Mariana Carrera

Doctora en Ciencias del Lenguaje por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades «Alfonso Vélez Pliego”

RESUMEN

La intención de este trabajo es reflexionar sobre el fenómeno «silencio», abordado desde los estudios de la comunicación humana, y en concreto desde la que se lleva a cabo en la interacción cara a cara.

Nuestras reflexiones parten de la idea de que la comunicación cara a cara se lleva a cabo mediante tres soportes distintos: el verbal, el paraverbal y el no-verbal. A pesar de que operan simultáneamente, se reconoce que los sistemas verbal y paraverbal pueden suspenderse a voluntad del hablante, contrario a lo que sucede con el aspecto no-verbal de la comunicación, que no suspende actividades jamás. Este texto gira en torno a cuestionar qué ocurre cuando la comunicación verbal y la comunicación paraverbal se interrumpen momentáneamente para dar lugar a la manifestación del silencio en la interacción. Este silencio puede tener una motivación intrapersonal, interpersonal o institucional, y ser del tipo epistemológico, discursivo, estructurador o normativo, según las funciones que lleve a cabo en el evento comunicativo global.  Se llegará a la conclusión de que es posible seguir comunicando a través del silencio una vez que los soportes verbal y paraverbal se hayan suspendido.

PALABRAS CLAVES: Silencio, comunicación cara a cara, contexto, funciones del silencio.

ABSTRACT

The intention of this work is to ponder on the «silence» phenomenon, approached from the studies of human communication, and specifically from the one carried out in face-to-face interaction.

Our reflections are based on the idea that face-to-face communication is carried out through three different supports: the verbal, the paraverbal and the non-verbal. Although they operate simultaneously, it is recognized that the verbal and paraverbal systems can be suspended at the will of the speaker, contrary to what happens to the non-verbal aspect of communication, which activities are never suspended. This text revolves around questioning what happens when verbal communication and paraverbal communication are momentarily interrupted leading to the manifestation of silence in the interaction. This silence can have an intrapersonal, interpersonal or institutional motivation, and be the epistemological, discursive, structuring or normative type, depending on the functions it carries out in the global communicative event. It will be concluded that it is possible to continue communicating through silence once the verbal and paraverbal supports have been suspended.

KEYWORDS: Silence, face-to-face communication, context, silence functions.

INTRODUCCIÓN

Hablar del silencio no deja de ser una contradicción, pero, en palabras de Raúl Pannikar, es justo así, contradiciéndole, como se le entiende y afirma [1].

El silencio ha sido objeto de interés analítico de muchos estudios enmarcados en las más disímiles áreas de conocimiento. Por mencionar algunas, puede hablarse de la filosofía, la religión, la música, la literatura, la danza, la pintura o la arquitectura, etcétera. Si algo ha quedado evidenciado por este conjunto de investigaciones que giran en torno al concepto «Silencio», es que puede decirse mucho sobre él. Algunas de esas cosas serán, incluso, opuestas entre sí. Otras serán contrarias a lo que sabemos –o a lo que creemos saber– del silencio.

El objetivo de este breve recuento de enfoques es evidenciar las diferentes perspectivas desde las cuales nos hemos aproximado a él, y, por lo tanto, desde donde se ha llegado a definir y entender. Cada uno de los autores inscritos en dichos enfoques propuso una definición operativa válida para los intereses que perseguía su investigación. La verdad –signifique lo que signifique ese término–, es que mientras justifiquemos nuestros discursos desde tal o cual enfoque, todo aquello que se diga –o no– del silencio puede adquirir pertinencia, veracidad y significatividad en un contexto específico. Sobre esto, los investigadores tienen claro que una definición operativa que sea pertinente para el análisis de cierto objeto de estudio desde un enfoque determinado puede resultar inapropiada al enfrentarla a un paradigma distinto al pensado originalmente. El silencio que se estudie desde la música, se entenderá de manera peculiar y tendrá características naturalmente disímiles al que se aborde desde la sociología, por ejemplo.

