embargo; ¿es deber del arte igualarse a una realidad que, además de todo es construida, evolutiva y cambiante?
El cuadro más hiperrealista tiene, justo por eso, un dejo de “artificioso”; su virtuosismo podría ser tanto que mi retina no aguantaría el exceso de belleza, exactitud, constancia… El cuadro, podría estallar frente a mi rostro para decirme ¡Créame! (de crear), pero no me creas (de fe)… no es necesario.
El arte del cine, la animación o la fotografía residen en su cicatriz o en esa grieta que nos permite acceder a su artificialidad, pero también en su artificio, poniendo a la luz (que no exhibiendo), la gran incertidumbre que nos genera la existencia.
La actuación, para ser considerada como tal, debe guardar una distancia, colocarse en el borde o limen que harán posible una distinción y una empatía.
¿Dónde empiezo yo? ¿Dónde termino? ¿Por dónde empiezas tú?, todo comienza con el extrañamiento. La escisión que Boal[5] señala como una división o composición tripartita que en el ser humano se establece por –yo-observador, yo-en-situación, no-yo-:
Es el único que puede desdoblarse: mirarse en el acto de mirar. Y como se halla dentro y fuera de la situación, en acto allí y aquí en potencia, necesita hacer simbólica esa distancia que fragmenta el tiempo y divide el espacio, la distancia que va del ser al potencial, del presente al futuro […] Al principio, el actor y el espectador coexistían en la misma persona; cuando se separan, cuando ciertas personas se especializan como actores y otras como espectadores, es cuando nacen las formas teatrales[…] Nacen también los teatros, arquitecturas destinadas a sacralizar esa división, esa especialización. Y nace la profesión de actor, y hasta la de espectador, diría yo. La profesión, exclusiva de unos pocos, no debe esconder la existencia de la vocación teatral, que pertenece a todos. El teatro es una vocación que concierne al conjunto de la humanidad [6].
Ahora recuerdo a Grotowsky [7] y esa suerte de “renuncia” a la dirección y la puesta en escena. Justifico la decisión pues el actor (el humano) no necesita testigos. No es necesario un público o espectador para quien puede -a sí mismo-dividirse, observarse, auto-indagarse y, si es posible, retirar las máscaras que todos los roles sociales nos han obligado sostener.
Nacemos y, al menos, por unos instantes, la libertad de no tener un nombre, pero estar ya, nos revela como absoluto. La vida no se niega, la vida pujante, hambrienta que puede llenarnos de ansiedad, amor, ternura y miedo aún sin intención. El recién nacido, por ejemplo; simplemente está ante la vida, con ella y en ella. Así, sin conciencia, confundiendo aun su cuerpo con el de la madre, sin saber cuáles son sus límites. ¿Dónde empieza, dónde termina? Cuando pueda pensarse a sí mismo y generar conciencia de su límite, habrá nacido la posibilidad de actuar. “Se ha dicho que el fundamento del teatro radica en la acción”-escribe Valles:
O que la acción es el fundamento del teatro, incluso yo he defendido esta postura cada vez que se ha requerido; pero si la acción es el fundamento del teatro, la presencia lo es de la acción […] Antes de que el cuerpo o de que el cuerpo pretenda hacer, se debe estar en el estado de presencia: Lo que está antes de lo que somos. Lo que está antes de lo que se es [8].
La mayoría de los estudiantes llegan a la clase creyendo que la actuación es una serie de informaciones sobre el carácter de un ente que, vivo ya en el papel, habrá de ser representado o imitado por alguien más y, no, no se trata de información, o de representación y no está vivo.
¿Cómo enseñar esto? Uno de los primeros consejos y conceptos a discernir es la partitura de acción y dentro de ella el concepto mismo de acción-verbo que para los términos actorales deberá estar amarrada, según Judith Weston [9] la interacción. Un actor podrá crear si en lugar de ofrecerle una serie de adjetivos, actitudes y sentimientos procuramos verbos de acción que, entre sus características tienen: ser interactivos, desarrollar la implicación y escucha, que su ejecución o su ejercicio nos permitan revelar las contradicciones (Lo que quiero vs Lo que debo/puedo), una transición emocional, un hacer dirigido a otro, hacia ese otro que de entrada son mis compañeros de trabajo; porque la actuación para fines socio-profesionales, no se da nunca en soledad. Incluso si tan solo pienso, la proyección de mis ideas estará dirigida hacia algún otro.