En este trabajo se pretende reflexionar sobre el silencio en los estudios de la comunicación humana, concretamente en aquellos que se manifiestan en la interacción cara a cara, sin dejar de reconocer que existen muchos otros espacios del saber desde los cuales puede abordarse dicho fenómeno.

  1. SILENCIO Y COMUNICACIÓN

Los modelos tradicionales de la comunicación reconocen que ésta tiene 6 componentes. Por un lado, están los agentes: emisor y receptor, quien transmite y quien recibe el mensaje, respectivamente. Estos roles pueden intercambiarse a medida que el proceso comunicativo avanza. Los agentes intercambian un mensaje propiamente dicho, que es entendido como la idea que quiere ser transmitida mediante cierto código a través de un determinado soporte en su contexto.

Enfoquémonos en la noción de «soporte». Existen varios canales que permiten llevar a cabo la comunicación humana. Con respecto a la comunicación «cara a cara», denominada así porque se genera en presencia física de los agentes y propiciando el contacto visual entre ellos, los soportes utilizados son el verbal –es decir, el discurso y su contenido–, el paraverbal –o cómo «se dice» el discurso mediante el tono, la velocidad, el ritmo y el volumen– y el no verbal –entendido como los movimientos corporales que se llevan a cabo durante el evento comunicativo–. Estos tres sistemas de comunicación son tan complejos en sí mismos, que es posible encontrar vasta literatura especializada con respecto a cada uno de ellos, aunque es importante señalar que el número de publicaciones alusivas a los componentes verbales y paraverbales de la comunicación es significativamente mayor en comparación con las relativas a sus aspectos no-verbales. Siguiendo a Camargo y Méndez [2] esto puede deberse a que, en tanto unidades discretas, es mucho «más fácil» distinguir donde emergen, se originan y finalizan las palabras, las oraciones, los párrafos, etcétera; en contraste con los componentes no-verbales de la comunicación, que resultan «más» difíciles de caracterizar, tal vez debido a su naturaleza multifuncional [3].

Si bien es cierto que los soportes verbal, paraverbal y no-verbal operan simultáneamente, es importante señalar que uno de ellos, el no-verbal, no suspende actividades jamás [4] Cuando se interrumpe la comunicación oral, los interlocutores tienden naturalmente a concentrar su atención en los aspectos físicos o no-verbales del intercambio comunicativo –que se atienden siempre, aunque de manera menos consciente cuando se dedica el esfuerzo a comprender las palabras de la otra persona–. De cualquier forma, resulta pertinente mencionar que se estima que alrededor del 70 al 90% de la comunicación se lleva a cabo a través de la no verbalidad, es decir, mediante posturas, gestos, miradas, aproximaciones, alejamientos, movimientos corporales o del rostro y, por supuesto, silencios.

El silencio, en tanto elemento lingüístico (es decir, que pertenece al lenguaje), es común a lo largo de todo el mundo: todas las culturas, todos los países, todos los hablantes nativos y no nativos adquieren, desde el momento en que nacen y/o se instauran en un grupo social determinado, un conjunto de normas que regularán su proceder comunicativo. Estas reglas son multidimensionales puesto que abarcan lo que se denominó anteriormente como los «tres componentes de la comunicación cara a cara (verbalidad, paraverbalidad y no verbalidad)»: a un bebé no solo se le enseña vocabulario y gramática, sino que adquiere también entrenamiento para distinguir cuándo usar esos conocimientos verbales y paraverbales o, en otras palabras, aprende «cuándo y cómo hablar y cuándo y cómo callar». Los estudios de la comunicación, sobre todo aquellos que analizan la adquisición del lenguaje, han enfatizado mucho este hallazgo: adquirir el lenguaje para comunicarse exitosamente con el resto del grupo implica saber cuándo tomar la palabra y/o cuando guardar silencio [5].