Propongo, entonces, que lo más importante no es el guion, ni el director, sino la relación en el equipo de trabajo y que el guion es un camino, que es mejor trabajar sin la memoria y atreverse a jugar con la improvisación y el cuerpo, que la experiencia se dará en presente… pero eso suena a que ya no es cine, ni teatro, ni actuación. Para mí la actuación se parece más a un desmantelamiento; capas y capas de cebolla para cubrir la esencia.
En el prólogo de Teatro antilógico Pavis escribe de Valles “imagina que el teatro va a terminar por llegar, si la disolución de los cuerpos, y de los rostros ha sido realizada y si el límite entre el vacío, la carne, la vida, el espacio, la imagen y la acción es igualmente disuelta” [10].
A modo de justificación histórica, repaso las ideas de Dubatti, Adame y Chevallier, solo por mencionar a algunos, para señalar que, en el paso de tiempo, viajamos de la representación o mímesis, a la presentación del performer, a la búsqueda de convivo y luego a encontrarnos con una comunicación ya imposible, ante la falta de sorpresa y el exhaustivo déficit de atención a que nos somete el mundo. Sostengo que, más allá del cuerpo y la presencia, el teatro se funda en la atención, atención consciente, presente-presente que anula la distancia. Fundamentar el teatro en la empatía, no es lo mismo que fundamentarlo en la identificación, que suena a conformidad a establecer que ese ser o personaje Es, en sí mismo, pero eso no lo lograría si primero no me coloco yo en un mismo rango. Él Es, porque yo Soy y eso, de uno u otro modo, te encajona, inmoviliza al ser detrás del nombre.
A ciencia cierta, los chicos cursan mis asignaturas entre reflexiones y juegos. No aspiro a tener actores y mucho menos directores pues también indico que esa es una figura “abolida” una vez que nos dimos cuenta que la actuación no depende de ello, pero sí está bien tener algo semejante a un coach o eso que mis viejos amigos de teatro dicen: el director es el representante del público.
Doy énfasis a la atención y la voluntad. La ecuación sería como la de asistir a un nacimiento:
En resumen: Estar, estar consciente, estar en presente, accionar y finalmente, ser. Resultado de una integración que cruza y abarca distintos aspectos: el espacio, (el hombre como medida del todo), el cuerpo (construido como habitación y casa), el recuerdo y la memoria, (que no son lo mismo), la importancia del tiempo respecto a la acción y finalmente la experiencia. Todo ello, lo aplicaría dentro y fuera de la escena.
Como obviedad, habré de mencionar que la noción de producción, tiempo, gestión y economías, no permiten hacer trabajos que se antojan “tan elaborados”.
Sirvan, no obstante, estos apuntes para dar un esbozo del cómo vivo la experiencia de la dirección, el cine y la actuación en este momento en el que entreno en casa, junto a un ordenador prendido lleno de fotografías o perfiles. Por la pantalla llueven una serie de comentarios que hacen tin, clin, plop, acompañados de: “oiga profa es que eso duele” “choqué con mi cama”, “hice la morisión” [11], etc. Al menos así me doy cuenta de que no estoy sola.
Hace un tiempo que para algunas clases prefiero estar parada y moverme, a veces descaradamente por todas las habitaciones: zona de entrenamiento, zona de calor, zona de luz…me doy cuenta que no tengo nada que ocultar, trato de disponerme y centrar la atención para estar y ser, más allá del cuerpo o de mi rol como profesora. Estoy actuando. No, no represento, a veces logro darme a ellos completamente, generando un cruce entre pasado y futuro, en el momento mágico de ese prodigio en el que ellos señalan algo que entonces descubro y tengo certeza de aquí nació algo nuevo, nuestro, compartido.
Ahora ellos saben, sabemos juntos y yo soy con ellos en el aprendizaje.