  1. SILENCIO EN CONTEXTO

En párrafos anteriores se decía que el silencio es un elemento común para todos los hablantes. No obstante, es pertinente mencionar que a lo largo del globo existen diferentes niveles de tolerancia al silencio, y, por lo tanto, distintas formas de interpretarlo. La sociolingüística [6] una rama de los estudios del lenguaje que da cuenta de la variación estilística existente entre distintos grupos sociales, propone entender a dichos grupos como niveles de contexto que pueden entenderse de «macro a micro», en los que se puede situar un evento comunicativo para estudiarlo más eficientemente. Por ejemplo, el nivel de análisis macro por excelencia es el de la cultura. Las «dos grandes culturas» que hay en el mundo son, justamente, la oriental y la occidental. Se ha detectado que la cultura oriental tiende más al silencio en la interacción en contraste con la cultura occidental, en la que existe una valoración del silencio más negativa. Todo esto queda evidenciado cuando se contempla la cosmovisión oriental, tal vez mediante un viaje, o a través de los programas de televisión. Los programas de la televisión japonesa reflejan, por ejemplo, los valores y estigmas de la sociedad en la que están enmarcados, tal y como lo hacen las mundialmente famosas telenovelas mexicanas. La televisión es, entonces, como un espejo de feria en el que se puede ver, a la vez, reflejados y caricaturizados –aunque sin saber a ciencia cierta hasta qué punto– a los miembros de una sociedad.

Entre más se sumerja una persona en los elementos culturales externos a su propia experiencia, más cobrará sentido que «los otros» actúen de la manera en la que lo hacen [7]. Al respecto, ya desde los años 1900 la psicología, la ciencia que estudia la mente y comportamiento humanos, aclaraba que toda decisión, incluso una decisión lingüística, está motivada por estímulos de distinta naturaleza, incluyendo los de naturaleza social. No es gratuito que, por ejemplo, las personas que se encuentran sumergidas en un grupo y espacio sociales distintos a los suyos se enfrenten a lo que se denomina comúnmente como «choque cultural», entendido como la impresión causada al detectar las diferencias entre el lugar de origen y el nuevo.

Gracias al estudio de la cultura en tanto «macro contexto», se pueden distinguir variaciones importantes en los niveles de tolerancia al silencio. Póngase como ejemplo una propuesta de matrimonio. En este lado del mundo, ante una propuesta de matrimonio se espera siempre que el interlocutor emita una respuesta verbal preferente, es decir, que ante una pregunta del tipo «¿Te quieres casar conmigo?» la otra persona expresamente diga «sí». Aunque su comportamiento no-verbal indicara sorpresa, alegría, felicidad, emoción, etcétera, esos elementos parecerían no ser suficientes para hacerle saber a quién pregunta que la respuesta es afirmativa o negativa.  Pero en Japón, el silencio que precede a una pedida de mano puede interpretarse, junto con los movimientos no verbales adecuados, como una aceptación. Es decir que, por expresarlo de alguna manera, en Japón las «palabras sobran»: se puede aceptar una petición de matrimonio sin decir nada. 

Volviendo a las nociones de contexto, háblese ahora del denominado «contexto micro». Éste puede conformarse por tantos niveles como el analista lo especifique o requiera. Por ejemplo, desde el denominado Análisis Conversacional, el estudio del silencio puede hacerse detectando su posición dentro del turno de palabra, es decir, desde una caracterización puramente discursiva, que sería su contexto micro. Desde la sociolingüística, puede estudiarse el uso del silencio en un grupo social determinado –como en el caso de las denominadas tribus urbanas o subculturas–, donde dicho grupo social sería entendido como el nivel de contexto micro. En este orden de ideas, los niveles de contexto se definen en relación con el objeto de estudio, y se van ampliando –o volviendo contextos de micro a macro– en función de la naturaleza de la investigación misma. Todo depende de los objetivos del estudio y de los matices que adquiera el objeto analizado.

Por ello, para estudiar al silencio en la comunicación cara a cara de manera integral, es pertinente dar cuenta de diferentes niveles de contexto. De hecho,  distintos autores [8] afirman que para estudiar adecuadamente al silencio en la interacción hay que tomar en cuenta las palabras, oraciones, frases o discursos en los que aparece, el tema tratado, la naturaleza del discurso que lo engloba, el acto de habla llevado a cabo al momento de la emisión –es decir, la tarea comunicativa que el hablante persigue al elaborar su discurso–,  la relación entre los interlocutores, su edad, sexo, nivel de instrucción, la dinámica que regula la interacción –no es lo mismo, por ejemplo, que el evento se lleve a cabo en un juicio, una entrevista de trabajo o una salida entre amigos–, el lugar y las condiciones físicas, el ritmo de la conversación, el volumen de la voz, los movimientos corporales, la proximidad entre participantes, la gesticulación, la duración del silencio, entre otras cosas. Estudiosos del silencio en la comunicación afirman que incluso es necesario distinguir de qué tipo de silencio se trata. Porque, sí, existen distintos tipos de silencios que pueden manifestarse en la interacción cara a cara. Una primera distinción puede ser la de silencios vacíos en contraste con los silencios llenos –que suelen ser partículas discursivas del tipo «ummm», «ammm», «esteee», etcétera. Este tipo de silencios se caracterizan por presentarse a través de contenido léxico que carece de contenido semántico, es decir, de significado propiamente dicho. Se ha observado que ciertos oradores pueden estructurar discursos completos que carezcan de contenido semántico –es decir que son discursos vacíos, silenciosos, aunque llenos de palabras–. Contrario a lo que se pueda pensar, ‘hablar sin decir nada’ no es una tarea fácil, y por ello solo logran hacerlo con maestría algunas personas que, casi siempre, han recibido entrenamiento. El personaje de Cantinflas saltó a la fama en la historia de la televisión mexicana por el arte con que lograba decir todo y nada a la vez. En honor a él, la Real Academia Española aceptó como válido el uso del verbo «cantinflear», que define como «Hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia» [9].

  1. FUNCIONES DEL SILENCIO EN LA COMUNICACIÓN [10]

Con respecto a los denominados «silencios vacíos», aquellos que se generan cuando la oralidad se interrumpe, se han registrado al menos 90 posibles funciones tan solo en la comunicación cara a cara.  Esto significa que, al respecto de los intercambios comunicativos frente a frente, el silencio puede usarse en función de al menos 90 tareas. La lista de funciones sigue y seguirá creciendo en tanto se siga estudiando al silencio desde los enfoques relativos al lenguaje y la comunicación. Por ahora, vale decir que esas funciones se organizan según su motivación y su tipo.

Cuando se estudia un silencio, el analista debe preguntarse «¿Este silencio se genera porque el hablante ha olvidado qué decir, o porque está cuidando su imagen ante el interlocutor? ¿Es acaso un silencio impuesto por una norma social?». En cualquier caso, es importante diferenciar qué motiva la aparición del silencio, pues gracias a esta distinción inicial se puede dar cuenta de las múltiples facetas que puede adquirir el fenómeno.

Existen tres tipos de motivaciones que pueden dar lugar al silencio en la interacción: motivación intrasubjetiva, motivación intersubjetiva y motivación institucional [11]. Cada motivo que dé origen a la manifestación del silencio se asocia con un tipo de silencio que puede funcionar de distintas formas [12]

Hay silencios que surgen por cuestiones internas del hablante, y que denominamos como silencios intrasubjetivos. Tienen que ver, debido a su naturaleza, con cuestiones psicológicas, es decir, con procesos mentales tales como las emociones, los sentimientos, la atención y la memoria. Los silencios de motivación intrasubjetiva son del tipo epistemológico, es decir que se usan para evidenciar procesos mentales, psicológicos y/o emocionales del hablante. Este tipo de silencios pone en evidencia, entonces, lo que pasa en el mundo interno del hablante, por ejemplo: está dudando, está procesando o conteniendo sus emociones, está sorprendido, avergonzado, indiferente, se resiste a seguir comunicando, etc.