NOTAS
[1] Piña Narváez Iki Yos, Adam Cristóbal. La oscuridad como refugio de sanación, 6 de mayo. Iki Yos Piña Narváez (Venezuela) y Cristóbal Adam (Venezuela) https://youtu.be/fKw9Pt6R2aU
[2] En los márgenes de la danza. 11 de mayo. Maria Hassabi (Chipre), Oisín Monaghan (Irlanda) y Lizzie Sells (Reino Unido) https://youtu.be/bRLB7RuI5xM
[3] Raúl Serrano, en sus libros y varias entrevistas propone que su teoría, no debía llamarse método de las acciones físicas. Por ejemplo, en la conferencia “una pedagogía teatral después de Stanislavsky”, al minuto 57, lo declara “solemnemente muerto y sepultado”.
[4] Boal Augusto, “A criação artística e a Divina loucura”, O Teatro como arte Marcial, (Rio de Janeiro: Garamond, 2003), 39-43.
[5] Boal Augusto, Arcoiris del deseo: del teatro experimental a la terapia (Barcelona: Alba, 2004), 25.
[6] Boal, El Arco iris del deseo, 25.
[7] El maestro, director e investigador Jerzy Grotowski, es estudiado por la importancia e influencia de su trabajo en el teatro en cada una de las cinco etapas que ésta contempla: El arte como representación o Teatro de espectáculos (1957-1970), Parateatro o Teatro participativo (1970-1978), Teatro de las fuentes (1978-1982), Drama objetivo (1983-1985) y El arte como vehículo o Artes rituales (1985-1999). En esta última, prácticamente se habla de una renuncia el teatro puesto que se interpreta que la actuación no necesariamente implica al aparato teatral, incluyendo a un espectador o público. Por ejemplo, en una entrevista al Artista Alejandro Tomás Rodríguez, se puede leer:
“Podríamos decir que el trabajo está basado en la posibilidad de descubrir cierto potencial en el ser humano utilizando las herramientas del actor: las acciones físicas, los impulsos vivos del cuerpo, la vibración de la voz, las asociaciones vinculadas a las memorias. Y en cómo este potencial puede manifestarse de modo objetivo en y entre las personas que actúan, ya no en el sentido de representar, sino en el de hacer algo concreto”.
[8] Valles Raúl, Teatro antilógico, (México: Paso de gato, 2015), 22.
[9] Weston Judith, Dirigir actores, como crear actuaciones memorables para cine y televisión, (México: CUEC, 2017), 28-51.
[10] Pavis Patrice, Teatro antilógico, (México: Paso de gato, 2015),17.
[11] Actualmente los chicos suelen “convertir” las palabras y dicen desayunación, enojación, aburrición, dormición, etcétera. Muy utilizado en memes. Mis alumnos, luego de una sesión de ejercicios, en lugar de escribir, “he muerto”, ponen frases como: “hice la morisión…”
BIBLIOGRAFÍA
Adame Domingo. Para comprender la teatralidad. Veracruz: Universidad Veracruzana, 2006.
Boal Augusto. El Arco iris del deseo: del teatro experimental a la terapia. Barcelona: Alba, 2004.
————-, O Teatro como arte Marcial. Rio de Janeiro: Garamond, 2003.
Chevallier Jean-Frédéric. El teatro hoy. Una tipología posible. CDMX: Paso de gato, 2011.
Dubatti Jorge. Principios de filosofía del teatro. CDMX: Paso de gato, 2017.
En los márgenes de la danza. 11 de mayo. Maria Hassabi (Chipre), Oisín Monaghan (Irlanda) y Lizzie Sells (Reino Unido) https://youtu.be/bRLB7RuI5xM
Grotowsky Jerzy, “Homenaje Grotowsky”. CDMX: Escenología, Revista Máscara año 3 N° 11-12, octubre 1992/ Enero 1993.
Piña Narváez Iki Yos, Adam Cristóbal. La oscuridad como refugio de sanación, 6 de mayo. Iki Yos Piña Narváez (Venezuela) y Cristóbal Adam (Venezuela) https://youtu.be/fKw9Pt6R2aU
Serrano Raúl. Nuevas Tesis Sobre Stanislavski, Argentina: Atuel, 2004
Valles Raúl. Teatro antilógico. México: Paso de Gato, 2015.
Weston Judith, Dirigir actores, como crear actuaciones memorables para cine y televisión, México: CUEC, 2017.