Por otro lado, existen silencios que surgen por cuestiones externas al hablante, es decir, que tienen más que ver con la relación entre los interlocutores. A estos los llamamos silencios intersubjetivos, y ponen en evidencia la situación relacional en la que se encuentran los participantes del evento comunicativo. Los silencios del tipo discursivo son indicadores que orientan las inferencias de los participantes y ponen de manifiesto un especial sentido del acto comunicativo, mostrando acuerdo o desacuerdo, intensificando o atenuando, indicando engaño o enmascaramiento, argumentando, humorizando o ironizanzo, por ejemplo. Los silencios del tipo estructurador son silencios que responden a reglas o principios que organizan o estructuran la conversación que incluyen, por ejemplo, las tareas de distribuir el turno, marcar respuesta despreferida, indicar errores de coordinación, dinamizar la conversación y mostrar petición de atención o apoyo. 

Por su parte, los silencios que son producto de las normas sociales se entienden como motivados institucionalmente. A esta motivación del silencio se asocian los del tipo normativo, entendidos como que emergen por convenciones situacionales, sociales y culturales. Las funciones normativas están fuertemente regidas por los acuerdos extralingüísticos, ya que se basan en un sistema de reglas, normas y rituales de un grupo de hablantes determinado. Tal vez el mejor ejemplo que ayude a entender estos silencios sea el «minuto de silencio» ritual que se ofrece para rendir homenaje a alguien en su funeral.

Por lo tanto, los silencios que se manifiestan en la interacción cara a cara surgen y funcionan de maneras distintas, así como las palabras pueden usarse de forma diferente dependiendo de los factores en que se lleva a cabo la enunciación: nótese el cambio de significado entre una frase que contenga las mismas palabras pero se enuncie con tonos distintos –con ironía, por ejemplo–.

Esto motiva la pregunta, ¿es posible entonces «hacer con el silencio» lo mismo que se hace con las palabras? Según autores enmarcados en el enfoque pragmático de la comunicación [13], sí es posible. Para profundizar en este punto, primero recuérdese que el estudio de los procesos comunicativos ha dedicado su esfuerzo mayoritariamente al análisis del discurso verbal. Esto probablemente se deba a la innegable herencia de la filosofía del lenguaje, que daba cuenta desde sus primeros postulados de la importancia del contexto. Una de las obras más significativas con respecto a estas cuestiones es, sin duda, Cómo hacer cosas con palabras, de John Austin [14] Publicado a principios de los años sesentas, este libro describió una verdad innegable: mediante las palabras podemos modificar el mundo [15]. Austin detalla cómo se puede alterar el estado de las cosas mediante lo que denomina «actos de habla». Se llaman así justamente porque, al llevarlos a cabo, se hace más que «solo hablar»: se está actuando de cierta forma, se está alterando el mundo. El ejemplo clásico que se brinda para entender esta noción es el de «declarar a los novios como marido y mujer». Si una persona no calificada emitiera esa expresión en realidad no podría hacer mucho más que hablar o proporcionar una suerte de ejemplo. Pero si lo dice un juez en una ceremonia civil ante una pareja,  estaría reconocido como autoridad para cambiar el estatus de los novios de «solteros» a «casados», y el mundo, al menos una parte del mundo, habría cambiado de un momento a otro.

Según los estudios tradicionales de los actos de habla, su estructura interna requiere de un componente verbal que indique el tipo de acción hacia la cual el hablante se está orientando. En el ejemplo anterior –el de «yo los declaro marido y mujer– el verbo «declarar» es el núcleo que concentra los cambios de estado. Ya con todo esto claro, ¿creen que sea posible ‘transformar el mundo’ desde el silencio? Algunos autores, como Mateu Serra [16] y Méndez Guerrero [17] señalan que de hecho es posible, pues mediante lo que denominan «actos de silencio» se pueden provocar o experimentar cambios en la realidad. Los actos de asentir, negar, o saludar en silencio siguen siendo igual de efectivos que aquellos actos verbales (y también son perfectamente reconocibles sin la declaración oralizada «yo asiento, yo niego, yo saludo»).  En este sentido, por ejemplo, una pareja puede fortalecer sus lazos a través del silencio o, por el contrario, vivir el mayor de los suplicios, dependiendo del momento en que lo experimenten. Así como las palabras, el silencio es altamente dependiente del contexto para su adecuada interpretación y experimentación. Como se ha sugerido, incluso una misma persona es capaz de vivenciar el silencio de maneras diferentes en relación con cada uno de sus interlocutores.  ¿Por qué el nivel de tolerancia al silencio puede ser tan variable? ¿De qué depende? Los estudios pragmáticos de la comunicación sugieren que «de todo un poco»: De los participantes, de su estado de ánimo al momento de la interacción, de la dinámica comunicativa a la que se han habituado mutuamente, del estado de la relación, del tema que se esté abordando, de las palabras elegidas, de la interpretación de las mismas, de la disposición, etcétera. Se ha puesto en evidencia que los hablantes han naturalizado procesos muy complejos para poder comunicarse con los demás, pero basta detenerse un momento para observarlos y dar cuenta de que, verdaderamente, es una tarea ardua. Muchos de estos procesos se llevan a cabo tan automáticamente que pasan desapercibidos, aunque eso no significa que no estén allí.

Tal vez dichos procesos automatizados se evidenciaron un poco más desde que la pandemia obligó a las personas a cambiar la forma de interactuar entre sí: el Covid  ha motivado la resignificación de muchas cosas, una de ellas ha sido el silencio. Póngase como ejemplo a un profesor de clase. Al estar frente a una pantalla repleta de recuadros en negro, el docente puede preguntarse si la comunicación se está llevando a cabo de manera adecuada. Y todo el grupo se enfrenta a los mismos dilemas ante el silencio: ¿Cuánto se debe esperar, después de formular una pregunta, para recibir una respuesta? ¿Después de cuánto tiempo de silencio es pertinente reformular? ¿Cómo puede saberse que los otros están escuchando? En realidad,  el mundo entero se encuentra en un proceso de adaptación a la que se denomina ahora como «nueva normalidad», que requiere hacer constantes cálculos comunicativos en relación con los demás.

  1. A MANERA DE CIERRE

¿Qué ocurre entonces cuando en la interacción cara a cara, la comunicación verbal se suspende momentáneamente para dar lugar a la manifestación del silencio? Justo eso: la comunicación verbal se suspende por un momento y nada más, en el sentido de que la comunicación no se interrumpe. Como se ha dicho, al suspender el soporte verbal, los hablantes se sensibilizan a los otros sistemas de la comunicación, brindándoles mayor protagonismo. Dicho en otros términos: puede «seguir pasando» todo lo que estaba ocurriendo previamente a la generación del silencio –pues este es parte del intercambio comunicativo global–, solo que a través de herramientas comunicativas diferentes: en lugar de hacerlo «con palabras», ahora el contacto visual, los gestos, las posturas, los acercamientos y los alejamientos se acompañan «de silencios», y todo esto, en conjunto, adquiere nuevos y cambiantes significados. Puede decirse, por lo tanto, que el silencio se define (y por lo tanto se entiende, se experimenta) desde donde se le observa: El silencio deja de ser fondo para convertirse en figura y pasa a ser un mensaje en sí mismo, cuya interpretación dependerá de un contexto que se compone de distintos niveles en los que los participantes, las personas que se comunican, son el punto de partida.


NOTAS

[1] R. Panikkar, R. El silencio del Buddha. Una introducción al ateísmo religioso. (Madrid: Siruela, 1997).

[2] Camargo, L. y Méndez B. La larga ausencia del silencio en la historia de la lingüística hispánica en Estudios de Lingüística del Español. (España: Estudios Interlingüísticos, 2015) 43.

[3] Incluso los programas computacionales presentan dificultades para distinguir dónde se origina un silencio en la conversación.

[4] Una persona puede, por ejemplo, abstenerse de hablar, pero no le es posible abstenerse de tener un cuerpo. Por ello los estudiosos de la CNV concluyen que a través de acercamientos o alejamientos corporales, gestos, posturas y silencios, se emite información de manera incesante. En este orden de ideas, la escuela de Palo Alto propuso en el año de 1985 uno de sus grandes postulados, «es imposible no comunicar». 

[5] Para profundizar en esto, se recomiendan los estudios sobre el silencio de Edward Hall o de Muriel Saville-Troike, abordados desde de la lingüística intercultural.

[6] Hennequin, J. La sociolingüística: ¿Qué es? ¿Para qué sirve? (Puebla: BUAP, 2005).

[7] Cuando se usa aquí el término «otros» se hace con mucho cuidado, solo para señalar las distinciones lingüísticas entre un grupo social y otro.

[8] Como Fernando Poyatos en La comunicación no verbal (vol. I: “Cultura, lenguaje y conver- sación”). (Madrid: Istmo, 1994); Gallardo Paúls en «La transición entre los turnos conversacionales: silencios, solapamientos e interrupciones». Contextos, 21-22, 1993, p. 189-220, en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=97993;  Méndez Guerrero en Méndez Guerrero, B. Los actos silenciosos en la conversación en español: Estudio pragmático y sociolingüístico. Palma de Mayorca, Universitat de les Illes Balears, 2014.y Camargo Fernández en La larga ausencia del silencio en la historia de la lingüística hispánica en Estudios de Lingüística del Español. (España: Estudios Interlingüísticos, 2015). (entre otros). 

[9] Diccionario de la Real Academia Española (s.f.). [en línea, disponible en http://www.rae.es/

[10] Esta compilación de las funciones del silencio detectadas en la interacción cara a cara es una síntesis de lo abordado en mi tesis doctoral que se encuentra en preparación (2021).

[11] Las nociones de «silencios intrasubjetivos» y «silencios intersubjetivos» son nuestra propuesta, mientras que el término de «silencio institucional» se retoma de Saville-Troike (1995) 87.

[12] Los tipos de silencios abordados (epistemológicos, discursivos, estructuradores y normativos) se retoman de Méndez Guerrero (2016).

[13] Como A. Jaworski en The power of silence. Social and pragmatic perspectives (Newbury Park: Sage Publications, 1993), Ephratt «The functions of silence». Journal of Pragmatics, 40, 2008, p. 1909-1938, en https://pdfslide.net/documents/functions-of-silences-ephratt.html.

[14] Austin, J. Cómo hacer cosas con palabras. (Estados Unidos: Harvard University Press, 1962).

[15] Piénsese, por ejemplo, en la relación entre un psicoterapeuta y su paciente: todo lo que ocurre en el setting terapéutico está regulado por el lenguaje, todo es comunicación. Y es a través de lo que el paciente dice y de lo que no dice que el terapeuta se va haciendo una idea del mundo de su paciente. Resulta intimidante el hecho de que «solo hablando» – ¡como si fuera poca cosa!– las personas sean capaces de transformar la realidad.

[16] Mateu Serra, R. El lugar del silencio en el proceso de la comunicación. (España: Departamento de Filología Clásica e Hispánica de la Universitat de Lleida, 2001) 65.

[17] Méndez Guerrero, B. Los actos silenciosos en la conversación en español: Estudio pragmático y sociolingüístico. (España: Universitat de les Illes Balears, 2014).


REFERENCIAS

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